Viene usted de Veracruz y llega a Xalapa. Pasa el retén de la policía que está en el carril contrario, atraviesa el puente del libramiento hacia Coatepec, y entra al nudo gordiano…

O puede venir de la central de abastos y la zona de los bonitos fraccionamientos de la familia Fernández Chedraui asentados a cada lado de la Avenida Europa, evita la tentación y pasa por los moteles, deja a un lado la caseta de policía de la Fuerza Civil (FC), y entra al nudo gordiano…

Igual puede venir de la zona de Jalcomulco o de la carretera a Huatusco, pasa por abajo del puente de la autopista Xalapa-Veracruz, libra los monumentales hoyos que hay ahí (con excepción de los 20 metros de cemento hidráulico que nos regaló el alcalde Américo Zúñiga), también evita la tentación de los moteles (150 pesos el rato, cuartos temáticos, películas picantes en la pantalla, servicio de bebidas y pastillas azules a discreción, qué bárbaros), pasa el módulo de la FC, y entra al nudo gordiano.

Son 500 metros de órdago vial, que van de la entrada a Xalapa a la primera entrada de Las Trancas y al primer semáforo, antes del trébol de Plaza Américas. En ellos hay una gasolinera, un restaurante brasileño (dicen que es mucho mejor el que está unos kilómetros más adelante, sobre Lázaro Cárdenas también), la oficina del Programa Oportunidades, un nuevo centro comercial que tendrá la segunda Parroquia jarocha en la capital, una o dos pollerías… y otro motelito.

La afluencia de vehículos de esos tres accesos es enorme durante la mayor parte del día. Y al tráfico agregue usted que siempre hay tráilers estacionados indebidamente, que ocupan un carril que es crucial entre tanto coche que va y viene. ¿Por qué no los quita nadie? ¿Por qué no les levantan una infracción? ¿Le toca hacerlo a la Policía Federal? ¿O a Tránsito del Estado?

Averígüelo Vargas, como decía el clásico.

Si usted quiere entrar desde ahí a Las Trancas, tiene que encomendarse a San Francisco (el de Asís, que dicen es muy milagroso, o el de Sales, que también es cumplidor, y en una de ésas hasta al tocayo moderno de esos dos, el propio Papa, que ya hizo su primer milagro en México, pues dicen que una niña a la que tocó con sus manos se curó milagrosamente de cáncer; habrá que ver). Y tiene que encomendarse a tan poderosos intermediarios ante la divinidad porque es un juego de la fortuna cruzar el carril contrario, con un ángulo que nos pone de frente a los vehículos que vienen a alta velocidad (para ellos es de bajada, cuando nuestros autos tiene que hacer el esfuerzo de remontar la pendiente hacia arriba).

Antes de que ocurra una desgracia mayor, antes de que vayan a tapar el pozo una vez ahogado el niño, antes de que un camión se pase a traer a un automóvil que puede ir con niños o señoras, urge un semáforo que contenga las prisas de los choferes que piensan que ya entraron a la carretera, y bajan a toda velocidad sin imaginar que hay una trampa adelante, oculta por una curva.

Bueno, un semáforo sería bueno, y un puente sería ideal, pero eso mejor lo dejamos para más después.

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