No servirá de mucho que Javier Duarte de Ochoa haya pedido licencia para no concluir en los 48 días que le restaban en su encargo como Gobernador del Estado, pero nadie puede negar que millones de veracruzanos (sí, millones) expresamos –viendo al cielo, en un gesto aprendido– nuestro beneplácito porque esto hubiera sucedido. ¡Por fin!

Y no servirá por dos cosas: uno, el gobernador interino saldrá de su cuadra y seguirá suministrándole recursos para su “defensa”, lo que significará que no nos habremos salvado de la enorme sangría financiera, y, dos, la intención del cordobés es disponer de todo su tiempo para dedicarse en cuerpo y alma a combatir a Miguel Ángel Yunes Linares y tratar de que no tome posesión el 1 de diciembre, además de buscar salvar el pellejo de una guillotina que ya cae con una fuerza y una contundencia descomunales.

Quedan dos dudas: ¿Fue obligado por el gobierno federal a pedir licencia ante la descomposición evidente del estado y la fractura política que vive Veracruz, lo que estaría poniendo en riesgo una sucesión pacífica de poderes, o simplemente responde a una estrategia político-jurídica recomendada por el cuerpo de abogados contratado, según dijo Yunes Linares, con un anticipo de 200 millones de pesos?

En contra de la primera hipótesis estaría la evidente actitud pusilánime e, incluso, protectora del presidente Enrique Peña Nieto (pese a sus muy ensayados desplantes y a la instrucción dada al PRI nacional de suspenderle sus derechos como militante) con un gobernador que le aportó muchos recursos financieros a su campaña presidencial (se habla de 2 mil 500 millones de pesos), a costa de una tesorería endeudada.

Echarlo a patadas del Palacio de Gobierno (como buena parte de la población y de las fuerzas políticas demandaban hace mucho tiempo) hubiera tenido el riesgo de que Duarte filtrara en qué consistió el monto detrás de la complicidad de cuatro años, lo que hubiera significado una cuenta más al rosario de actos de corrupción presidencial.

Javier Duarte de Ochoa en el anuncio de su solicitud de licencia con Carlos Loret de Mola, en Televisa.

Entonces, queda la pregunta: ¿Javier Duarte se fue por la libre a confesarse con monseñor Carlos Loret de Mola, luego de que –según informa Jenaro Villamil en Proceso– Televisa le volvió a abrir la puerta gracias a que el titular de Sefiplan, Antonio Gómez Pelegrín, “se comprometió con Fernando Landero, director de la Fundación Teletón, a liquidar los 100 millones de pesos pendientes por el mantenimiento” del CRIT de Poza Rica? (Según Villamil, el mismísimo Landero lo reveló al periodista Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula).

Todo esto huele mal. No solo hemos esperado infructuosamente la intervención del gobierno federal para que Veracruz no se siguiera yendo a la mierda, lo que no logramos siquiera en la petición de la intervención de la Gendarmería Nacional ante la gravedad de la inseguridad pública, sino que antes de a los veracruzanos, el deletéreo gobernante ha preferido irse a la televisión nacional para anunciar que pediría licencia con el objetivo de dedicarse a ‘salvar su honor’.

Insultante, de verdad. Lo que no podemos negar es que, aún en su eutanasia (como califica Leonardo Curzio, de El Universal, a este acto de reducir la larga agonía “de un gobernador que ha acumulado descrédito en todas las materias del ejercicio gubernamental”), Duarte lo ha hecho con todos los reflectores nacionales sobre su adelgazado rostro. Hizo como aquellos que se suicidan en vivo a través de una red social, con la diferencia de que regresó a Xalapa vivito y coleando a instrumentar el nombramiento de su interino.

Lo que a todas luces es lastimoso para Veracruz es que, aún en su vergonzosa despedida, utilizó abundantes recursos públicos, de esos que ya no alcanzan ni para pagar a los pensionados, tanto para pagar a Televisa (que ya mostró por qué tan furiosa estaba con Duarte) como para viajar en avión oficial de ida y vuelta a la Ciudad de México.

En conclusión, nada resuelve su solicitud de licencia, pero ha dado una pequeña alegría a los jarochos. Por eso tal vez, fue más popular en Twitter el hashtag #FelizMiercoles que #Javier Duarte, aunque hayan estado tan vinculados entre sí.

 

EL RECREO

Que un grupo de veracruzanos acudirá al Congreso de la Unión para que el 12 de octubre ya no sea el Día de la Raza, sino que, al menos en Veracruz, se denomine el Día de la Rata. ¿Será?

Se complica más Veracruz

Amén del show realizado por cuatro diputados ‘independientes’ que impedían por la tarde de este miércoles que sesionara la comisión permanente y nombrara a Gobernador interino, porque querían que esta decisión fuera tomada por el pleno, lo que tenía en el limbo la titularidad del Poder Ejecutivo y la permanencia de Duarte en el cargo, las cosas pintan para ponerse peor.

El gobernador electo Miguel Ángel Yunes Linares, en su conferencia de prensa.

De entrada, Duarte anunció que irá por Yunes Linares, a quien retó a debate televisado el próximo lunes en el espacio de Loret (al fin que ya pagó), pero lo más preocupante es lo que se ha venido colando respecto a la posibilidad de que el gobernador electo no pueda tomar posesión el 1 de diciembre. El propio Flavino Ríos Alvarado, Secretario de Gobierno que este miércoles era mencionado como el más viable para ser el interino, mencionó esta posibilidad como algo cierto en reunión con diputados veracruzanos.

Que esto se haga realidad puede adquirir varias modalidades: una jurídica, que la PGR realmente retome el caso de supuestos actos de corrupción de Miguel Ángel Yunes Linares a su paso por la administración pública federal, y otra criminal, que pueda ser víctima de algún atentado, como ya empiezan a mencionar como una posibilidad tanto los dirigentes estatales panistas como el propio Gobernador electo.

Que Peña Nieto no haya dado entrada a una reunión personal con Yunes Linares, como ya lo hizo con los demás gobernadores electos, acaso porque en el trámite del veracruzano falta salvar unos recursos presentados por el PRI y Morena ante el Tribunal Electoral federal en contra de la validez de su triunfo, está inflando esperanzas en el sector troglodita del priismo, representado en Veracruz por Fidel Herrera y Javier Duarte.

Que los demonios priistas anden sueltos no hace sino confirmarlo el envalentonamiento de Javier Duarte (respaldado por un caro equipo de defensoría), quien ha salido a decir que se salta las amarras que le impone el cargo para poder liarse a las trompadas con su principal perseguidor. Pero Yunes Linares parece detenerlo: “Javier Duarte tiene que debatir con los agentes del Ministerio Público federal y estatal, no con el gobernador electo de Veracruz”.

En Boca del Río, Yunes Linares dijo algo preocupante para la estabilidad política de Veracruz: “No quieren que llegue a gobernador porque saben que tengo información que cimbrará a México” y que evidenciará “hasta la médula de la corrupción” en el gobierno veracruzano. ¿Qué tanto esa corrupción salpica al gobierno federal? Lo sabremos el 1 de diciembre cuando tome posesión, si no ocurre algo diferente.

Por lo pronto, la historia del Veracruz perturbado continuará.

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