Todos los veracruzanos nos planteamos en estos momentos infinidad de interrogantes que quisiéramos las respondieran quienes están al frente del gobierno estatal:

¿Por qué tanta violencia y tanta actividad delincuencial a lo largo y ancho del estado? ¿Por qué no el crecimiento de la economía? ¿Por qué no la inversión y la creación de fuentes de empleo permanente, entre muchos otros de los problemas que enfrentamos? Por la simple y sencilla razón de que en los tiempos que corren, todos ellos derivan, esencialmente, de la falta de respeto de la ley, de la casi total inexistencia de un Estado de derecho real y efectivo.

En pocas palabras, lo que explica en una muy buena parte el desastre en el que hemos convertido al estado en los últimos casi once años años, es el fortalecimiento y la popularización de la cultura de la ilegalidad, del desprecio sistemático y permanente de la ley. Esto es la tarea de todos los hombres del poder, casi todo el tiempo.

En consecuencia, pues, si en verdad queremos empezar a enfrentar los problemas que parecen arrastrarnos inevitablemente a la debacle, hay que empezar por la fuente que generó este desastre: El desprecio de la legalidad y la violación de la ley como cultura nacional, como la religión de todos los veracruzanos.

¿Duda de que esto sea objetivo, que refleje lo que enfrentamos, y sea lo más adecuado para empezar a enfrentar y resolver los problemas del país? De ser así, le pedimos, estimado lector, que por favor vea a su alrededor y tome cualquier situación que le parezca un problema. Si lo hiciere, seguramente pensaría o gritaría molesto: ¡Cuál Estado de derecho! De no convencerse, ¿cuál sería entonces su propuesta?

Por lo demás, no obstante que el planteamiento es muy claro y sencillo, fácil de entender, queda una duda, ¿lo entenderá el gobernante?