Impetuosa, atenta, sus parpados superiores se dejan caer de tanto en tanto, como si el sueño quisiera embargarle, no por ello deja de poner atención, curiosa e inteligente, zagas para captar el doble juego de las palabras, que con astucia y pericia sorprendente, otorga respuestas inmediatas y se adentra en la plática como si de una profunda conocedora se tratara.

De su abultada mochila con brillos de plata extrae los libros que ha leído y otro que esta leyendo; “yo he leído sobre historias de hadas”, refiere; “en ellos aparecen duendes, elfos, troles, gigantes, gnomos, en donde los animales hablan y hay encantamientos, las princesas se cuidan de demonios y brujas”.

Nathali lee “El mundo de Sofía”, obra del escritor noruego Jostein Gaarder, y nos platica como Sofía Amundsen vuelve a casa después de acudir a la escuela en compañía de Jorunn. En esa distancia recorrida, Sofía y Jorunn hablan de robots, en donde Jorunn opina que el cerebro humano es un sofisticado ordenador. Nathali se adentra en el pensamiento de Sofía, porque, ella, Sofía no estaba segura de que el cerebro humano fuera sólo como un ordenador, tenía que ser algo más que una máquina. “Sofía Amundsen continúo su camino girando hacia el  Trébol hasta llegar  a la Curva del Capitán”, discurre en su narración; “Eran los primeros días de mayo. En algunos jardines se veían árboles frutales. Los abedules- ¿qué son los abedules?, pregunta- tenían una capa de encaje verde”.

“Sofía pensaba que era curioso ver cómo  empezaba a crecer y brotar en esta época del año, y se preguntaba,  ¿cuál era la causa de que kilos y kilos de materia vegetal verde  cubriera la tierra?”

“Sofía, -nos dice Nathali-, miró el buzón, al abrir la verja- ¿qué es una verja?, pregunta- de su jardín, había un montón de cartas de propaganda y unos sobres grandes para su madre, y

sobre la mesa de la cocina, antes de subir a su habitación observó una pequeña carta en el buzón, que era para Sofía”.

“Sofía Amundsen”, decía. “Camino del

Trébol 3”. Eso era todo, no ponían quién la enviaba.…

Los diálogos de Nathali provocan la atención de quien le escucha, camina de un lado hacia otro, como los trovadores provenzales del siglo XII, con gracia e inteligencia describe el otro libro que esta leyendo, Tristán e Isolda, la obra que entrelaza la tradición de origen celta con la literatura medieval francesa. Loeza describe la historia romántica con precisión y claridad, todos atentos, le escuchamos, nos habla del idilio extraordinario que escapa a todas las normas y los sentidos morales, centrando su atención en el duende que les espía y les delata. Como el duende de aquí de palacio, expresa con agudeza.

La leyenda incorporada al ciclo arturiano del joven Tristán y la princesa irlandesa llamada Isolda, conocida como “la blonda” o “Isolda la bella” se diferencia, nos dice Nathali, de “Isolda la de las manos blancas”, y prosigue, caminando de un lado hacia otro: “Tristán sufre por tener una herida envenenada que sólo Isolda la bella, la curandera más hábil, puede remediar. Tristán manda a una embarcación de vela a Irlanda a buscarla, ordenando a la tripulación que usen velas blancas si Isolda está a bordo y, negras si no lo está. ​ Cuando la comitiva llega a Irlanda e informa a Isolda, ella decide partir para reunirse con su amado, por lo que el velero acude hacia Cornualles con las velas blancas izadas. Sin embargo, Tristán está demasiado débil para mirar por la ventana para ver la señal, y le pide a su mujer que lo compruebe por él. En un arrebato de celos, Isolda, la de las “manos blancas”, le dice a Tristán que las velas con las que navega el velero que arriba, son negras, por lo que Tristán expira de desesperación. Cuando “Isolda la bella” llega, encuentra a su amante muerto, la pena la sobrecoge y termina postrándose a su lado”.

Nathali, es una jovencita de corta edad, aguzada, hábil de pensamiento, zagas en sus repuestas, suspicaz, intrépida, deseosa de conocer y saber, con una energía incomparable, vivificante, mágica, convencida de que en este mundo se tiene que existir; gusta de los museos, de las bibliotecas, de las librerías, del arte de la pintura, de la ópera, de la música clásica, de la música popular, de la cual canta varias canciones, le agrada correr por el pasto, sube y baja corriendo las pequeñas colinas de los campos que visita. Nos comparte que le gusta recorrer los patios de su escuela, acercándose a unos muros antiguos, por los pasillos, corre y se recrea en la vieja casona que era una antigua hacienda.

La bellas artes, la poesía, las ideas, la creación, son la razón de la humanidad, porque entre los seres humanos todo aquello que nos acerca por encima de la irracionalidad, cultiva la profundidad del conocimiento y de los conocimientos, de las lecturas todas; de lo tangible y de lo intangible, permitiendo acceder a la civilización, que es la evolución misma, e ir dejando de lado la costumbre de conocer lo que se conoce, sin ir más allá de los horizontes que nos rodean, que nos limitan, que nos atan, que nos encadenan. No retroceder, es la máxima, no volvernos o quedarnos en el primitivismo que perpetúa la negación de la libertad de aprender para evolucionar, limitados como estamos en más de las veces por el celo de la costumbre y los enredos sentimentalistas, que surgen ante la incapacidad que otorga la oportunidad exaltante, hermosa y sublime del arte todo, que es la misma creación humana, por ello el hombre evoluciona, y evita, como bien escribe Mario Vargas Llosa, “la ceguera mental”.

Se ha leído poesía con Nathali, Emilia y Eloína, se han entusiasmado con la poeta chilena Gabriela Mistral, con el poeta, dramaturgo y prosista Federico García Lorca, se emocionan con la música de Mozart, Beethoven, Bach, que les ha entusiasmado y motivado. Falta mucho por aprender, por recorrer, por vivir. En tanto la joven Nathali camina entre hadas contando historias de los libros que lee y ha leído, va  solfeando las escalas musicales entre fantásticos gnomos  que le custodian como un tesoro extraído de las minas del saber cual piedra preciosa de inteligencia, y como una deidad, camina entre los elfos, que le admiran su hermosura, acompañándoles en las ejecuciones que realiza en su violín. Con entusiasmo Nathali, lee y cuenta historias, un trol se ha aparecido e intenta raptar su deseo de aprender de saber, pero protegida por las hadas que significa destino, cual criatura fantástica y sutil, como en la mitología griega y romana, emerge  la consciencia y se libera para ser ella misma.

Sintácticas

De una entrevista a Ona Carbonell, nadadora, en El País, por Luz Sánchez-Mellado:

No se puede gustar a todos.

Por eso tienes que hacer desde la técnica, lo que te guste y creas que puede sorprender y hacer disfrutar, porque como quieras gustar a todos, al final no destacas y no gustas a nadie.

El 90% es cerebro mínimo, el físico cuenta, pero por mucho que tengas el cuerpo perfecto para algo, todo es trabajo, y el trabajo está en la cabeza. Dolor, recuperación, tristeza, ira, motivación, superación en la adversidad, capacidad de aguantar, de caer y levantarse. Todo eso es lo que marca la diferencia, y no es físico.

De las enseñanzas de Guillermo Cuevas y Axel Juárez:

5 Minutes On… Debussy – Clair de Lune. Daniel Barenboim.

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