Camarada, esto no es un libro,
el que lo toca, toca a un hombre.
Walt Whitman.
Hojas de hierba.
Walt Whitman fue sobreviviente de un sino que lo rodeaba, en su texto Walt Whitman, el divino impostor, Rafael Narbona nos informa:
«Su hermano Jessie murió en un manicomio. Se especula que perdió la razón por culpa de una enfermedad venérea. Su hermana Mary se casó con un carpintero alcohólico y huraño. Hannah no tuvo más suerte. Neurótica e hipocondríaca, sufrió los malos tratos de su marido, un pintor de paisajes de tercera fila. Andrew se desposó con una prostituta y murió prematuramente a causa del alcoholismo y la tuberculosis. Edward, el más pequeño, nació con una severa minusvalía física y mental. Sólo George, que se convirtió en un heroico veterano de la Guerra Civil, y Jeff –el más querido por Walt e ingeniero de éxito–, escaparon de lo que parecía una maldición familiar».
A ese dichoso azar, deben las letras inglesas y universales una de sus glorias, Whitman influyó en Pound, William Carlos Williams, Ginsberg, Darío, Martí, Pavese, García Lorca, Neruda, Huidobro, Borges y tantos más.
Walter Whitman nació hace exactamente doscientos años, el 31 de mayo de 1819, en Nueva York. Desde pequeño fue llamado Walt para evitar confusiones con su padre, que tenía el mismo nombre. «Abandonó —prosigue Narbona— la escuela a los once años. Trabajó en la construcción, se formó como cajista en un taller de impresión, impartió clases como maestro y ejerció de periodista y editor. Fundó el Long Islander y fue redactor del New York Aurora».
En 1855, «tras escribir en media docena de periódicos y publicar un puñado de cuentos mediocres, se produciría ‹el punto de ebullición› que le hizo sacar a la luz la primera edición de Hojas de hierba, 795 ejemplares costeados por su propio bolsillo»
Aunque en un principio fue rechazado por la crítica y calificado de «impiedad libidinosa y audacia fálica», a partir de una carta de Emerson en la que aseguró que el poema marcaba «el comienzo de una gran carrera», Hojas de hierba cobró tal prestigio que colocó a su autor, según sostiene Ana Rosa González Matute, «a la vanguardia de la literatura en lengua inglesa (influye en poetas como Ezra Pound, Carl Sandburg o William Carlos Williams) y, mucho más significativamente, a la vanguardia de la literatura mundial (influye, sobre todo, en el futurismo, creacionismo, imaginismo, ultraísmo y en poetas tan diversos como Darío, Martí, Marinetti, Pavese, García Lorca, Apollinaire, Neruda, Huidobro, Ginsberg). En Hojas de hierba (libro que corrige y amplía a lo largo de su vida), a través de un proceso en donde los recursos estilísticos se combinan de manera intrincada, Whitman huye del metro, de la rima, de la alineación clásica de los versos, se lanza a expresar lo no dicho sobre el mundo por medio de un lenguaje nuevo, mundano, casi tan vasto como la realidad que recrea. Le imparte a su poesía un sentido muy preciso, directo, por medio de palabras que abarcan diversos sustratos de la lengua (coloquiales, filosóficos, científicos, neologismos), e incluye frases banales o comunes sobre el tiempo, la naturaleza, los espacios, las ciudades, los animales y él mismo. Parece decir ‹soy todo el hombre› y se revela como ‹turbulento, carnal, sensual›, terreno, desmesurado, infinito. ‹No más modesto que inmodesto›. Rechaza el uso de vocablos con prestigio literario para crear una poesía vinculada a la experiencia real o, al decir de Merleau-Ponty, un mundo gemelo al de la carne y de la vida».
Borges afirma que Whitman establece «una relación personal con cada futuro lector. Se confunde con él y dialoga con el otro, con Whitman: ¿Qué oyes, Walt Whitman?
