Tal vez porque la investidura no le permite decirlo como lo siente, pero en efecto, como millones de mexicanos, el Presidente López Obrador está hasta la madre de “politiquerías” y “grillas”. Estas deformaciones le han costado mucho tiempo y dinero a nuestro país. Son, en muchos sentidos, las responsables de la impunidad, la corrupción y la creciente desconfianza de los ciudadanos en las autoridades.

La Real Academia española define la politiquería como la acción de politiquear, es decir, “intervenir en política, tratar la política con superficialidad o a la ligera y específicamente en México y América Latina es sinónimo de intriga y bajeza”. Politiquillo en nuestro medio es el comúnmente conocido como “grillo” que hace de la política una práctica despreciable y cargada de deshonestidad para satisfacer intereses propios o de grupo. Lo público nada le importa.

El cinismo y la demagogia son hoy las mayores causas del desgaste de la clase política mexicana, que se conduce como una casta de comerciantes del dinero público que se dedican a administrar influencias, poder y privilegios para unos cuantos, como lo ha definido Jorge Torres Castillo.

¿Fueron la “politiquería” y “la grilla”, las que disfrazadas de intriga, mataron a Luis Donaldo Colosio o a Rafael Moreno Valle y su esposa? No lo sé. Lo que sí sé es que éstas son el origen de que sus muertes sigan siendo un enigma y que la sospecha del magnicidio caiga sobre ellas.

¿Son las “politiquería” y “la grilla” las que no dejan despegar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador o al de Cuitláhuac García en Veracruz? Supongo que no, porque implicaría que las instituciones son más débiles que los chismes y las intrigas. Pero es innegable que ambas prácticas han estado presentes en ambos gobiernos, lo mismo como fuego amigo de las tribus morenistas que como la natural resistencia de los adversarios y los intereses que han sido lastimados.

El sábado pasado, durante una gira de trabajo por Jalisco, López Obrador mostró su hartazgo cuando apenas corren apenas cien días de su administración. “Ya que se vaya por un tubo, ya chole la politiquería, la grilla, ya me tiene hasta el copete. ¿Qué ganamos con eso?”, expresó el presidente.

¿Para quién fue el mensaje? Aunque parecería que sólo aplica para el gobernador Enrique Alfaro, y el delegado federal, Carlos Lomelí, quienes se dieron un abrazo para limar asperezas, lo cierto es que son muchos los casos donde el Presidente ha impuesto contrapesos a gobernadores de otros partidos políticos con el nombramiento de sus principales adversarios políticos. Difícil llamar a la calma cuando la pugna contra los mandatarios estatales ha sido evidente.

López Obrador afirmó –luego de la crítica por los abucheos que reciben los gobernadores opositores en sus eventos– que los políticos deben entender que dejan de ser miembros de un solo partido en cuanto llegan al poder. ¿En verdad los morenistas de todo el país lo entienden así? ¿La posición de Morena es contraria y hasta desafiante al Presidente? Difícil en una Presidencia cada vez más unipersonal e impositiva.

Sólo el tiempo –en muy poco tiempo- demostrará si los dichos y la reprimenda del presidente respecto de las prácticas políticas de los militantes de Morena son sinceros o sólo se trata de limpiar su imagen en público mientras en privado azuza las brasas de un morenismo revanchista e intolerante.

En Veracruz pasa lo mismo. Atrincherados ante los embates de la pasada administración, hay un gobierno que no acaba de irse y otro que no acaba de llegar. Esta coyuntura ha sido el argumento favorito para disculpar toda clase de omisiones, dislates y errores de la administración. En cambio, las grillas y la politiquería han sido la excusa perfecta para justificar el nepotismo, la inseguridad y la falta de resultados.

La grilla y la politiquería han existido siempre. Es el deporte nacional. Sin embargo, esta también se alimenta donde no hay autoridad, donde hay corrupción, donde falta oficio y experiencia. El golpeteo constante a Cuitláhuac García y su gobierno es resultado de la lucha natural por el poder; la grilla y la politiquería es, en todo caso, la práctica que han implantado las propias corrientes que pugnan en el triángulo de las Bermudas que conforman el gobierno, el Congreso y la delegación federal.

Ambas prácticas, grilla y politiquería, son el alimento de los partidos políticos y sus representantes; son el instrumento de los políticos que carecen de preparación y que no tienen el mínimo interés en la función pública sino en la obtención de beneficios personales, familiares y económicos.

Y en eso, hasta ahora, no hay transformación alguna.

Las del estribo…

  1. La forma en que se han venido dando los linchamientos en el estado es por demás preocupante. Demuestra ausencia de autoridad para evitarlos e impunidad de quienes los cometen y de los delincuentes que asolan a una población que agota su paciencia. En este gobierno van siete linchamientos sin que haya castigo para nadie. Instaurar la violencia legítima y la justicia por mano propia es el principio de la barbarie y una crisis profunda de gobierno.
  2. Cuando se hace público que la diputada Rosalinda Galindo Silva tiene a dos de sus hijas trabajando en la secretaría de Turismo, con un sueldo y trato preferencial, además de que su esposo es regidor del H. Ayuntamiento de Xalapa, no se trata de grilla. Tampoco se trata de nepotismo. Es simple y llanamente un tráfico de influencias que les ha dado acceso a una vida familiar y económica que jamás imaginaron.