La división de la sociedad en masas y minorías advierte un factor socio-psicológico del comportamiento humano, en donde el individuo se valora a sí mismo y no a su conjunto, por lo tanto se agrupa con sus iguales para mantener o tratar de mantener dominio o defensa sobre los otros, ya sea el de las minorías privilegiadas o las mayorías necesitadas.

El concepto de masa o muchedumbre, es cuantitativo, y ello establece el concepto de masas. Esas masas de la diversidad, se ha segmentado aún más, ya que la sociedad o sociedades, son siempre una unidad dinámica. Pero este dinamismo lo rigen las minorías especialmente cualificadas, es decir las del conocimiento del comportamiento; precisamente de estas integraciones sociales de personas, denominados masa. Y, ahí es en donde estriba el poder verdadero que dirige la realpolitik, ya que la masa en su conjunto de individuos, son personas no cualificadas. Es decir, que no tienen o no han tenido o no se han dado la oportunidad de migrar hacia las aptitudes de las minorías. De este modo sólo son meramente cantidad controlada y dominada por los entes rectores que son los intereses de las minorías; económica e intelectualmente apoderadas de lo que debería de ser un bien de la humanidad, y de ahí se rigen las normas, reglas y formas del control de las masas, que por lo tanto son cantidad y no cualidad.

Esta aglomeración de la población permite con mayor facilidad  el control del pensamiento y su movilidad hacia los intereses de quienes les controlan, y aquí recuerdo con frecuencia al escritor británico George Orwell, en su obra literaria 1984, en donde realiza una apología  del control de las masas y de los individuos con la vigilancia y sometimiento  a través de la televisión. Novela escrita entre 1947-1948, en donde nos describe un Estado vigilante, que lacera los Derechos Humanos y somete la libertad intelectual, en un totalitarismo de opresión por el poder, en un escenario indeseable en sí mismo, conduciendo a una sociedad distópica, a  “Un mundo feliz” de un gobierno con intereses futuristas en el que se conduce a los individuos a ser pequeños engranajes de un sistema de sometimiento económico-social, como en la obra de Aldous Huxley, en donde la distopía es el escenario.

Incarcerados como estamos ante las necesidades que nos establecen estos intereses, olvidamos la importancia del ser, y nos generamos eso, intereses creados en necesidades que nos van pesando a través del espacio-tiempo, teniéndonos sujetos con las cadenas de la economía, que no busca el bien común, sino preservar  las tendencias de quienes han dominado este mundo, lleno de contradicciones absurdas, que destruyen al hombre mismo. Y es evidente que esas masas en su cognitividad están sometidas al influjo degradante de los mass-media, que no construyen el pensamiento humano, sino que lo someted y destruye. Y esto genera todas estas diferencias entre los hombres que degradan a la humanidad.

Estamos ingresando en este país a un proceso de calendario electoral, que de hecho inició hace tiempo ya; que tiene por competencia el control de las necesidades y el voto del lumpen, que salta a la vista por dondequiera, deteriorados por una economía precaria, en un país y en un estado como Veracruz, inmensamente ricos, pero con agobio económico-social. Ahí esta el interés electorero de quienes pretenden alcanzar el poder. Y en un acto de ignominia deleznable, reparten desvergonzadamente “despensas” y “beneficios” transitorios, que no mejoran absolutamente en nada las necesidades primarias y sociales de estas masas, sino al contrario, las complican. Y con cinismo les registran, en un registro de la pobreza, que es el de la miseria humana. Prometiéndoles que esta vez les irá mejor.

No hay consciencia política, lo que hay, es insuficiencia política, que genera tensión en los puntos débiles de las sociedades, en donde la resistencia de estas agrupaciones es vulnerable a los diseños de campañas electorales con dádivas, que afectan a estas mismas sociedades, entrampándolos en una espiral de efectos negativos, que deterioran la condición del hombre-masa, exponiéndole a un mecanismo trágico que los conduce a ambas partes a la barbarie social.

De una dama con sentido común:

Si los hombres son mujeriegos, es porque las mujeres son hombreriegas.

De una distinguida señora:

Doctor. Ya vio ¡el espantajo! Que tenemos de alcalde.

Del saludo de la burocracia por las mañanas, ante la ya casi  conclusión del bienio:

Menos dííaas.