Por Gerónimo Rosete Pozos

Con el avance de la tecnología, los medios de comunicación y el desarrollo ideológico, social y cultural de la humanidad, el ejercicio de gobierno está obligado a adaptarse a dichos cambios y ejercerse desde una óptica contemporánea con visión a futuro.

El panorama es amplio, diverso y complejo, pues a medida que la población crece las problemáticas también y los sectores sociales se han diversificado al grado de que, al mismo tiempo que hay necesidades generales, los grupos marginados representan retos específicos para emparejarlos al desarrollo. Un panorama que no vemos considerado en los discursos preelectorales de hoy, las banderas son las mismas y primordiales; seguridad, ajuste económico y aplicación de castigos a quienes llevaron al estado a una deuda histórica por el mal manejo de sus recursos financieros. ¿Y…?

Dicen lo que todas y todos queremos escuchar, pero nada más trivial que manejarse como opción a elegir explotando carencias y necesidades que, por obligación, un gobierno debe cumplir; pero no hay proyecto más allá de eso. Estamos ante una oferta parecida a la competencia entre supermercados, la mayoría ofrece lo mismo, precios muy similares, satisfacen las mismas necesidades, la diferencia son los dueños del negocio. Entonces ¿en manos de quién pondremos el negocio?, propiedad de las y los veracruzanos.

Estamos tan atrasados en esquemas actualizados de gobierno que el futuro nadie lo puede asegurar sin presentar un proyecto posible y sostenible; hasta hoy, el único que ha trazado un camino es Miguel Ángel Yunes, pero llevado por la carrera que ya trae de su trabajo político desde hace muchos años, apoyado en su empeño por castigar a los responsables del desastre financiero y de dar seguridad en Veracruz.

Como parte de algunas teorías propuestas por especialistas, hay varios modelos de gobierno que podríamos ya haber experimentado, pero a lo jarocho, como un mal intento, como lo que hoy vivimos; por ejemplo, la “cibercracia”.

En una cibercracia los gobiernos o las instituciones gubernamentales gobernarían a través del uso eficaz de información.  En 1992 David Ronfeldt destacaba dos maneras de posible manifestación de cibercracia: Estrecha: Una forma de organización que suplanta las formas tradicionales de la burocracia y la tecnocracia; y Amplia: Tal forma de gobierno que puede redefinir las relaciones entre el Estado y la sociedad, y entre el sector público y el sector privado.
La tarea de la cibercracia es superar las deficiencias de las burocracias tradicionales, valiéndose de las últimas tecnologías de comunicación y vigilancia. De esta forma la cibercracia reaccionaría rápidamente a la información relevante, solucionando el problema desde su fuente.

Suena conocido, pero los resultados en nuestra tierra han sido nefastos; y tal pareciera que somos gobernados desde la “demarquía”, un término que fue acuñado por el filósofo australiano John Burnheim y que define un sistema político en el que el Estado es gobernado por ciudadanos elegidos aleatoriamente. Según Burnheim, de esa manera resultaría más fácil para el común de los ciudadanos participar en el gobierno del país.  Pero aquí, parece, se quedaron en la elección aleatoria y el que caiga donde caiga, mientras esté a favor del jefe, está dentro.

Del alemanismo al fidelismo, del fidelismo al duartismo; de mal en peor.