No se han cumplido cuatro meses de este año y, sin embargo, ya se han cometido 46 feminicidios en Veracruz. Si esta circunstancia fuera poca, habría que añadir a esa estadística el que 107 mujeres han sido desaparecidas y se tienen reportes de 283 casos de violencia contra mujeres y niñas.

Pese a la evidencia de unas estadísticas parciales como las que se dieron a conocer este domingo en el marco de la Movilización Nacional contra las Violencias Machistas, no hay visos de que se declare la alerta de género y, con ello, las autoridades ministeriales pongan más empeño no sólo en castigar los casos fatales que han terminado en el asesinato de mujeres en situación de violencia de género y mucho menos se hace algo para evitarlos.

La violencia contra las mujeres en el país ha crecido de manera alarmante. Se habla de que 2 de cada 3 mujeres ha sufrido violencia de género, en un fenómeno en el que el principal agresor es la pareja, y el tema de los feminicidios empieza a tomar un cariz epidémico sin que las autoridades hagan nada absolutamente para contrarrestarlo.

En el caso de Veracruz, a la experiencia de Los Porkys de Costa de Oro que violaron tumultuariamente a una menor de edad, en un caso que ha echado raíces en las oficinas ministeriales sin que llegue justicia para la afectada,  se suman cotidianamente decenas de casos de mujeres que son asesinadas y sus cuerpos tirados como desechos en parajes solitarios o basureros.

Como en todo el país, en varias ciudades de Veracruz se manifestaron ayer mujeres y hombres para protestar contra el creciente índice de violencia contra las mujeres. En cada caso escala la crueldad: no solo son violentadas y violadas, sus homicidios pueden engrosar los libros sobre la barbarie. Muchas de ellas no solo aparecen sin vida sino además con muestras de tortura y, en muchos casos, descuartizadas.

¿Para qué marchan en un estado en que puede salir el pueblo completo a manifestar su desaprobación general al gobierno estatal sin que este responda en consecuencia? Para hacer visible estos hechos y lograr la solidaridad y atención de la sociedad. Es en el entorno social donde se forman degenerados y homicidas que ya han puesto una cuota de terror en las mujeres veracruzanas.

¿Qué programas lleva a cabo el gobierno estatal para prevenir este tipo de violencia? Absolutamente ninguno. Si se mantienen en la impunidad los delitos derivados del odio por género, por supuesto que mucho menos hay acciones que permitan contener sus manifestaciones tempranas y aparentemente inocuas como el acoso sexual en las escuelas, las calles, el transporte público, los medios de comunicación, las oficinas públicas y privadas, las factorías, los centros de diversión y dentro de las propias familias.

Las organizaciones civiles señalan una tendencia abominable en la violencia de género, que no solo se expresa en un creciente número de feminicidios (muchos de los cuales ni siquiera se tipifican como tales por parte de la Fiscalía), sino también en actos de violencia en el seno de los hogares y en las relaciones de pareja en general, acompañados de golpes, descalificaciones verbales, abandono, negativa a proporcionar el sustento de esposa e hijos y amenazas, entre otras agresiones.

Aunque no son datos actuales, según datos del sector Salud en Veracruz, entre 2012 y 2013, más de 9 mil mujeres fueron internadas en nosocomios públicos para ser atendidas por golpizas dadas generalmente por sus parejas; lo más graves, cerca de mil 100 no lograron sobrevivir. A ello debemos añadir, aunque no están formalmente contabilizadas, los casos de mujeres golpeadas que curaron sus heridas fuera de las instalaciones oficiales de salud.

Según estadísticas del INEGI publicadas en 2013, Veracruz es el tercer estado con mayor incidencia de mujeres violentadas. El Estado de México marchaba a la cabeza con más de 3 millones de casos, seguido de la Ciudad de México, con 1 millón 782 mil 641, y Veracruz, que aparecía con 1 millón 295 mil 589 casos.

Aunque hay elementos suficientes para activar la alerta de género, la actitud del Instituto Veracruzano de la Mujer, a cargo de Edda Arrez Rebolledo, ha sido dilatoria y apenas el pasado 15 de marzo se realizó una primera reunión para dar seguimiento a las recomendaciones del gobierno federal en este tema, que sería presidida por el gobernador Javier Duarte de Ochoa.

Derivada de esa reunión, Duarte salió a dar la cara ante los medios para asegurar que si se atienden todas las recomendaciones del grupo interinstitucional que analizó el tema de la violencia contra las mujeres en la entidad, no sería necesaria la declaratoria de alerta de género.

En esa ocasión, hace más de un mes, el mandatario dijo que había sido informado por el gobierno federal del diagnóstico de violencia en el estado, pero lo minimizó acentuando que algunos temas ya se habían resuelto. “Ya aceptamos las recomendaciones, son 15 puntos, muchos de ellos ya están superados, muchos de ellos ya están en proceso y los puntos mínimos son los que nos falta iniciar”… Y asunto arreglado: nada de alerta de género.

Lo cierto es que el problema persiste y se ha recrudecido. Veracruz es uno de los lugares más inseguros para las mujeres.

La propia Red Estatal Evangélica, en voz de su presidente Guillermo Trujillo Álvarez, ha señalado que urge la alerta de género. “Es preocupante que en el estado de Veracruz, a pesar de todas las agresiones a sus mujeres, no se haya declarado la alerta de género, creo que es lamentable”.

Para las autoridades estatales, sin embargo, es un asunto de atender recomendaciones.

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