Ayer hablé de La vida nocturna y los super-cabarets (Ver: José Juan Tablada y el jazz), una crónicas en la que José Juan Tablada en la que hace una comparación de los cabarets anteriores a la prohibición alcohólica en los Estados Unidos y los súper cabarets que surgieron después, sobre estos últimos afirma que: «No se puede hablar de Misa Negra en donde hay tanto color, tanta luz, tantos refinamientos y elegancias».
Alude a su poema Misa Negra, publicado por primer vez el 8 de enero de 1893 en el diario El País y recogido en el poemario Hostias negras contenido en el libro de 1899 El florilegio. En la Antología del modernismo (1884-1921), José Emilio Pacheco afirma que «es el primer poema mexicano que podemos llamar en rigor erótico». Su publicación, por supuesto, desató gran escándalo en el clero y los sectores más conservadores de la sociedad decimonónica. «La anécdota —se lee en el portal Proyecto Aula: José Juan Tablada y Efrén Rebolledo— cuenta que después de la publicación del escandaloso poema, llegaron varias protestas contra el poeta mexiquense, incluso de Doña Carmen Romero Rubio, esposa del expresidente Porfirio Díaz, quien ordenó que todos los textos de Tablada fueran rechazados de todas las publicaciones, afortunadamente esto no sucedió, pero Tablada tubo [sic] que abandonar su cargo en el periódico».
En el mismo texto, Pacheco sostiene que «no se trata de una simple celebración del amor físico», a partir de tal afirmación, Elvia Estefanía López Vera y Miguel Ángel Duque Hernández, en su estudio «Misa Negra» de José Juan Tablada: pieza fundamental de la reflexión decadentista en el poemario Hostias negras, encuentran «otro aspecto no considerado hasta ahora: el proceso gradual de reflexión decadentista del poeta amargado por el tedio vital; el poeta dominado, primero, por el deseo y el ansia de gozo en los excesos, y después, contrito por sentimientos de culpa y arrepentimiento, busca el perdón, el amor y la fe; la tendencia moralizante del poeta-sacerdote que, frente al inescrutable destino, trata de exorcizar los demonios que atenazan al hombre, mediante la inmersión en el más profundo sufrimiento. ‹Misa Negra› representa el camino de confrontación ante el dilema entre el amor o la sensualidad, y de manera paralela, entre la indiferencia religiosa o la fe; oscilación dialéctica que presenta la poética modernista de José Juan Tablada».
Tras un minucioso análisis, concluyen:
«Toda la literatura trata de alguna manera los problemas de la condición humana a través de reflexiones morales; en mi propuesta de lectura, ‹Misa Negra› va más allá de una sacralización del erotismo si se analiza dentro del poemario Hostias negras, en donde Tablada plantea una especulación sobre el problema del mal, que permite distinguir la tendencia moralizante, así como la plurisignificación que lo aleja de la imposición y el maniqueísmo.
«‹Misa Negra›, integrado al poemario Hostias negras, logra complementar esa verdad estética que el poeta-sacerdote busca transmitir; pero sólo una visión de conjunto permite a los lectores compenetrarse con el dilema existencial entre el tedio generado por los excesos de una vida displicente, y la redención que se obtiene a través del amor, la fe y el perdón».
MISA NEGRA
José Juan Tablada
¡Emen Hetan!
(Cri des stryges au sabbat)
¡Noche de sábado! Callada
está la tierra y negro el cielo,
palpita en mi alma una balada
de doloroso ritornelo.
El corazón desangra herido
por el cilicio de las penas
y corre el plomo derretido
de la neurosis en mis venas.
¡Amada, ven! Dale a mi frente
el edredón de tu regazo,
y a mi locura, dulcemente,
lleva a la cárcel de tu abrazo.
¡Noche de sábado! En tu alcoba
flota un perfume de incensario,
el oro brilla y la caoba
tiene penumbras de santuario.
Y allá en el lecho do reposa
tu cuerpo blanco, reverbera
como custodia esplendorosa
tu desatada cabellera.
Toma el aspecto triste y frío
de la enlutada religiosa
y con el traje más sombrío
viste tu carne voluptuosa.
Con el murmullo de los rezos
quiero la voz de tu ternura,
y con el óleo de mis besos
ungir de Diosa tu hermosura.
Quiero cambiar el beso ardiente
de mis estrofas de otros días
por el incienso reverente
de las sonoras letanías.
Quiero en las gradas de tu lecho
doblar temblando la rodilla…
Y hacer el ara de tu pecho
y de tu alcoba la capilla.
Y celebrar ferviente y mudo,
sobre tu cuerpo seductor
¡lleno de esencias y desnudo,
la Misa Negra de mi amor!
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