Es un hecho que el juicio al duartismo, al peñismo y a la fidelidad comenzó el 5 de junio de este año con la derrota histórica del PRI en las elecciones para cambiar gobernador. El PAN nunca antes había superado al tricolor como ocurrió en esta fecha tan memorable para la oposición de izquierda y de derecha. Por eso la debacle del gobernador Duarte quien se la ha pasado en estos últimos días que le quedan al frente de su gobierno, capoteando lo duro y lo tupido a su persona, a su familia, a sus amigos y compadres. Los veracruzanos tenemos la impresión de que, como los limosneros de la calle pide, extendiendo un viejo sombrero, con su físico demacrado y carcomido por las sacudidas diarias y a cada rato en la prensa;  arrastrando cadenas y sin ilusiones, “un poco de prestigio, por el amor de Dios…”

El PRI, en una tragicomedia, ha estado anunciando que el gobernador Javier Duarte será expulsado de las filas de ese partido por corrupción, enriquecimiento ilícito, peculado e incumplimiento del deber legal,  con el fin de evitar que la oposición (PAN-PRD) se sigan fortaleciendo en las elecciones que están próximas.

Esa decisión indica que ni el PRI ni el gobierno se han dado cuenta, o tal vez sí, que el gran estandarte del PAN, para ganar el mayor número de  alcaldías y la próxima gubernatura de seis años, es su antiduartismo, peñismo y fidelismo y que la punta de lanza con la cual terminará de abrir brecha es Javier Duarte y su pandilla.

 Los grandes enemigos del Estado y de los veracruzanos todos los conocemos. El grueso de la población (maestros, jubilados, trabajadores, universitarios, empresarios, agricultores, campesinos y estudiantes) consideran que desde Fidel Herrera y con Duarte se pervirtieron todas y cada una de las instituciones estatales, que torcieron las estructuras para intentar prolongar, por 30 años, su mandato y que incluso recurrieron al crimen para proteger sus aviesos intereses. Para Veracruz, Fidel, Duarte y sus familias son símbolo no sólo de corrupción sino de un ejercicio sucio y perverso del poder.

 Parece ser que hay el intento de juicio en contra de Javier Duarte y su camarilla de hampones quienes  a últimas fechas no han asomado la cabeza ni para defender a  su mecenas quien les dio permiso para agujerear el cajón y hacerse millonarios.

 Javier Duarte, sus consejeros y sus ex colaboradores  le han hecho y le siguen haciendo un gran daño al Estado, pero también al presidente Peña Nieto y por supuesto al Partido Revolucionario Institucional. La expulsión de Javier Duarte del PRI tal vez no determinará el triunfo del PAN y el PRD próximamente, aunque sí devolvería al gobierno y a esa institución partidista parte de la respetabilidad y credibilidad que han perdido.

 Mientras que el  partido en el poder no anuncie un claro, absoluto y definitivo rompimiento con  el gobernador de Veracruz, la oposición la tiene ganada. En el centro de las próximas elecciones no estará en disputa la democracia sino la derrota o el triunfo del duartismo-fidelismo-peñismo. Los veracruzanos saben que quizás no puedan derrotar a Duarte y compañía en los tribunales pero utilizarán la fuerza del sufragio para aniquilar todo lo que se vincule o tenga que ver con los que han gobernador desde hace doce años.

 En las urnas será enjuiciada no solamente la moral del duartismo –que nunca la ha habido- sino la podredumbre con todas sus ramificaciones e implicaciones. Castigarán el empobrecimiento de la clase media y la agudización de la miseria que por estudios realizados en el CONEVAL, 7 de cada 20 habitantes veracruzanos están encaramados en la pobreza, por eso hay tantos jodidos a lo largo y ancho del territorio estatal; el enriquecimiento de los funcionarios que a través de sus prestanombres crearon empresas fantasmas, compraron inmuebles, tierras, ranchos, flotilla de autos, camionetas, etcétera. Lo peor ha sido los nexos con  el narcotráfico, los grupos delincuenciales, lavado de dinero y los asesinatos y secuestros.

 El castigo de los jarochos se advierte implacable y más lo será si el PRI no se decide a pedirle a Duarte y compañía cuentas claras. De otra manera, el Revolucionario Institucional seguirá corriendo el riesgo no sólo de perder sino de seguir convertido en la segunda o tercera fuerza político-electoral en Veracruz. Eso debe ser lo realmente preocupante para la base priista y no la defensa de quien a gritos pide un poco de prestigio, por el amor de Dios…

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