Siendo Jefe de Zonas de Supervisión, don Juan organizó una serie de cruzadas por las 12 zonas escolares que estaban bajo su jurisdicción para fomentar los valores de la cultura indígena tanto en el arte como en los deportes y los cultivos. La gente respondía con entusiasmo pero la eficiencia y el compromiso con el trabajo suele producir muchas incomodidades, el reciente despido de Carmen Aristegui (periodista y equipo de trabajo con quienes nos solidarizamos desde esta columna) lo demuestra una vez más. Don Juan sufrió un acoso que llegó al secuestro y, aunque salió triunfante del litigio, la desazón (a la que se sumó un trágico accidente) lo llevó a abandonar su zona y trasladarse a Xalapa. Juan Hernández Ramírez continúa su relato.
Tlen nejnenketl itonaltlajkuilol (La bitácora del nómada)
Maseualtlamachtijketl,
onkajsitlalimej iuan totomej kuikatl
tlen tlatlauiaj
ika totlauil.
In ueuejtlajtoli
tlatsotsontli, kiuauitl mijtotili,
xochipitsauak, pixkailjuitl
ika kopalij iuan tlaxcali inajuiyaka
san ika toxochitlajtoli uelis moijkuilos.
Maestro indígena,
hay canto de pájaros y estrellas
que sólo alumbran
con nuestra luz.
La palabra de los ancestros,
la música, la danza de la lluvia,
el xochipitsauak, el ritual de la cosecha
con olor a copal y el sabor de la tortilla,
sólo pueden escribirse con poemas nuestros.
(Juan Hernández Ramírez)
Todos estaban muy entusiasmados y la gente respondía a lo que le decíamos, esto duró cerca de 10 años, sin embargo no todo es dulzura, algunos maestros se inconformaron porque dijeron que esto no era posible, que quién iba a pagar las horas extra, que no era posible que regresáramos al «taparrabismo» (recuerdo que usaron esa palabra), que si íbamos a empezar a construir pirámides. Con esos argumentos se vinieron a quejar con el cacique la educación, Juan Nicolás Callejas; los protegió y tuve una persecución muy dura, me secuestraron durante varios días en mi propia oficina, me encerraron ahí en el mes de mayo de 1990. Me acusaron de vender plazas, me acusaron de vende becas, me acusaron de abusar de las jóvenes para darles plazas, me acusaron de todo. En vez de que el sindicato me protegiera como trabajador, era el que me acusaba ante la Secretaría de Educación Pública. Vinieron muchísimas investigaciones, en la última de plano reuní a los directivos de cada área y les dije:
-Miren, yo ya no aguanto, díganme si entregamos esta cuestión y, si ustedes dicen, yo me retiro, yo no tengo necesidad de estar confrontando a los compañeros ni de que me acusan de algo que no he hecho pero si ustedes dicen que sostengamos la lucha, la sostenemos, no hay ningún problema, ustedes me conocen, pero eso sí, quiero que venga una investigación tripartita; que esté la Secretaría de Educación Pública, que esté el sindicato pero también quiero que haya alguien de Gobernación y si yo tengo alguna culpa, no solo renuncio al cargo, renuncio a mi plaza y me retiro.
Se hizo esa investigación y gané el pleito, me entregaron las oficinas y seguí trabajando pero sentí que ya no era igual.
El canto oscuro
Kuamojmojlti
ika tsintlayouatok ikuik,
se tlamantli tlatejtemoua.
El tecolote
con su canto oscuro,
augura un acontecimiento.
(Juan Hernández Ramírez)
Nosotros somos muy creyentes de las cosas buenas y malas, y hasta hace poco me vine a enterar de que la última noche que estuve encerrado en la oficina junto con mi esposa y algunos compañeros y amigos, hicieron un acto de brujería, prendieron copal, prendieron velas de cera, mataron pollos y no sé qué tanto hicieron; no recuerdo si fue a fines de mayo o principios de junio pero el 29 junio mi esposa me dijo:
-Yo soy madrina de los alumnos que egresan del Centro de Integración Social, acompáñame
-No tengo ganas de ir, no quiero ir
Ella estaba muy contenta, muy alegre
-Acompáñame, hombre
-Bueno, vamos
Salimos y pasaba un camión Barra Álamo, todo jodido y le digo:
-No te subas, ahí viene un Estrella Blanca, vámonos en ese, está más cómodo
-No, es que todos los compañeros van aquí
-Bueno, lo que tú digas, vámonos
Nos subimos en ese camión destartalado. En esa carretera hay una pendiente muy fea, son puras curvas y de bajada; luego sentí que el carro no agarraba los frenos, el chofer fue controlándolo hasta que nos volteamos. Murió mi esposa y dos compañeros.
