En esta segunda parte de la conversación, José Luis Quetzal nos habla de su recorrido por distintos géneros musicales, su incursión en el teatro y un viaje que cambió su vida.
Puro Durango
Luis Capilla hizo una fiesta de cumpleaños en Las Fuentes, invitó varios amigos y resultó que había un baterista que se llama Ignacio, no sé su apellido, que su mamá tenía un grupo de duranguense. Entré a tocar con ellos y en ese grupo estaba Renato [Domínguez], hicimos unas fechas en el carnaval de Veracruz y otras cosas, y como ya tenía repertorio, me puse a huesear duranguense, en ese momento mi mamá dijo ok, sí se puede vivir de ser músico.
Salsearás y salsearás…
Cuando tenía como 18 o 19 años, me prestaron el coche de la familia, lo golpee y mi mamá me dijo:
—Bueno, pues tienes que pagar, a ver qué haces, métete a meserear o algo
—Ok, voy a intentarlo
Llamé a unos amigos y les dije oigan, necesito ganar dinero. Un amigo estaba dejando un lugar en un grupo de salsa que se llama son Verahabana. Me recomendó, fui un martes, me dieron una lista como de 40 temas y me dijeron:
—¿Cuántos crees tener para el viernes?
—Ala madre, pues no sé, déjame checarlos y el jueves te digo si me aguantas una semana más o qué podemos hacer
Llegué a la casa, encendí la computadora, empecé a ver y resultó que me sabía todos los temas porque mi familia escuchó salsa toda la vida, nada más tenía que sacar el tono y las figuras, pero la estructura, los pregones de salida, todas las referencias en cuanto a la estructura de las canciones, me las sabía. Había unas canciones que salieron ya en los dos miles y no las conocía, pero eran pocas.
Los Archienemigos
Después de lo de Juan Carlos, hice otra banda de ska, se llamaba Los Archienemigos y fue un poquito más profesional, hicimos más cosas, llegamos a tocar en el DF, a abrirle a bandas como Inspector, La Maldita Vecindad, Panteón Rococó. Estuvimos trabajando con gente de ese medio en la Ciudad de México, conocimos de cerca a Deals Olán, que ahorita es la persona que hace el festival más grande de América Latina. Sacamos unos demos con canciones originales ya un poco más elaboradas. Tuve esa banda durante toda la preparatoria y un poquito más, estuvimos tocando en La Rueca de Gandhi, La Dosis, La Muerte Chiquita.
Los hilos de la madeja
Cuando estaba en la Facultad, quería ser director de orquesta o algo así, estaba hueseando y tenía mi grupo de ska pero quería hacer algo en la música clásica, estaba bien clavado en eso. Un día escuché un disco de una banda argentina que se llama Satélite Kingston, el disco se llama Mensajes, es uno de los discos favoritos de mi vida. Cuando encontré el disco, escuché una canción que se llama Barbados —es un blues— y dije qué tema tan bonito, qué chulo; en los créditos vi que el autor era C. Parker. Lo había escuchado cuando estaba en la big bang del DIF, pero tal vez no lo escuché bien o no era el momento de escuchar a Parker, después de escuchar el disco fui y busqué C. Parker, y me explotó la cabeza al escuchar el solo de Barbados, K. C. Blues.
Pero para llegar a ese disco hubo un proceso, fue jalar un hilo: escuchar el primer disco de Panteón Rococó que hace referencia a otro grupo que se llama Los de abajo, los escuché y conocí su versión de Summertime, fui a otras versiones de Summertime y encontré a la New York Ska-Jazz, y empecé a jalar el hilo hasta llegar a ese disco que se llama Mensajes, y de ahí a Parker, o sea, llegué al jazz por el ska, realmente, y creo que casi cualquier estilo popular, o casi cualquier cosa, puede jalarse hasta llegar a algo tan antiguo, y creo que si lo seguimos jalando, vamos a encontrar una similitud tremenda con el Caribe anglosajón, Trinidad y Tobago, Jamaica, Haití tienen ritmos muy parecidos a esto porque esas islas eran la bodega de esclavos de los ingleses, que traían esclavos de Etiopía y los españoles traían esclavos de otros lados, por eso estos ritmos son más cercanos al jazz. Y si seguimos jalando el hilo, yo creo que incluso en Nueva Orleans vamos a encontrar los tambores y los ritmos de Jamaica.
