A propósito de buenos deseos y mejores intenciones.

Ineptitud, corrupción e impunidad gubernamental, en el centro de innumerables daños, sacrificios y pérdidas de las mayorías. Ahí siguen y son blancos, objetivos del cambio que hace unas cuantas semanas ya empezó. No será fácil ni rápido lograrlo. No estará exento de errores, vicios y contratiempos. Enfrentar las resistencias al cambio, es otro reto a superar.

Viejas costumbres que modificar y erradicar. Desde ocultar y negar, hasta encubrir y simular; desde decir y denunciar, hasta no hacer nada y dizque olvidar y perdonar.

Ancestral tema, de toda sociedad civilizada es cumplir y hacer cumplir la Ley. Si cede la ley, ganan irresponsabilidad, complicidad y culpabilidad. Crimen sin castigo no es, ni será forma de vida, ni solución impuesta. Obligado regresar e insistir en estos temas.

Por lo pronto. Imprescindible tener siempre presente, lo que se debe hacer. Principios básicos de la democracia, determinar y acatar la voluntad de la mayoría y asegurar su bienestar, para legitimar existencia y acciones del poder público; garantizar vigencia y eficacia de la Ley y  las atribuciones y funciones de las instituciones públicas; y, desde luego, asegurar el buen uso de patrimonio y recursos públicos. Más acciones y menos declaraciones.
Ante inocultable inconformidad y conflictividad social, se debe persistir en el cambio civilizado y democrático, en el fortalecimiento institucional y en el uso y aplicación de la Ley como instrumento convivencia, y de promoción y consolidación de dicho cambio.

Importante abrevar de nuestra propia Historia, de la experiencia padecida, pero no aprendida.

Perseveramos, pero no lo suficiente. Inocultables, aumentan hambre y pobreza, inseguridad y violencia. No extraña, enterarse o padecer ineficiencia y delincuencia crecientes, dentro o fuera del gobierno.

Lo más grave al respecto es no hacer lo suficiente y efectivo. Corrupción e impunidad, incrementan problemática, son más leña a la hoguera.
Pasamos del reclamo de cambio, a la esperanza de en verdad lograrlo. Estamos ante la oportunidad de hacerlo, hay que contribuir a lograrlo. En principio con más y mejor participación y evaluación ciudadana y social; no esperar que venga de milagro, o sea  favor, o  atención del electo o nombrado, para gobernar o formar parte del servicio público.

Cambiar es oportunidad y reto. Gobernar al gobierno, es clave de toda Democracia.

En fin. No hay retorno al pasado. Hay que inventar nuestra propia ruta y la forma de transitar por ella. Hay que estar conscientes de nuestro tiempo y  circunstancia; de lo económico, político, social, tecnológico y cultural que nos caracteriza. Todos estos elementos y otros más, determinan y definen la realidad presente y su futuro posible. Por eso nunca termina el esfuerzo por persuadir, por convencer, para cambiar y para ser mejores.
Empezar a cambiar, es exigir servidores públicos que sirvan; gobiernos que den resultados positivos, que funcionen y cumplan; y ciudadanía y sociedad que participen y evalúen, permanentemente.

La nueva cultura de la participación y evaluación, está en el centro de la revolución de nuestro tiempo, la del cambio pacífico y democrático que asegure en los hechos, resultados positivos, logros y avances.
“La salida –escribía don Jesús Silva Herzog- no está donde se pone el sol sino donde nace, no está en la noche sino en el alba. Cuando el rumbo se pierde en la vida social, no se encuentra retrocediendo, deshaciendo lo andado; el rumbo se encuentra avanzando. El que camina hacia delante con la mirada atenta y escrutadora halla al final el sendero; el que recula no ve por donde va y a la postre desbarranca. La solución no está en las fórmulas caducas del pasado sino en nuestra capacidad, con apoyo en la experiencia histórica, de intuir el paisaje recóndito del mundo de mañana”.
Forzoso asumir la responsabilidad de prever, empezando por evitar que los mismos ineficientes y delincuentes en el gobierno accedan a otro cargo o representación pública; o que simplemente se reproduzcan o repitan, en otras personas.

No más intocables y reciclables; ni nuevos simuladores, abyectos e improvisados cómplices.
Intentarlo es el reto. Hay que fiscalizar y evaluar a todos, para evitar  daños, pérdidas y sacrificios sociales.
Al final, el problema no es de gobernantes, funcionarios y servidores públicos. El problema es de la sociedad que tiene que cargar y pagar quebrantos, detrimentos y deudas. Mismas consecuencias. Una vez más, la pregunta es inevitable. ¿Tenemos el gobierno que merecemos?

Adictos al masoquismo, irresponsabilidad, desinterés personal o apatía social, sostenemos y padecemos malos y peores servidores públicos, presuntos responsables, prófugos potenciales y culpables impunes. ¿Estamos funcionando de acuerdo a las circunstancias presentes? ¿Tenemos el gobierno que nos merecemos?
Demasiado de que hablar en este inicio de gobiernos, nacional y estatal. Obligadas reflexiones y  propuestas, reconocimientos y críticas, cuestionamientos y reforzamientos.

Estas líneas, son solo breves contribuciones,  anticipos del intenso análisis y debate que se ha iniciado,  sobre la situación y futuro de México y  Veracruz.

Presentes y crecientes, las crisis locales anunciadas, pero irresponsablemente desatendidas,  no enfrentadas ni resueltas. Al igual que  las que son resultado de contextos nacional e internacional.

El colmo es que unas y otras,  han sido y son perversamente aprovechadas  por unos cuantos; como siempre, ocasionadas con toda  intención, de favorecer  o propiciar privilegios, ventajas y beneficios personales, familiares o de grupo.

Una vez más se comprueba, que fácil se va de mal en peor, cuando los ámbitos de gobierno,  se caracterizan por practicar,  generar y profundizar ineptitud,  mediocridad e ineficiencia   en estructuras y funciones gubernamentales y de las instituciones autónomas.

Funciones e instituciones caracterizadas por la insuficiencia de recursos y la falta de capacidad de respuesta oficial, a las que se suman las  inducidas y resultado de la inocultable existencia y crecimiento de corrupción y delincuencia oficiales.

Muchas de ellas detectadas, identificadas, señaladas y hasta denunciadas; y con frecuencia, analizadas y estudiadas en los contextos político, económico y social de nuestro tiempo y espacio. Para al final caracterizar la cultura del no pasa nada, de la continuidad de la impunidad.

Indispensable aprovechar la oportunidad de cambiar.

-Academico.IIESESUV @RafaelAriasH,Facebook:VeracruzHoydeRafaelArias