La primera vez que Miguel Ángel Yunes Linares tuvo posibilidades de ser candidato del PRI a la gubernatura fue en la sucesión estatal de 1998; sólo que la oportunidad se le desvaneció el año previo ya que en la sucesión municipal de 1997 todos sus enemigos y cadáveres políticos que acumuló en los cinco años que despachó como secretario de Gobierno en la administración del gobernador Patricio Chirinos Calero le ajustaron cuentas y cobraron facturas como dirigente del priismo en Veracruz, propinándole tremenda derrota que marcó un récord histórico de ayuntamientos perdidos para el partido tricolor: 107 de 210 que existían en ese entonces.

Apabullado, Yunes Linares presentó su renuncia como presidente del CDE del PRI, no sin antes acusar públicamente de “traidor” a su archienemigo Fidel Herrera Beltrán, a la sazón diputado federal, quien se habría confabulado con otros destacados priistas veracruzanos para descarrilar el proyecto del ex secretario de Gobierno que pretendía suceder al año siguiente al gobernador Chirinos.

Y es que en aquella ocasión, entre los miembros de la nomenclatura priista se daba como un hecho que si Yunes Linares obtenía buenos resultados en la elección municipal nadie lo pararía después en su carrera por la gubernatura. Así, pues, al que sin querer le allanó el camino con la catástrofe priista fue al ex senador Miguel Alemán Velasco, quien en la sucesión estatal de 1992, a pesar de que encabezaba las preferencias electorales, fue desplazado por el presidente Carlos Salinas de Gortari y su influyente asesor José María Córdoba Montoya para postular a Chirinos, un economista de Pánuco, desarraigado de Veracruz, pero amigo y colaborador incondicional de ambos. La imposición del ex secretario de Desarrollo Urbano y Ecología se habría decidido porque en el círculo salinista advertían que Alemán, aún ejecutivo de Televisa, aspiraba a ser encartado para la sucesión presidencial de 1994, tal como lo pretendió hacer después en el 2000.

La anécdota viene a cuento porque ahora la historia estaría por repetirse pero con los aspirantes priistas a la gubernatura identificados con el actual grupo en el poder que está promoviendo ante el Congreso local una reforma política-electoral para elegir por única ocasión en 2016 un gobernador de transición, para un ejercicio administrativo de sólo dos años, con el pretexto de homologar la sucesión estatal con la elección federal de 2018.

Y es que tanto miembros de la dirigencia estatal del PRI como prominentes miembros de la militancia involucrados en la sucesión gubernamental de 2016 insisten una y otra vez que esta polémica reforma política-electoral no generará rupturas ni desbandadas en el partido tricolor, empero hay indicios de un creciente malestar interno que podría reflejarse en el voto de castigo en la elección de diputados federales del año entrante, para la cual se perfilan como candidatos algunos aspirantes duartistas a la gubernatura de dos años.

Precisamente el senador Héctor Yunes Landa, quien el pasado miércoles 10 fue el primero en reaccionar en contra de esta iniciativa en cuanto se turnó para su estudio a la LXIII Legislatura del estado, advirtió a través de un boletín titulado “Gubernatura de dos años, insensatez que pone en riesgo a Veracruz”, que “la porfía de hacer de la Constitución Política Local un traje a la medida constituye un retroceso inadmisible y una aventura peligrosa”, y fustigó que “la tentativa de asestar un golpe a la democracia para enmascarar la reelección de una facción implica anteponer la ambición al progreso de Veracruz”.

El senador priista dijo que “es preocupante y genera indignación pretender que la ley se ajuste al capricho.” Cuatro días después, el 14 de diciembre, Yunes Landa envió otro comunicado en el que refirió que a partir de la presentación de esta iniciativa, “diversas voces se han pronunciado en su contra”, mencionando, entre otros, a los ex alcaldes y diputados locales del PRI, Ricardo Ahued Bardahuil y David Velasco Chedraui, así como a su compañero de escaño Pepe Yunes Zorrilla, quien el pasado jueves 11 convocó a conferencia de prensa para expresar que si esta reforma política-electoral “no promueve la estabilidad económica y política sería bueno saber qué es lo que promueve y de todo corazón deseo que los cálculos no les fallen, que la cuentas las tengan claras para poder alcanzar este objetivo para quien lo promueve, superior a la estabilidad política y económica del estado”.

Héctor Yunes, por su parte, insistió en que su posición “no vulnera la unidad del partido político en el que milito desde hace 34 años, como se me pretende señalar”, y citó al tuxpeño Jesús Reyes Heroles, quien expresaba que “… mi partido nunca ha aspirado a la unanimidad. Que la unanimidad es supuesta o es impuesta. Que la unidad a través de la diversidad es real y voluntaria. Que es resultado de la libertad”. No obstante, Yunes Landa dijo saber que “esta posición nos ha puesto a varios en medio del debate y la polémica”, y que también “sé que esto nos expone a la intolerancia y a la revancha, sin embargo, confío en que se antepondrá el buen juicio”.

Ahora falta ver su reacción en cuanto se apruebe esta iniciativa, así como la de los aspirantes priistas a la diputación federal una vez que se confirme la imposición de otros candidatos identificados con el grupo en el poder. En el sur, por ejemplo, uno de sus aliados, el diputado local Renato Tronco Gómez, fue el primero en romper al renunciar al PVEM. Pero también se sabe de algunas mujeres priistas, como la ex diputada local por Pánuco y ex secretaria general del CDE del PRI, Anabel Ponce, quien se habría negado a ser delegada del partido tricolor en este proceso electoral.