Volviendo a lo de jalar el hilo, terminé en el jazz porque, obviamente, teniendo como maestros a Franco Bonzagni, Alejandro Bustos y Cristian Mendoza, se queda algo de ellos. Cristian Mendoza llegó un día con nosotros y nos dijo transcriban Donna Lee y dijimos ¿qué?, nunca en mi vida había transcrito nada y me pone Donna Lee. Nadie lo hizo y Cristian abortó la idea.
Mañas extrañas
En 2010 estuve trabajando con unos amigos de teatro en un musical que se llama Musical de rockola, es un musical con canciones de música popular en versiones de jazz, hay canciones de Yuri, de Alicia Villarreal y cosas así. Con eso me acerqué un poco a la música de teatro, a trabajar con los teatreros, a conocer todas sus mañas extrañas, a que te digan «mucha mierda» y no ofenderte por eso. Trabajé con un dramaturgo que se llama Tony Ortiz y con Isabel Quiroz, formamos una comunidad distinta a la que se hace entre los músicos porque los músicos no pasan tanto tiempo juntos como el que se pasa en un montaje de teatro, un ensayo de música no puede durar más de cuatro horas porque es cansado, es tedioso, y no sé cómo le hacen los teatreros pero nosotros teníamos ensayos de nueve de la noche a cuatro o cinco de la mañana en un salón que nos lo prestaban en la Facultad de Teatro. Estrenamos en septiembre de 2011, era un musical sobre un grupo de solteronas anónimas, estaba curadísimo e hicimos como cuatro temporadas. Ahí trabajé con Omar Rincón, con Fernando Soní —no es músico pero en ese tiempo tocaba bajo, ahora es fotógrafo y está trabajando con la Sinfónica— y con un amigo pianista que estuvo en JazzUV pero murió hace unos tres años, Antón Sainz.
Después de ese musical trabajamos con Roberto Benítez, hicimos una obra suya que se llama Así es la vida, era una adaptación de un guión cinematográfico; con esa obra fuimos a un encuentro de teatro universitario que hubo en Puebla. Ese fue mi acercamiento a la música de teatro, no he hecho tanta como me gustaría pero es un reto porque es ver la música con otra función, en lugar de ver la música como el pastel, hay que verla como la cereza del pastel, es como el color, como lo que genera la atmósfera. El año antepasado hice la música de una obra de Isabel Quiroz que se llama Serie azul, es de gánsters, y como ya estaba en JazzUV, la música tenía todo el lenguaje del jazz.
Un mundo raro
En la Facultad de Música son cuatro años de iniciación preparatoria, en el 2012 ya habían cambiado el modelo, ya no había pase directo a la licenciatura, había que hacer un examen. Ese año hice mi último intento para ir a la Superior, el examen es antes que el de la UV. Saqué la ficha en la UV y en la Superior, no quedé allá, en ese cambio de ciclo pasé por un montón de cosas emocionales, me agarró una locura y dejé plantado el examen de la UV. Cogí mi saxofón, una maleta y me fui al demonio.
Llegué a Puebla y allá me quedé con mi amigo Capilla, que estaba en la orquesta de Puebla. Me quedé con él una temporada y ahí conocí el mundo real. Mi mecánica para conseguir hueso fue ir a un bar donde había una banda tocando en vivo y decirle a los músicos, como cualquier cliente, oigan, ¿puedo tocar una rola con ustedes? Así me daba a conocer. Estuve tocando rock tradicional, salsa y en un grupo de cumbias que tocaba en fiestas.
