A pesar de las sonrisas y las palmaditas en la espalda para la foto, nunca hubo química entre el gobernador Cuitláhuac García y el delegado federal de los Programas del Bienestar, Manuel Huerta Ladrón de Guevara, porque Cuitláhuac no soportó que Manuel manejara tantísimo presupuesto.
El distanciamiento creció porque Manuel jamás consultó con el gobernador la manera de entregar los apoyos (no tenía por qué hacerlo), simplemente se encargó de que llegaran a donde más se necesitaban lo que enojó a Cuitláhuac porque sentía que lo desplazaba.
Cerrado y sin criterio, el gobernador no se preocupó por acercarse al delegado federal. Por el contrario, de vez en cuando le ordenaba al secretario de Gobierno, Eric Cisneros darle un llegue y el otro obedecía aunque no se lo ordenaran.
Si alguien soportó los embates del “fuego amigo”, incluso desde antes que comenzara el proceso de Morena para elegir candidato o candidata a la gubernatura, ese fue Manuel Huerta que vaya que aguantó vara en silencio.
Hasta que llegó su oportunidad y no la desaprovechó.
Cuarenta y ocho horas antes del sexto informe de Cuitláhuac le soltó un obús que lo dejó sin respuesta al decir sobre ese informe. “Lo que procede es hablarle de frente al pueblo, explicarle lo que se hizo y agradecerle por la oportunidad…”.
Y se siguió de largo.
“Hay que entregarle resultados al pueblo, no nada más al Congreso en un informe. Por eso me gusta mucho lo que está haciendo Andrés Manuel y que de manera conjunta lo está haciendo con Claudia. Ya fueron al sur de Veracruz. Ahí tuvimos la muestra, cuando justamente fueron a entregar unas obras”.
Conclusión; el pleito entre los dos es inevitable, pero…
Ahora es Manuel el que tiene la sartén por el mango y seis largos años como senador de la República para armarle un expediente de este bonche al aún gobernador, que ya sin el apoyo de López Obrador que será ex presidente; sin el de Claudia Sheinbaum que estará atareadísima tratando de resolver el crucigrama que le dejará su antecesor y sin en apoyo de Rocío Nahle a la que no le interesa lo que le pase y quiere verlo lejos de Veracruz, estará más solo que un náufrago sin salvavidas.
Y es que Cuitláhuac García perdió la oportunidad de su vida.
Se pasó su sexenio chillando como plañidera y rasgándose las vestiduras: “Es que nos dejaron un tiradero; es que se llevaron todo; es que nos atracaron”. Pero nunca ejerció la función para la que lo eligieron 1 millón 667 mil 239 veracruzanos.
Es decir, nunca ejerció como gobernador y por consiguiente, careció de pantalones para ordenar que fueran llevados ante la justicia los autores del tiradero y del atraco.
Escudándose en que los asesinatos violentos y las masacres son ajustes de cuentas entre delincuentes, los dejó pasar y los dejó hacer. Lo mismo a sus parientes y compinches que le metieron mano al erario y se despacharon con la cuchara grande.
Si no por acción si por omisión, pero Cuitláhuac es responsable de cada asesinato, feminicidio, secuestro y desaparición forzada ocurridos en la entidad durante su mandato, aunque eso de mandato sea un decir.
También es responsable del saqueo al erario en su administración, así como del desempleo y la pobreza que ya llegó a los bajos de Palacio de Gobierno con la multiplicación de los pordioseros.
Sin olvidar a los más de 2 mil veracruzanos a los que injusta y arbitrariamente envió a prisión acusados de ultrajes a la autoridad. O la condena de inocentes como Yuli Raquel, a la que su Fiscal Verónica Hernández Giadáns le fabricó un asesinato que no cometió y un juez la condenó a 60 años de cárcel.
Eso lo sabe Manuel que, te reitero lector, tiene todo el tiempo del mundo para armarle un expediente así de grande a Cuitláhuac y enviarlo a Pacho Viejo.
Y si no lo mete a la cárcel, al menos lo traerá lo suficientemente asoleado como para que el ingeniero mecánico electricista se abstenga de asomar las narices por Veracruz el próximo sexenio.
¿Que no?
Al tiempo.
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