El pasado domingo, el portal de noticias de Carmen Aristegui dio a conocer que el hogar particular de Peña Nieto en la Ciudad de México está a nombre de HIGA (una de las empresas socias en la licitación ferroviaria cancelada) y que vale unos siete millones de dólares.

La Presidencia aclaró –después de días de negar toda información a los colaboradores de la periodista– que la casa en cuestión pertenece a la mujer del gobernante, Angélica Rivera, y que ésta se la está pagando en abonos a la constructora favorita. Nada ilegal, pues. Ni siquiera el hecho de que a un mexicano con ingreso promedio (12 mil 850 dólares anuales, según la OCDE) le tomaría casi 545 años y ahorrar la totalidad de sus percepciones para comprarse un domicilio de valor semejante.

Cuestión de paciencia: quienes se integraron a la población económicamente activa en tiempos del tlatoani Axayácatl, padre de Moctezuma II, ya estarían estrenando casa en este 2014.

Peña no se inmutó y abordó un avión con destino final (es un decir) a Pekín, en donde a estas alturas estará desfaciendo el entuerto de la licitación cancelada.

Ya se anunció la disposición del gobierno mexicano (es otro decir) a indemnizar a satisfacción al socio chino perjudicado. Está por determinarse cuántos millones de dólares le costará al país la inquietud gubernamental por el “qué dirán”. Porque el concurso, como lo explicó de manera exhaustiva el secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, era impecable, y la licitación para construir un tren rápido entre la ciudad de México y Querétaro tenía como ganador a su único concursante, un conglomerado empresarial encabezado por una paraestatal china e integrado, además, por un par de empresas mexicanas, una propiedad de un pariente político de Carlos Salinas (GIA) y otra (HIGA), muy favorecida durante la gubernatura mexiquense de Enrique Peña Nieto.

Ayer, los ofendidos de Guerrero y de otras partes del país bloquearon durante tres horas el aeropuerto de Acapulco. Es la primera vez, que se recuerde, que se emprende una acción de esa envergadura. Se puede estar de acuerdo con ellos o no, pero están convirtiendo su rabia en historia. El régimen, por su parte, sigue enredado en la elaboración de historietas sórdidas, fársicas e impúdicas, y por mucha voluntad que se ponga no hay manera de tomarlo en serio.