Este chico Capilla se ponía a estudiar unas 10 horas al día, intenté, te juro que intenté seguirle el paso, pero al tercer día dije no, esto no es para mí (risas). Sí hubo un momento en que lo hice, cuando entré a la Facultad me ponía a hacer técnica unas seis o siete horas, pero poco a poco se va uno llenando de otras ocupaciones, por ejemplo, ya tenía que hacer el repertorio del hueso, me ponía a escribir para el grupo de ska y se me iba el tiempo.
Mientras yo estaba de viaje, el grupo de ska se metió a grabar a un estudio que está por la calle de Bolivia, yo les dije graben todo lo que tengan que hacer y cuando regrese grabo lo mío. No sé por qué pero la banda explotó, se pelearon o no sé qué pasó, nunca lo he sabido, y no se grabó ese disco que ya teníamos comprometido con unas personas en Ciudad de México, no se hizo y expiró esa oferta.
La vida no vale nada
Estuve un poco más de un mes en Puebla y me fui a Guanajuato. Nunca había estado ahí, no sabía cómo funcionaba, no sabía nada de la ciudad. Era el tiempo del movimiento Yo soy 132 y los que participaban se pusieron a acampar en las plazas públicas, yo no tenía a dónde llegar, fui al campamento con mi maleta y mi saxofón, les pedí chance y las primeras dos o tres noches me quedé ahí.
Seguí la misma mecánica que en Puebla, fui a un bar en el que estaba tocando un trío de jazz con guitarra, bajo y batería, les dije oigan, ¿puedo tocar una canción con ustedes?, me dijeron que sí y tocamos Take the «A» Train. Llevaba puesta una camiseta del Festival JazzUV y me dijeron con razón, y me estuvieron hablando bien de Xalapa, después, uno de ellos se vino a estudiar acá.
Eran chicos como de mi edad, terminamos de tocar y se subieron unos señores, de hecho, uno de ellos era el papá de uno de los chicos. Me vieron y me dijeron:
—¿Qué quieres tocar?
—Donna Lee (risas)
—Ok, va
Ya la había transcrito (risas), no me sabía los cambios pero toqué el solo de Parker.
Terminé tocando en cuarteto con esos chicos, tocábamos jazz fusion, funk, cosas así. Llegué a Guanajuato como un mes antes del Cervantino, en esa temporada tocaba un montón. Allá es un problema tocar en la calle porque, como es un lugar turístico, la fiscalización es muy rigurosa, pero los chicos del Yo soy 132 me hicieron el paro, me dejaban tocar en su campamento y manejaban la cooperación como ingreso para la comida, el agua y los gastos del campamento, pero me dejaban quedarme con un porcentaje. Iba a comer al Padre Pollo, era una comida de diez pesos, o al comedor estudiantil, luego descubrí que un amigo mío estaba viviendo allá y ya no fue necesario ir a esos lugares.
Antes del Cervantino estuvo muy padre, pero cuando comenzó el festival se complicó porque en esas fechas ningún bar, ningún café, nadie mete grupos en vivo. Me quedé sin dinero y me enfermé, me dio tifoidea por la comida de diez pesos (risas). Por primera vez estaba lejos de casa, pasó otra serie de situaciones, empecé a decaer, me fui para abajo, no podía tocar, no tenía dinero, aparte, en el Cervantino es fiesta todo el tiempo y me dio una especie de ansiedad, me tumbó.
Back Home Again in Xalapa
Después del Cervantino me quedé como dos semanas, nos empezamos a recuperar pero ya casi era fin de año y yo me tenía que regresar, ¿a qué?, no sé pero sentía la necesidad de volver. Con lo que junté de esas dos semanas compré un pasaje a Puebla, ahí estuve como dos o tres semanas y me regresé a Xalapa. Cuando volví me di cuenta que la ciudad seguía andando, el ciclo había empezado, mis amigos estaban en clases, el lugar que yo había dejado en el hueso se había caído, la banda que había formado se fue a la madre, y me entró una depresión. Esos últimos meses del 2012 fueron hasta abajo.
(CONTINUARÁ)
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