Las dos últimas semanas que no escribí pensé que “nadie me vio partir, nadie me espera, hay una grieta en mi corazón” agradezco a quienes no lo permitieron y me despertaron para continuar. He de confesarles que muchas han sido las veces en que me siento un poco ridícula, cada día que decido “sin popote, por favor” 500 millones de personas en el mundo deciden lo contrario. El empleo que deseaba no lo obtuve por negarme a ser una chica linda, coqueta y complaciente con los deseos perversos de otros. Las horas que durante la adolescencia solía ocupar para reventarme en una fiesta, hoy las ocupo para meditar o para leer y aun así, varias veces a la semana me pregunto cuál es el aporte social que estoy haciendo, jamás me he podido dar una respuesta complaciente.

Y es que lectores míos, ¿cómo sentir que el esfuerzo del día a día vale la pena cuando la miseria es tanta? políticos miopes y mezquinos siguen gobernando, mujeres y hombres siguen perdiendo la vida injustamente, familias enteras continúan viviendo bajo la incertidumbre de obtener el sustento diario, en las Cámaras de Diputados y Senadores siguen imperando los intereses particulares de individuos ignorantes y egoístas. En las calles los gandallas se pavonean y los indigentes se pudren de indiferencia. ¿Quién o qué repara esos daños?

Ayer tomé café con una de mis mejores amigas, una mujer hermosa, talentosa, inteligente, sensible, soñadora, es la fantasía de muchos y la realidad de los más atractivos y creativos hombres. Siempre he admirado en ella la fortaleza y el valor con el que vive, se reinventa a cada momento, el último año nos encontramos contadas veces, todas ellas a prisa, en esta ocasión después de repasar a carcajadas las trivialidades femeninas, noté un halo de tristeza en su mirada.

-¿Qué pasa? tu mirada está triste.
-Uf, te tengo que contar tantas cosas.

Un poco temblorosa, dio un sorbo al café y me confesó que recién terminaba su relación con un hombre que para todos fue un enigma, no sólo por su físico muy contrastante con el común de novios que le habíamos conocido, sino también con una personalidad de la cual siempre estuvimos convencidos de que la grandeza de mi amiga se vería amenazada por la inseguridad de el, digamos que en esa máquina humana tanto el software como el hardware venían graves errores de fábrica.

Después de llorar y hacer el recuento de los daños, nos percatamos que lo que más la afectó fue la pérdida de autoestima. Le pregunté qué fue lo que la llevó a entablar una relación de abusos, tan destructiva y humillante siendo ella tan genial, me miró profundamente y me respondió: “porque creí que el podía solucionar cosas que solo yo puedo”.

Los millenials mexicanos tenemos un fuerte trastorno de baja autoestima nacional, derivado de un brutal abuso gubernamental. La política y los ciudadanos estamos desgastados, indiferentes los unos con los otros, en el afán de pertenecer a algo o a alguien nos etiquetamos en pro de causas que más que construir, sólo nos dividen.

Los sismos del 7 y 19 de septiembre del 2017, dejaron muchos muertos y sin bien ha sido conmovedor como el mundo entero entregó hasta el alma por rescatar sobrevivientes, ahora me pregunto si ¿aun nos queda alma por entregar para rescatar a aquellos que día a día se pierden y mueren en México? La tragedia es la puerta que se abre para darle paso al amor, te amo mexicano, te amo patria, te amo humanidad.

En los Estados Unidos Mexicanos ya retiembla en sus centros la tierra, pero recuerda ¡oh patria querida! que el cielo un soldado en cada hijo te dio y que si un extraño enemigo osare profanar con su planta tu suelo, los ecos sonoros resonarán con las voces de ¡unión! ¡libertad!. Háganse a un lado traidores, que las ruinas existen diciendo: de mil héroes la patria aquí fue.

Los días pasan, mi amiga y los mexicanos van recuperando su autoestima y en mi restaurante favorito los convencí que dejen de usar popotes.