John Coltrane nació el 23 de septiembre de 1926 en un pueblo shakespeareano del estado de Carolina del Norte: Hamlet, acaso por eso recibió un mandato: ser o no ser. Y fue.
Aunque sus padres no se dedicaban profesionalmente a la música, ambos la practicaban de manera doméstica. Su padre ejercía la sastrería y en sus ratos libres tocaba el ukelele y el violín. Su madre, costurera y empleada doméstica, tocaba el piano y cantaba. Sus dos abuelos eran pastores, circunstancia que lo acercó —como a tantos otros jazzistas— a la música religiosa desde muy temprana edad. A los 13 años, se introdujo en el estudio del clarinete, un año más tarde se cambió al saxofón alto.
En 1943 de trasladó con su familia a Filadelfia donde obtuvo una beca para estudiar música, pero su formación fue interrumpida dos años después, cuando fue reclutado por la Marina de su país y tocó durante un año en una banda militar.
Regresó a Filadelfia en 1946, consiguió su primer trabajo profesional con Joe Webb e inició un recorrido por diversas agrupaciones. En 1949 se integró como saxofonista alto a la big band de Dizzy Gillespie. En 1950, la orquesta se disolvió pero permaneció un año más en el sexteto de Gillespie, esta vez tocando el tenor. En 1954 fue contratado por uno de sus primeros ídolos, Johnny Hodges.
En 1955, cuando tocaba con Jimmy Smith, se produjeron dos sucesos trascendentales en su vida. El primero, se casó con Juanita Austin, cuyo nombre musulmán, Naima, quedó inmortalizado en una de las baladas más bellas, reconocidas, arregladas y tocadas no solo de Coltrane, sino de todo el jazz. El segundo, fue descubierto por Miles Davis.
Entre 1955 y 1957 formó parte —junto Red Garland, Paul Chambers y Philly Joe Jones— del primer quinteto de Miles Davis. En 1956, grabaron cuatro discos —Workin’, Cookin’, Relaxin’ y Steamin’— que le otorgaron un gran reconocimiento a la agrupzión y pusieron a Coltrane en la mira del mundo.
Tras la salida del quinteto, fue convocado por otra de las grandes luminarias del jazz, Thelonious Monk, para que se integrara a su cuarteto. «Las enseñanzas de Monk —afirma Juan Claudio Cifuentes en su texto John Coltrane, la revolución permanente— fueron muy provechosas en la puesta a punto de su estilo: largas frases tocadas velozmente, obtención de dos y tres notas al mismo tiempo (la nota principal y sus armónicos), incorporación de ruidos y otros procedimientos de los saxofonistas r&b y solos cada vez más torrenciales».
Cuando regresó con Miles Davis en 1958, ya era un músico más sólido y maduro. En 1959, además de participar del prodigio fonográfico del que ya hemos hablado, Kind of Blue, fue artífice de uno de los cinco discos paradigmáticos —a los que también hemos dedicado una buena cantidad de líneas— que se produjeron hace 60 años: Giant Steps.
Para esa grabación se hizo acompañar de tres músicos de Kind of Blue: Paul Chambers, Wynton Kelly y Jimmy Cobb, además de otro pianista, Tommy Flanagan, y otro baterista, Art Taylor.
Mike Shooter, en un texto publicado en el portal La voz de los vientos, desmenuza minuciosamente un disco que califica como «magnífico y profundamente personal» y del que afirma que es «uno de los grandes hitos del jazz de todos los tiempos y uno de esos discos que no nunca [sic] falta en las tan habituales listas de los mejores discos del género. No importa que seáis o no aficionados al jazz. La calidad de ‹Giant Steps› hace del disco un imprescindible en la estantería de cualquier melómano que presuma de serlo, por encima de géneros y clasificaciones».
Presenta el disco pieza por pieza:
«‹Giant Steps› – Sin introducciones ni preámbulos innecesarios, Coltrane va directo al grano y da comienzo al disco con cinco notas que han pasado a la historia del jazz y se han convertido en un clásico. El popular estribillo de ‹Giant Steps› da paso a un solo interminable que retrata a la perfección a su intérprete. Es en la parte final cuando el trío acompañante tiene su pequeño espacio para la expansión antes de que ‹Trane› retome el mando volviendo a la melodía inicial tras otro solo, algo más breve ahora. Hay muy poco que añadir sobre estos casi cinco minutos en los que se comprime todo un tratado de composición e interpretación.
«‹Cousin Mary› – Y si el tema inicial es ya un estándar del jazz de todos los tiempos, este segundo no le va a la zaga continuando con los mismos esquemas del anterior, con algo más de sitio para las aportaciones del resto del cuarteto aunque subordinados siempre a Coltrane.
«‹Countdown› – El corte más breve del disco es también el más ajeno a la linea general. Al contrario que los anteriores, no comienza con una referencia directa a la melodía principal sino con un solo de batería tras el cual llega la entrada de Coltrane al saxo tocando a una velocidad de vértigo. Tras unos instantes se incorpora la sección rítmica y no es hasta los instantes finales de la pieza cuando aparece la melodía central.
«‹Spiral› – Quizá el corte más ortodoxo de todo el disco, con todo el sabor del jazz añejo de las viejas películas con sus escenas de los bajos fondos y un protagonismo compartido entre todos los músicos. Uno de los cortes en los que el cuarteto suena más como una banda y no como Coltrane y sus acompañantes. Cabe señalar aquí que cuando ‹Trane› llega al estudio para grabar lo hace sin haber ensayado nada previamente con los músicos con lo que el enfoque a dar a la pieza surge directamente en las sesiones, con lo que es aún más notable la integración que demuestra la banda en esta pieza.
«‹Syeeda’s Song Flute› – Dedicada a la hija pequeña de Juanita ‹Naima› Grubbs, quien disfrutaba mucho, al parecer, cuando Coltrane tocaba la pieza. El aire infantil de parte del estribillo hizo que el saxofonista incluyese la referencia a la niña en el título de la composición.
«‹Naima› – La composición dedicada a Juanita y titulada con el nombre musulmán de ésta es la más melancólica del disco y una de las melodías más bellas de su autor. No en vano es, quizá, la composición que ha conocido más versiones de todo el repertorio del saxofonista. La interpretación de Coltrane en la versión del disco roza lo sublime con una limpieza y claridad en la ejecución incomparables.
«‹Mr. P.C.› – Para cerrar el disco, Coltrane reserva otra de sus melodías más recordadas, la dedicada a su contrabajista de la época, Paul Chambers, acompañante del músico en decenas de grabaciones. Con ‹Mr. P.C.› regresamos al estado de euforia que desata ‹Trane› cuando se deja ir y es acompañado a la perfección por sus músicos. Todo un deleite para los aficionados que provoca una sensación de desamparo al terminar por suponer el final del disco».
Después, Coltrane se introdujo cada vez más en el terreno de la música libre e inició un camino en busca de la espiritualidad que lo condujo a las cúspides más altas del sonido puro. El trayecto fue frenado abruptamente por un cáncer de hígado en 1967, cuando apenas superaba las cuatro décadas de vida. Ser o no ser fue su mandato, y fue.
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Tres voces cantan a John Coltrane
1959, el año del renacimiento del jazz
Kind of Blue, la piedra angular del jazz
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