A menos de una semana de la llegada de la Policía Militar a la capital veracruzana, la violencia sigue igual o peor que antes.

Pareciera que en Xalapa el nivel de violencia no se reduce a pesar de que hay más policías en las calles, más patrullas y más cámaras de video para la vigilancia.

El pasado 23 del presente mes, tras la reunión que el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares sostuviera con el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, el ejecutivo veracruzano habló de la llegada de elementos de la Policía Militar para patrullar las calles de Xalapa. Fue –así se entendió– un intento desesperado por frenar la ola delictiva, más que una estrategia programada; en pocas palabras, esa medida obedeció a una situación de emergencia.

Ese anuncio de Yunes Linares se registró una semana después del hallazgo de nueve cuerpos desmembrados en un céntrico punto de la ciudad. El 14 de enero, también, un hombre (después se supo que era elemento de la Secretaría de Seguridad Pública del gobierno estatal adscrito al penal de Pacho Viejo) fue asesinado a balazos muy cerca de las sedes de los poderes Legislativo y Judicial de la entidad.

Esos lamentables hechos de violencia extrema encendieron los focos rojos en materia de seguridad pública y motivaron, de igual manera, la reunión entre Yunes y el general Cienfuegos.

En Xalapa, comerciantes y sectores productivos expresaron su optimismo por la llegada de esa fuerza federal; incluso, el alcalde Hipólito Rodríguez Herrero, del Movimiento de Regeneración Nacional, habló de la necesaria coordinación entre los tres niveles de gobierno en el tema de la seguridad pública.

La presencia de la Policía Militar a Xalapa, decía, se concretó el pasado 23 de enero, cuando llamó la atención los recorridos de la fuerza federal por las calles más céntricas de la capital veracruzana; sin embargo, pasaron cuatro días y otro problema de violencia conmocionó a una sociedad cada vez más preocupada, incluso alarmada por los niveles que alcanza la inseguridad: este sábado por la madrugada, sujetos desconocidos abrieron fuego en el centro de Xalapa; dos personas fueron asesinadas y se habló al menos de cuatro heridos, entre ellos, una mujer que recibió diez impactos de bala.

El asunto, de forma inevitable, nos lleva a la reflexión sobre los niveles que registra la violencia derivada, aparentemente, de grupos de la delincuencia organizada.

En la capital del estado, cada vez son más graves los hechos delictivos y violentos, las ejecuciones y el hallazgo de cuerpos; y esto sucede a pesar de los esfuerzos gubernamentales para enfrentar esta situación.

Nadie puede afirmar que el gobierno se ha cruzado de brazos ante un problema que, además, está convertido en fenómeno nacional; lo cierto es que a pesar de que ahora hay más policías en el estado de Veracruz, de que hay más patrullaje y mayor vigilancia, incluso con cámaras de video;  de que a la entidad han llegado elementos de corporaciones federales, como la Gendarmería y las policías Naval y Militar; la violencia sigue prácticamente igual o peor que antes.

Nunca, en la historia contemporánea de Xalapa, se habían registrado un problema similar en temas de seguridad pública: balaceras en el centro, hallazgos de cadáveres casi en el primer cuadro de la ciudad, y cuerpos desmembrados. Es un escenario muy parecido, guardadas las proporciones, al que se registra en un país en conflicto bélico.

Estos hechos de violencia no dejan de ser un reto que plantean los grupos delictivos a los gobiernos estatal y federal, a cargo de la vigilancia en la capital veracruzana; es como si se tratara de un mensaje en el sentido de que no sirve la llegada de más tropas, porque no tienen la capacidad para vigilar todo el territorio durante todo el tiempo.

Esperemos que las instancias responsables de la seguridad pública y del combate al crimen tengan la capacidad para resolver un problema que, al menos hasta el momento, les ha quedado grande. @luisromero85