De ese matrimonio tengo tres hijos que me quedaron chiquitos, ¿y ahora qué hago?, dije; afortunadamente se vino a vivir mi hermana con su esposo y me cuidaron los tres niños, sin embargo quedaron muchas heridas, la familia de mi esposa me empezó a ver mal, me dijeron que yo era culpable de todo, sentí que me querían quitar a mis hijos. Anduve tomando y cuando me di cuenta de que mis hijos se estaban yendo de aquel lado, me retiré de la tomadera y dije aquí no voy a hacer más, mejor me voy. Tenía la promesa de que me iban a recibir aquí, en Xalapa, y en 1992 me vine para acá. Le dije a una compañera que trabajaba conmigo:
-Si quieres irte conmigo, vámonos, nada más que vas a cuidar a mis hijos
Y se vino conmigo, por cierto, hasta ahorita vive conmigo y con ella tengo otros dos hijos, ya grandes, uno está en universidad y la otra está en el bachillerato.
Ni asitok ipan ueyi altepeko (A la gran ciudad he llegado)
In ueyi altepetl
Ni asitok ipan ueyi altepeko
Cholojtok ejekatl
iuan axkiitstok tonatij ixayak.
Kej ipan tepatlaktli tinejnemis
kampa tlali motlaltoya.
Kali axkimachilia
ejekatl.
Axonkaj totomej,
tiokuatinij iuan auamej,
chontalmej nochi kuatinij
iuan axkipiaj tlauili.
Altepetl
mochijtok axkana inik tlakamej,
inik nejnemisej
teposkauajmej
iuan tlen momatkeya
kionij yayauik poktli
tlen ejekatl.
La gran ciudad
A la gran ciudad he llegado.
El viento se ha ido
sin ver el rostro del sol.
Como en lajas caminas
donde estaba la tierra.
Aquí la vivienda no siente
el viento.
No hay pájaros,
encinos ni cedros;
todos los árboles son ajenos
y no tienen luz.
La ciudad,
no está hecha para los hombres,
sino para que caminen
las máquinas
y los que ya se acostumbraron,
beben el humo negro
del viento.
(Juan Hernández Ramírez)
Me vine a hacer una nueva vida, llegué a trabajar en la Dirección de Educación Indígena y a mi mujer la comisionaron a Culturas Populares. Sí me recibieron pero, como toda la educación en el Estado de Veracruz está controlada por el cacique hasta la fecha, me dieron una mesita y me congelaron porque, primero, tenía yo el estigma que me habían corrido de Chicontepec (aunque no me corrieron, yo gané el pleito) y, segundo, decían que yo era gente de Chargoy, el maestro que encabezó, a nivel estatal, ese movimiento de 1990 en el que se desconoció al cacique; dos periodos estuvo fuera y recuperó la Sección 32, ahora tiene el control nuevamente.
Nada más estaba yo vegentando y fue cuando empecé a escribir, de por sí la escritura me había llamado siempre la atención, en la escuela primaria leía todo lo que me llegaba a las manos. Nuestra casa era de paja, muy chiquita, solo era un cuarto donde estaba la cocina, el dormitorio y el comedor, el baño era el monte, y ahí vivía toda la familia. ¿Qué libros íbamos a tener?, pero en la primaria nos dieron algunos libros y ahí empecé a leer porque siempre tuve un espíritu de ir más allá, recuerdo que veía que el maestro Porfirio Ramírez Cerecedo (no sé si aún vive) era un excelente declamador y orador y veía cómo las mamás, el 10 mayo, empezaban a llorar por la poesía que él declamaba. Se me quedó grabado y ya un poquito más grande escuchaba una radio de Monterrey donde había concursos para componer canciones, yo mandaba mis composiciones pero nunca seleccionaron ninguna también concursé en algunas revistas, nunca gané nada pero creo que desde entonces traigo esto de la creación literaria.
(CONTINUARÁ)
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