No hay voz respetable que no haya lamentado la salida de Carmen Aristegui de MVS. El suyo era un espacio de libertad de expresión muy incómodo para el gobierno y saludable para la pluralidad.

Su voz es de las más críticas que se escuchan en la radio.

Allí quedan los asuntos que la valiente periodista destapó: la Casa Blanca, la sospechosa licitación del cancelado tren bala México-Querétaro, el escándalo de prostitución en el PRI-DF…

“Una mala noticia para México”, resumió la revista Forbes, en un nota firmada por Nathaniel Parish Flannery. Forbes dio a conocer el despido de la conductora en su portal de internet.

Su salida derivó de un diferendo que parecía menor, pero que fue a más hasta que reventó: el anuncio de la incorporación de MVS a la plataforma de Méxicoleaks, sin autorización de la empresa.

Se podrá alegar que fue excesivo rescindirle el contrato a la conductora por condicionar su permanencia en la empresa a la reincorporación de los hoy famosos reporteros Daniel Lizárraga e Irving Huerta. Los dos participaron en la investigación que provocó el escándalo de la Casa Blanca, y fueron corridos con anterioridad por “abuso de confianza”.

Usaron el logo y comprometieron a la empresa en la plataforma Méxicoleaks, que pretende ser el WikiLeaks nacional, según un comunicado de la empresa.

Es pertinente decir que las diferencias entre MVS y Aristegui no son de ayer.

Méxicoleaks fue la gota que derramó el vaso.