Parece que en temas como respeto a las libertades civiles, eficiencia de las instituciones y seguridad, Veracruz no está cumpliendo sus tareas. Aunque no está considerada como una de las entidades más rezagadas en desarrollo democrático (como Tamaulipas, Guerrero, Chihuahua, Puebla, Durango, Estado de México y Michoacán), lo cierto es que el lugar que ocupa no es de privilegio.

Un estudio realizado por la Fundación Konrad Adenauer, la consultora Polilat y la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) considera que si bien Veracruz se salva de ser considerada entre las ocho entidades con desarrollo mínimo, en cambio es de las de bajo desarrollo, lo que le ubica en el sitio 20 (de 32) en el ranking.

Y es que de 10,000 puntos posibles (que solo Yucatán obtiene), nuestra entidad apenas alcanza 4,168, una cifra que la reprueba y le impone retos muy importantes en los temas considerados por el estudio, si bien es cierto que se distancia de sus estados vecinos Tamaulipas, que se ubica en el último lugar con 1,789, y de Puebla (lugar 29), que obtuvo 2,828.

Los resultados del análisis presentado por los tres organismos participantes señalan que el promedio nacional del Índice de Desarrollo Democrático (IDD) es de 5,037, lo que significa que la entidad se colocó cerca de mil puntos debajo de la media y más de 5,500 debajo de Yucatán.

El IDD se calcula evaluando el respeto a los derechos políticos y a las libertades civiles, así como la calidad de las instituciones locales y, para ello, se toman en cuenta indicadores objetivos (estadísticas oficiales) y las percepciones de la población (encuestas).

Los ocho estados más rezagados tienen en común, según el estudio, problemas de inseguridad, ineficiencia de las instituciones y sus gobernantes, y restricciones a las libertades civiles, lo que les ha retrasado en materia de desarrollo democrático. Aunque Veracruz no se incluya en este furgón de cola, lo cierto es que cojeamos en los tres indicadores.

En el ranking, cinco entidades fueron consideradas como con alto desarrollo democrático: Yucatán, Baja California Sur, Coahuila, Distrito Federal y Guanajuato.

Con desarrollo medio, del lugar 6 al 17, se listan Colima, Querétaro, Nuevo León, Nayarit, Morelos, Hidalgo, Oaxaca, Campeche, Tlaxcala, Baja California, Jalisco y Aguascalientes.

Las entidades consideradas con bajo desarrollo democrático, las que ocupan los lugares del 18 al 25, son: San Luis Potosí, Tabasco, Veracruz, Sonora, Quintana Roo, Zacatecas, Chiapas y Sinaloa.

Y, por lo visto, será muy difícil remontar lugares mientras persista la violencia e inseguridad; mientras los poderes legislativo y judicial sigan totalmente supeditados al mandato del ejecutivo; mientras no existan las garantías para el ejercicio pleno de la libertad de expresión y los partidos políticos, incluidos los de oposición, y las instancias electorales, sigan siendo manejados por el gobierno estatal.

Cada vez más vulnerables

No hemos recibido un fenómeno meteorológico de gran calibre como los que se han anunciado para la temporada de huracanes 2014, no ha habido esas demostraciones de violencia natural con que se prodigan los meses de junio a septiembre y, sin embargo, las afectaciones han sido importantes, principalmente en la zona costera que incluye a la zona conurbada Veracruz-Boca del Río.

Al menos en siete municipios se identifican daños en vías de comunicación, calles y avenidas, viviendas y campos de cultivo. Y apenas fue el primer aviso de lo que ocurrirá en la entidad.

Aunque se lanzaron alertas, ni siquiera las autoridades de Protección Civil pudieron prever el enorme volumen de lluvia que cayó en la zona porteña y que inundó calles, edificios y plazas comerciales.

Y no solo es culpable el cambio climático global, un término que nos ayuda a explicar casi cualquier fenómeno que se salga de lo que estábamos acostumbrados, un poco como en el gobierno de Felipe Calderón cualquier crimen se explicaba como parte del accionar de las bandas criminales, para dejarlo todo en la impunidad.

Desgraciadamente estamos pagando el costo de un desarrollo urbano absolutamente anárquico que, para colmo, se sigue reproduciendo en todo el país.

De poco servirá prever la ruta de huracanes o tormentas tropicales y alertar a la población para que busque los refugios que estarán disponibles en sitios más seguros; de mucho menos servirá que se prepare la población para efectos que ni las propias autoridades pueden predecir.

En todo el territorio, los ríos están azolvados, los canales naturales de desahogo están bloqueados con desarrollos habitacionales o por represas creadas por la construcción de avenidas y carreteras, los cuerpos de agua y humedales han sido destruidos, los conductos de drenaje y tragatormentas se han saturado con toneladas de basura y las pendientes amenazan con desgajarse y tragarse poblaciones enteras.

Prevenir no se resuelve solo con anunciar la llegada de huracanes o tormentas. No solo se necesita saber que pronto seremos golpeados para que nos dé tiempo de ponernos almohadas en los sitios en que recibiremos los golpes.

Hace falta realizar obras que permitan una mayor capacidad para desalojar el exceso de agua, evitar la construcción en sitios vulnerables y realizar trabajos de ingeniería hidráulica que amortigüen los efectos de los fenómenos meteorológicos. De otra manera, nos seguiremos inundando y nuestra economía se verá afectada permanentemente.

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