El periodista de El Universal, Salvador García Soto aventura en su columna Serpientes y Escaleras la tesis de que Javier Duarte pudiera estar muerto.

Dice que ante la incapacidad del aparato de seguridad federal, encabezado por células de inteligencia de la Secretaría de Marina, para atrapar al prófugo después de tres meses de búsqueda y operativos fallidos, cunden dos sospechas: una, que haya un infiltrado entre quienes se dedican a buscarlo que le esté dando el “pitazo” y dos, que el ex gobernador de Veracruz esté muerto.

Pero el mismo García Soto dice que quienes andan tras el prófugo le dijeron que no tienen ningún elemento que apunte a su muerte.

¿Javier Duarte muerto? Ni lo quiera Dios. Parafraseando a un bolero del Parque Juárez que se enteró del chisme: “Primero que lo atrapen, luego que le quiten todo lo que se robó y luego si quiere morirse, pues que se muera”.

El tipo sigue a salto de mata contando seguramente con la complicidad de sujetos cercanos a su búsqueda que en efecto, deben darle “pitazos” para que continúe su loca carrera que irremediablemente lo llevará a la cárcel.

Pero de que su muerte alegraría a muchos eso que ni qué.

Gente de su cercanía como secretarios, directores, coordinadores y diputados que durante su sexenio lo ayudaron a saquear Veracruz, y que saben que el fugitivo cuenta con elementos para inculparlos, verían el cielo abierto si les dieran tan agradable noticia.

Otro beneficiario sería el ex gobernador, Fidel Herrera Beltrán.

El nopaltepecano le heredó el poder a Duarte no por su linda cara, sino porque fue su principal cómplice y encubridor. Si alguien sabe los tejes y manejes de Fidel durante su administración ese se llama Javier Duarte de Ochoa.

Casi a principios del sexenio de Duarte, cuando andaba el run run sobre una posible denuncia del gobierno estatal contra Fidel por actos de corrupción y desvío de recursos, un columnista amigo me dijo: “Eso nunca sucederá. Entre Duarte y Fidel existe algo más poderoso que la amistad que es la complicidad. Si Duarte encarcela  a Fidel éste lo primero que hará será decirle ‘Tu fuiste quien me ayudó a robar. Si yo soy responsable, tu también lo eres’”.

Pero las cosas han cambiado.

El día que atrapen a un Javier Duarte sin fuero, sin poder y sobre todo sin amigos que lo ayuden a salir del hoyo, no querrá ir sólo al cadalso y dará a conocer los nombres de sus cómplices. Y es casi seguro que salga a relucir el de Fidel Herrera Beltrán, por lo que la noticia de su muerte sería una formidable bocanada de oxígeno para el alicaído ex cónsul.

Fidel sabe que si cae Javier en prisión, él puede correr la misma suerte.

Para acabar pronto, nadie del círculo cercano a Duarte desea que lo atrapen porque cuando eso suceda hará embarradera de ex colaboradores.

Vivo se ha convertido en una pesadilla para sus compinches que han de tener muy malo el sueño debido a la zozobra. Muerto, las cosas cambiarían y la olla se despresurizaría.

En lo personal no creo que Javier esté muerto ni que su vida corra peligro. Donde sí peligrará tanto la de él como la de su esposa Karime será cuando ya estén en prisión.

Por mucha protección que compren dentro de un penal nada les garantizará que no les pase algo grave. Por lo que mucho cuidado deberán tener sus carceleros de que no amanezcan “suicidados”.

No hay que olvidar que si Duarte es un pez gordo; para la PGR y el SAT la ex primera dama es el “cerebro” de la banda, y tanto ella como su marido tienen pelos y señales de quienes los ayudaron en el atraco a Veracruz.

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