El relato inicia con don Casimiro Esquivel Corona, oriundo de Las Vigas, Veracruz, poco tiempo después de haber estallado la Revolución Mexicana. Don Casimiro tuvo dos hermanas, Lucía, quien era además su gemela, y Dolores. La muerte de su hermana Lucía y de su mamá, hicieron que el padre de Casimiro lo llevara a vivir con unos familiares a González Ortega, un pueblo ubicado en el estado de Puebla, muy cerca de los límites con Veracruz; en aquel lugar, Casimiro conoció a Vicente Hernández, uno de sus primos quien también se convirtió en su mejor amigo. Casimiro creció con esta familia y se encariñó profundamente con cada uno de sus miembros, al grado de que decidió cambiarse el apellido de Esquivel a Hernández. Es posible que este cambio de apellido también haya sido motivado por la conveniencia de ser aceptado en el pueblo como parte de la familia Hernández, pero definitivamente Casimiro siempre se sintió más Hernández que Esquivel.

Al crecer Casimiro y darse cuenta de que no le gustaba la vida del campo, decidió marcharse a Xalapa, donde vivía su papá y su hermana. La capital veracruzana era pequeña y el trabajo escaso, así que Casimiro decidió autoemplearse. Compró sierra, un pescado económico pero de buen sabor, lo frió en aceite y salió a venderlo. Sorprendentemente para él, logró terminar todo el pescado que había preparado. Con el tiempo vendía más y más pescado, pero como siempre sucede, otras personas empezaron a copiar su idea y las ventas disminuyeron para él. A pesar de esto, Casimiro no se dio por vencido y se le ocurrió explorar un mercado nuevo: Coatepec. Muy temprano en la mañana, Casimiro se levantaba y preparaba el pescado que iba a vender a Coatepec. Casimiro hizo renacer su negocio. Para incrementar las ganancias, Casimiro analizó que comprar el pescado directamente de los pescadores y no de los revendedores, podría hacer una gran diferencia. Así, Casimiro empezó a hacer viajes regulares al Puerto de Veracruz, compraba el pescado fresco directamente de los pescadores. Casimiro tenía una gran visión para los negocios y se dio cuenta que el establecerse en un lugar fijo podría darle mejores ingresos que el ser vendedor ambulante, así que conociendo ahora dónde comprar el pescado, abrió una pescadería en la calle Revolución (foto), entre las calles Juárez y Altamirano. En su nueva pescadería, Casimiro seguía ofreciendo su famoso pescado frito, además de una gran variedad de pescado fresco. Sin embargo, su pescadería aún no tenía nombre.

Un día, unos buenos amigos de Casimiro lo pasaron a visitar a su pescadería y empezaron a bromear con él, diciéndole que el pescado no estaba realmente fresco, es más, que todo su pescado estaba tan viejo, que en lugar de parecer una pescadería, parecía más bien un museo, un Museo Marino; fue entonces que Casimiro le cambió el nombre a “Museo Marino”. Durante el tiempo que Casimiro trabajó en la pescadería, notaba que muchas personas viajaban de los pueblos cercanos a Xalapa, para comprar en el mercado Jáuregui, localizado a menos de una cuadra de su negocio. Muchas veces la gente terminaba cansada y sucia y le preguntaban a Casimiro si sabía donde habría un lugar para tomarse un baño; inclusive algunas personas acudían al manantial de Tecajetes a darse un chapuzón, aunque sólo lo hacían cuando el clima lo permitía. Una mañana en su pescadería, una joven llegó a comprar pescado para la fonda de su mamá. Casimiro quedó enamorado, su nombre: Asunción Martínez, más conocida como Chonita. Al poco tiempo de conocerse, Chonita y Casimiro se casaron en una casa, ya que eran tiempos en que estaban prohibidas las misas públicas. Con la muerte del padre de Casimiro, éste heredó una propiedad en una esquina en la ahora calles de Guerrero y Victoria. La propiedad incluía una vecindad y dos casas viejas sobre la calle de Guerrero, además de unos pequeños terrenos baldíos sobre la calle de Victoria. En unas casas viejas, Casimiro llevó a Chonita a vivir junto con sus dos hijas de su primera relación, a quienes Chonita las aceptó como sus hijas. Poco después, Chonita y Casimiro tuvieron a Mario, Anastacio, Lucía y Roberto. Con la llegada de los hijos se incrementaron las necesidades económicas y a Casimiro se le ocurrió dejar de pagar renta de la pescadería y abrió una tienda de abarrotes a la que también le puso El Museo Marino en la otra casa antigua, ahora de su propiedad. Además tenía un puesto de cócteles de mariscos afuera del Hotel Mexico. A este puesto también le llamó El Museo Marino, por supuesto.

El crecimiento de la ciudad llevó al surgimiento de la necesidad de los autos de alquiler y Casimiro, con su espíritu emprendedor, fue una de las primeras tres personas en Xalapa en tener placas para taxi. Ese lugar era justamente enfrente del Hotel Mexico. Recordando a todas aquellas personas que buscaban un lugar para bañarse, se le ocurrió la idea de construir unos baños públicos. Así pues, puso manos a la obra y logró construir el primer baño público de la historia de la ciudad de Xalapa. Ese baño quedó listo justo a tiempo para la temporada de frío, exactamente el 16 de Diciembre de 1944. Don Casimiro había fundado los baños públicos “El Museo Marino”. Las ganancias del primer baño ayudaron para la construcción del segundo y así sucesivamente. Con el tiempo, don Casi adquirió una caldera para generar vapor y ser más eficiente para calentar el agua, además de ofrecer un servicio con valor agregado al incluir vapor.

El éxito y fama de los baños de vapor El Museo Marino se incrementó año con año. Varios otros negocios similares surgieron durante los años sesenta y setenta, pero ninguno tan prestigioso como El Museo Marino. A finales de los setenta Casimiro se sentía cansado y decidió retirarse y dejar el mando de los baños a Mario, su hijo mayor; esa fue quizá la época más prolífica del Museo Marino. Los bañitos con entrada de escotilla de submarino de los años cincuenta fueron transformados en baños modernos, lo que también provocó un cambio en la clientela. De tener clientes de bajos recursos a políticos de la época. En 1981, murió don Casimiro y Mario y su hermano Anastacio -Tacho- retomaron el negocio, volviéndolo a levantar como en sus mejores tiempos. En 1983, Lucía y Roberto, los otros dos hijos del Chonita y Casimiro se integraron al grupo que manejaría los baños por los siguientes 30 años. Durante las décadas ochenta, noventa y dos mil, los ingresos de los baños El Museo Marino ayudaron a mantener básicamente a cuatro familias, incluso aún con las crisis del país, que forzaron a desaparecer los baños públicos de Xalapa, el Museo Marino se mantuvo a flote. A principios de la década de 2010, la partida de 3 de los 4 hijos de don Casi, llevaron a que la tercera generación de los Hernández empezara a hacerse cargo de los baños. Actualmente los baños El Museo Marino es un símbolo y orgullo para la familia Hernández. Enhorabuena. —Xalapa Antiguo.