En un mundo en que las nuevas tecnologías de la comunicación se han desarrollado a niveles inimaginables, el dominio de este metapoder informático resulta decisivo. Como sucede con la riqueza económica y con el erario, la información también se encuentra monopolizada por una minoría.

No solo se trata de orientar el voto ciudadano, sino de mantener a los individuos subyugados en un estado de ignorancia, indiferencia, indefensión o temor, que les haga imposible identificar a las fuerzas que los explotan y dominan.

El metapoder de la información tiene entonces el objetivo supremo de mantener adormecidas las conciencias de los seres humanos, mediante noticias sesgadas, actos de fe, ocultamiento de información, maquillajes de la realidad, promesas políticas, satisfactores diversos, ofertas de eternidad y festines de consumo.

Anestesiar a los ciudadanos es el objetivo central de la información que los monopolios emiten y difunden.

Como parte del mundo globalizado, donde la información fluye como nunca, nuestro país está obligado a alcanzar una plena democracia informática, con leyes que garanticen a los ciudadanos el control de al menos un tercio de los canales de televisión, la radio, la producción y transmisión cinematográfica, los periódicos y revistas (sean en papel o digitales) y otros medios de difusión y comunicación.

Si las leyes mexicanas indican que el agua debe ser manejada por comités ciudadanos de cuenca, si la tecnología se hace cada vez más accesible a los individuos o a las familias, si la planificación y el presupuesto debe ser participativo, es decir, consensuado entre la ciudadanía, no se ve por qué los medios de comunicación no deberían estar descentralizados y en manos de cientos o miles de cooperativas, clubes, sindicatos, municipios, co­munidades, redes, universidades, tecnológicos, barrios, asociaciones, etcétera.

No solo cada región debe tener sus propias radiodifusoras, sino cada institución educativa o cada centro social, lo mismo que debe haber televisoras para audiencias homosexuales, de divulgación científica o en defensa de los animales, y periódicos de escala municipal, regional o urbana. Como el agua, el aire, la energía y los paisajes, la información debe ser un bien común de libre acceso y producida por quienes lo deseen.

Los receptores irán decidiendo quiénes son más o menos aceptados.

La web y las redes sociales, junto con las radios y televisoras gestionadas de manera colectiva y abierta, contribuyen a incrementar el poder social y buscan atenuar los impactos de la información proveniente de los otros dos poderes. Hoy la tecnología permite ya la operación de fuentes de información que son descentralizadas, domésticas y de pequeña escala, pero con una amplia difusión

En suma, las batallas ciudadanas deben buscar la recuperación, control y gestión de los medios de información y el uso libre de aquellos medios que, como la web, son un espacio horizontal y abierto para el intercambio de opiniones, conocimientos e ideas. Una verdadera sociedad democrática será aquella donde la información y el conocimiento sean múltiples, libres y plurales, o no será democratica.