Las tres preguntas principales que se hace la ciencia política son: ¿cómo se obtiene o se gana el poder?, ¿cómo se ejerce y conserva el poder? y ¿qué hace que el poder se pierda? La historia de la humanidad tiene este leitmotiv, independientemente de regímenes buenos o malos, o de los temas de legalidad o legitimidad del ejercicio del poder.

Desde luego las sociedades humanos también inventaron la democracia como la forma “casi perfecta” para responder a esas tres preguntas.

Estamos a unas horas del cambio del poder en México y en Veracruz. Es un momento simbólico, importante, republicano, democrático. Pero ahora lo vivimos como una esperanza de un momento histórico nuevo. Después de décadas de gobiernos “institucionales” (sic) y “neoliberales”, llega al poder un movimiento de izquierda cuyo lema principal es “primero los pobres”.

Gobiernos ambos, tanto el federal como el de Veracruz, que llegan con un gran apoyo ciudadano expresado en un proceso democrático. Desde luego hay una parte de la población que no concuerda con este cambio, pero ahora se trata de dejar hacer a los nuevos gobiernos su plan de trabajo, de echar andar su programa, sus propuestas y su visión. Con ello, en los próximos años se podrá contestar a la segunda pregunta para evaluar el ejercicio del poder.

A pesar del avance democrático y de la transmisión de los poderes de manera pacífica y democrática, todavía no contamos con habilidades conversacionales y de escucha que nos permitan construir acuerdos sociales y políticos de mayor convivencia. Los mexicanos seguimos peleando, discutiendo, chismeando, y deseando que al otro le vaya mal.

Por eso me gustó mucho escuchar en voz de Silvio Rodríguez en una visita al rancho de Andrés Manuel López Obrador (quien se encuentra de descanso previo a su toma de posesión) un poema de Nicolás Guillén, La Muralla. Este es un poema que yo leía y escuchaba mucho de niño (creo incluso que estaba en algún libro de texto gratuito de la primaria).

Me gustó mucho que estuviera ahí el próximo Presidente de México relajado y contento escuchando este poema. A pesar de todas las cosas que escuchamos todos los días en las redes sociales y en los medios, la mayoría de enconos y desencuentros, este poema me recordó que en este nuevo gobierno de izquierda se resumen muchas de las esperanzas con las que hemos vivido mi generación, los nacidos en los años 60’s. Es un mensaje de esperanza, pero también es un mensaje de concordia, de colaboración, de encuentro, de fraternidad.

Así que de mi parte, a unas horas del inicio del primer gobierno de izquierda en 80 años, me lleno de emoción, de esperanza y de alegría, y dejo aquí también mis mejores deseos para los gobiernos y equipos que estarán a cargo de gran parte de la acción pública en los próximos seis años, con el gran poema de Guillén y luego en la voz del gran Silvio Rodríguez, ídolo de muchos, muchos, de mi generación.

 

Para hacer esta muralla,

tráiganme todas las manos:

Los negros, su manos negras,

los blancos, sus blancas manos.

Ay,

una muralla que vaya

desde la playa hasta el monte,

desde el monte hasta la playa, bien,

allá sobre el horizonte.

 

—¡Tun, tun!

—¿Quién es?

—Una rosa y un clavel…

—¡Abre la muralla!

—¡Tun, tun!

—¿Quién es?

—El sable del coronel…

—¡Cierra la muralla!

—¡Tun, tun!

—¿Quién es?

—La paloma y el laurel…

—¡Abre la muralla!

—¡Tun, tun!

—¿Quién es?

—El alacrán y el ciempiés…

—¡Cierra la muralla!

 

Al corazón del amigo,

abre la muralla;

al veneno y al puñal,

cierra la muralla;

al mirto y la yerbabuena,

abre la muralla;

al diente de la serpiente,

cierra la muralla;

al ruiseñor en la flor,

abre la muralla…

 

Alcemos una muralla

juntando todas las manos;

los negros, sus manos negras,

los blancos, sus blancas manos.

Una muralla que vaya

desde la playa hasta el monte,

desde el monte hasta la playa, bien,

allá sobre el horizonte…