Aunque nunca me invitaron, lamento mucho que este año se haya cancelado la patriótica cena que tradicionalmente se celebraba tras la ceremonia del Grito de Independencia. Exageran quienes dicen que era un despilfarro, la del año 2013 costó 17 millones de pesos y la del 2014, 19. Si somos 120 millones de mexicanos nos toca de a 50 centavos, bien podemos pagarlos para recompenzar el esfuerzo y el gran trabajo que por nosotros hacen tan honorables personalidades. Me preocupa que se queden sin cenar el señor presidente, su respetable esposa (esa mujer tan sencilla) y sus cuates más cercanos nada más porque 43 muchachos, que el presidente no secuestró, no aparecen; porque la chismosa de Carmen Aristegui hizo un escándalo por la casa que se compró la primera dama con el producto de su trabajo y su talento, y porque un señor, también a base de talento y esfuerzo, construyó un túnel para salir a pasear.
Me preocupa, especialmente, que se vaya a la cama en ayunas un señor de nombre Francisco.
Digámoslo en décima

¡Viva México, cabrones!
gritará esta noche Peña
porque ignora que La dueña
lo privará de sus dones.
Son muy justas sus razones,
no es solo por rebeldía,
berrinche o descortesía;
al no haber cena de gala
se quedará la chavala
con la barriga vacía.

Con la barriga vacía
el corazón está triste
y hoy no habrá ni un alpiste
para la Gaviota impía.
Por lo menos este día
se ha cerrado la alacena
y no habrá barriga llena.
¡Qué bonito es lo bonito!,
en esta noche de grito
ni siquiera Pancho cena.

Ver También: ¿Suave Patria?

 

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