Cuitláhuac García, candidato de Morena a la gubernatura de dos años, ha sido muy cuidadoso en su campaña. Entiende que es muy poco conocido en la entidad y que su principal activo -si no es que único-, es la figura de Andrés Manuel López Obrador.

Su discurso es una copia de lo que Andrés Manuel ha propagado la última década y en los debates ha evitado las confrontaciones directas con los dos aspirantes que -aunque él lo siga negando- lo superan en todas las encuestas, Héctor y Miguel Ángel Yunes.

Entiende que la mejor forma de sumar votos es manteniéndose al margen de la guerra de lodo en la que se han enfrascado los primos hermanos, y ya en las encuestas del primer mes se hizo evidente que él está siendo el más beneficiado.

Salvo que ocurrieran circunstancias extraordinarias, totalmente fuera de control, las posibilidades de Cuitláhuac García de imponerse en esta elección son mínimas. Él así lo asumió desde que aceptó ser el candidato de Morena, y aunque hoy las encuestas pinten otro panorama, el resultado final no habrá de variar.

El peor error que puede cometer el joven xalapeño es creérsela. Dar por hecho que tiene posibilidades reales de triunfo, y salirse de ese guión que con tanto cuidado elaboraron sus estrategas.

El objetivo de Morena es ganar la gubernatura de Veracruz, sí, pero en el 2018. Con el mismo candidato de ahora, con la ventaja de que dentro de dos años será mucho más conocido y tendrá como bono adicional que al mismo tiempo Andrés Manuel López Obrador estará haciendo campaña rumbo a la Presidencia.

A lo máximo que puede aspirar Cuitláhuac en este proceso electoral es a ocupar la segunda posición y ser reconocido en toda la entidad como un rival fuerte, con estructura y presencia en todo el territorio estatal.

Las recientes encuestas de Reforma y El Universal ubican al abanderado de Morena muy cerca ya de los Yunes, y no falta quien haga cálculos alegres y suponga que en el mes que falta de campaña, siguiendo el ritmo que lo acercó a sus más fuertes competidores, podrá rebasarlos.

Las cuentas, sin embargo, no se hacen de forma tan simple. Cuitláhuac García tiene un tope, un límite hasta el que habrá de llegar. No crecerá más por la sencilla razón de que son muy pocos los que lo conocen. Su extraordinario ascenso en el primer mes de campaña obedece a los puntos porcentuales que ha perdido Miguel Ángel Yunes Linares. Eso ya estaba calculado. Perredistas inconformes con la designación de un panista, y panistas molestos por la imposición de un candidato con antecedentes tan negativos, han encontrado en Morena el instrumento para manifestar su desacuerdo.

A partir de la aparición de encuestas que lo colocan muy cerca de los punteros, las más diversas plumas, tanto de la capital del país como de Veracruz se han lanzado a especular sobre un escenario que nadie imaginaba hace 30 días.

Ricardo Alemán, en el periódico Milenio, advierte que en Veracruz se puede replicar la estrategia del «Juanito» que inventó Andrés Manuel López Obrador en Iztapalapa, o sea, la postulación de una figura decorativa, a la que se obligaría a renunciar en caso de obtener el triunfo, para imponer a un sustituto afín a intereses de un grupo político.

Carlos Elizondo Mayer-Serra, en Excélsior, sugiere que tanto la actual legislación electoral, que ha favorecido a Andrés Manuel López Obrador, como las estrategias erróneas de priistas, panistas y perredistas, le han sumado votos a Morena, que saldrá fortalecido en las elecciones de este año y será un fuerte contendiente en el 2018.

Todo es cuestión de que no se salgan de su discurso y que dejen que sea el electorado el que los coloque en un sitio preponderante.

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