«Así se desdobló en el Whitman eterno, en ese amigo que es un viejo poeta americano de mil ochocientos y tantos y también su leyenda y también cada uno de nosotros y también la felicidad».
Es mucho lo que se ha escrito gracias a Whitman y en honor a él, iniciamos la celebración de su bicentenario el soneto de Darío y la oda de Neruda.
WALT WHITMAN
Rubén Darío
En su país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo
algo que impera y vence con noble encanto.
Su alma del infinito parece espejo;
son sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble añejo
como un profeta nuevo canta su canto.
Sacerdote, que alienta soplo divino,
anuncia en el futuro, tiempo mejor.
Dice el águila: «¡Vuela!», «¡Boga!», al marino,
y «¡Trabaja!», al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino
con su soberbio rostro de emperador!
ODA A WALT WHITMAN
Pablo Neruda
Yo no recuerdo
a qué edad,
ni dónde,
si en el gran Sur mojado
o en la costa
temible, bajo el breve
grito de las gaviotas,
toqué una mano y era
la mano de Walt Whitman:
pisé la tierra
con los pies desnudos,
anduve sobre el pasto,
sobre el firme rocío
de Walt Whitman.
Durante
mi juventud
toda
me acompañó esa mano,
ese rocío,
su firmeza de pino patriarca, su extensión de
pradera,
y su misión de paz circulatoria.
Sin
desdeñar
los dones
de la tierra,
la copiosa
curva del capitel,
ni la inicial
purpúrea
de la sabiduría,
tú
me enseñaste
a ser americano,
levantaste
mis ojos
a los libros,
hacia
el tesoro
de los cereales:
ancho,
en la claridad
de las llanuras,
me hiciste ver
el alto
monte
tutelar. Del eco
subterráneo,
para mí
recogiste
todo,
todo lo que nacía,
cosechaste
galopando en la alfalfa,
cortando para mí las amapolas,
visitando
los ríos,
acudiendo en la tarde
a las cocinas.
Pero no sólo
tierra
sacó a la luz
tu pala;
desenterraste
al hombre,
y el
esclavo
humillado
contigo, balanceando
la negra dignidad de su estatura,
caminó conquistando
la alegría.
Al fogonero,
abajo,
en la caldera,
mandaste
un canastito
de frutillas,
a todas las esquinas de tu pueblo
un verso
tuyo llegó de visita
y era como un trozo
de cuerpo limpio
el verso que llegaba,
como
tu propia barba pescadora
o el solemne camino de tus piernas de acacia.
Pasó entre los soldados
tu silueta
de bardo, de enfermero,
de cuidador nocturno
que conoce
el sonido
de la respiración en la agonía
y espera con la aurora
el silencioso
regreso
de la vida.
Buen panadero!
Primo hermano mayor
de mis raíces,
cúpula
de araucaria,
hace
ya
cien
años
que sobre el pasto tuyo
y sus germinaciones,
el viento
pasa
sin gastar tus ojos.
Nuevos
y crueles años en tu patria:
persecuciones,
lágrimas,
prisiones,
armas envenenadas
y guerras iracundas,
no han aplastado
la hierba de tu libro,
el manantial vital
de su frescura.
Y, ay!
los
que asesinaron
a Lincoln
ahora
se acuestan en su cama,
derribaron
su sitial
de olorosa madera
y erigieron un trono
por desventura y sangre
salpicado.
Pero
canta en
las estaciones
suburbanas
tu voz,
en
los
desembarcaderos
vespertinos
chapotea
como
un agua oscura
tu palabra,
tu pueblo
blanco
y negro,
pueblo
de pobres,
pueblo simple
como
todos
los pueblos,
no olvida
tu campana:
se congrega cantando
bajo
la magnitud
de tu espaciosa vida:
entre los pueblos con tu amor camina
acariciando
el desarrollo puro
de la fraternidad sobre la tierra.
(CONTINÚA)
SEGUNDA PARTE: Viejo hermoso de barba llena de mariposas
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