Prisión de Reading, marzo de 1897.

Oscar Wilde a Lord Alfred Douglas

 

“En la escritura, la pérdida del sentido de la medida, destruye el mensaje. No he hecho más que tratar de expresar mejor mis impresiones, de encontrarle un equivalente exacto a mi estado de ánimo. Las sensaciones más inmediatas son, con frecuencia, las más difíciles de transmitir. Acepto que es ésta una carta rigurosa. No he ahorrado nada. Podrías decirme que, luego de aceptar, que pesarte con el más nimio de mis dolores, la más mezquina de mis pérdidas, sería realmente injusto hacia ti. Eso ha sido lo que he hecho, un pesaje minucioso, escrúpulo a escrúpulo, de tu comportamiento.

Sin embargo, no debes olvidar que has sido tú mismo quien se ha subido a la báscula. Debes recordar eso, si la balanza en la que estás colocado salta y golpea el ástil, al ser pesada contra un mero instante de mi cautiverio. Fue la soberbia la que te hizo elegir las pesas del equilibrio y te obligo a aferrarte a ellas. El mayor error psicológico de nuestra amistad fue su desproporción. Te empujaste a ti mismo, a llevar una vida que te quedaba ancha, ya que su órbita trascendía tu capacidad, y los pensamientos, pasiones y actos que te exigía eran demasiado intensos e interesantes para ti. Estaban excesivamente colmados de consecuencias extraordinarias o escalofriantes. Tú vida insignificante, tan llena de caprichos y cambios de humor, era admirable dentro de su pequeña esfera. Era admirable en Oxford, donde lo peor, lo que podía sucederte era tener que tolerar un regaño del decano o un discurso del rector. Cuando dejaste Oxford, no deberías haberte salido de tu esfera. Tu excentricidad irreflexiva era un crimen. La juventud siempre es excéntrica; pero el obligarme a mí a pagar tus deslices, supuso la desdicha para ambos. No debiste haberte aferrado a un hombre de letras. Un artista, para quien, tu presencia continua, significaba la total destrucción, de todo trabajo hermoso. Porque paralizaba sus facultades creativas.

La vida familiar, no es una bandera roja, para ondearla por las calles, ni un clarín para hacerlo sonar por los tejados. Tú sacaste la domesticidad de su esfera. Y quienes salen de su esfera cambian sólo de ambiente no de naturaleza. No adquieren los pensamientos ni las pasiones propias de la esfera a la que pasan. Las fuerzas emocionales, son tan limitadas en extensión. Las grandes pasiones son para los grandes de alma. Las dudas, no ayudan en absoluto, porque provienen no de la desconfianza…si no de un dilema de la voluntad”.

De la condición de la pasión

De esa voluntad, se carece. Se carece, de pasión, porque quien tiene pasión, nace en su condición de ella. Se construye en la genética y van emergiendo en el trascurrir de las experiencias de la vida. Pero la intensidad de estas, no son para cualquiera, sino para los seres mágicos, que fueron iluminados con ella y cuando se descubren estos seres, su magia, es tan fuerte, que, si te tocan una vez, te atrapan para siempre. Pero, he ahí la bienaventuranza, cuando les descubres, ya no les dejes ir, sería un error de la voluntad, porque, la voluntad y la pasión son el arte precisamente que despierta el equilibrio que trasciende.

Pasión y voluntad, emociones y sensibilidad, que electrizan los cuerpos y dominan la mente, que se exalta, ante tanta energía sistemática, que se conduce en sensaciones electrizantes que motivan e impulsan las emociones y la fuerza de la voluntad.

En esas emociones, esta el ser, y la existencia.

Existencia de inmensas sensaciones, tocan  el cielo, el universo y su infinito.  Vibra la profundidad de la tierra, en la que se vive. Se vive y se existe, ante una voluntad, de impulsos sensoriales para la creación de la vida. Y entonces, se es.

Otra vez Froylán

Un tanto Kafkiano: Las más de las veces, te sientes más seguro encadenado que cuando supones que estas libre.

Filosofía de Cardel: No olvides que el enemigo jamás deja de tener miedo.

Pudo ser de Gandhi: Pobreza, la peor de la violencias.

Que es de Gracián: No somos muchos; somos mucho.

Del Gato Culto: Si la verdad es sospechosa, imagínate la mentira.

Recordaba Lajous lo que dijo el torero Cagancho, en la frontera norte, cuando alguien le inquirió si hablaba en inglés: Ni Dios lo quiera, viejito…