Si hay un cuitlahista fiel a Rocío Nahle, ese es Juan Javier Gómez Cazarín que se la jugó con ella desde antes que la nombraran candidata a la gubernatura y estuvo a su lado durante toda su campaña; tanto en las duras como en las maduras.
El nativo de Hueyapan desdeñó una diputación federal y una senaduría “porque mi proyecto se llama Rocío Nahle”. Y a ese proyecto se abocó con la esperanza de integrar el gabinete de la zacatecana que lo apapachó, lo tuvo a su lado, se sirvió de él y ya como gobernadora electa lo subió para abajo al pedirle a Claudia Sheinbaum que lo nombrara delegado estatal de Gobernación.
¿Y eso qué es?
Un cargo irrelevante.
¿Y qué hará ahí Juan Javier?
Un periodista lo dijo así: “Será el interlocutor personal del Gobierno Federal con el Gobierno de Veracruz. El representante personal de la presidenta electa Claudia Sheinbaum con la gobernadora Rocío Nahle”.
Ah caray… ora pues.
Pero como que suena muy hacia arriba que un par de amigas que han sido compañeras de lucha por varios años necesiten de un interlocutor para comunicarse.
Y en cuanto a lo de “representante personal de la presidenta con la gobernadora”, ¿en qué la puede representar? ¿En la toma de protesta de Nahle o en alguno de sus informes de gobierno?
Hasta la propia Rocío verá mal que para eventos tan significativos Claudia le mande al delegado estatal de Gobernación, en lugar de algún miembro de su gabinete.
Pero los aplaudidores de Cazarín están haciendo hincapié en que el legislador local se irá a Bucareli “¡Imagínate brother, a Bucareli!”, la dependencia más importante después de presidencia de la República.
Lo que no dicen es que irá a una oficina burocrática en el Palacio de Cobián donde los únicos importantes, los que cuentan, son el señor secretario y los señores subsecretarios que son tres. Los demás son una masa opaca de sujetos y sujetas que van desde jefes de unidad y directores generales, hasta asesores, secretarias, oficiales mayores, ayudantes y personal de intendencia.
A esa masa pertenecerá Juan Javier que no tendrá ninguna autoridad, no manejará ni un centavo de presupuesto y carecerá de voz y voto. Será simplemente uno más en ese abultado organigrama. Un Juan Javier que aún no termina de digerir que Rocío Nahle haya preferido a Ricardo Ahuel y no a él para la secretaría de Gobierno.
“A mi jefe le jugaron chueco a pesar de que siempre ha sido leal a la señora. Y qué mejor muestra de lealtad que la Ley que promovió en el Congreso y le allanó el camino a la gubernatura. Quizá ya se olvidó de eso Rocío”, me dijo alguien.
No creo que Nahle haya olvidado esa deferencia, como tampoco que la Suprema Corte la echó para abajo.
Y quizá también tiene muy presente que Juan Javier ostenta el triste récord de más leyes retachadas por la SCJN por inconstitucionales.
Lo cierto lector es que Gómez Cazarín está fuera del círculo de quien detentará el poder. De hecho jamás estuvo ni remotamente cerca. De ahí que Rocío nunca pensó en él para una secretaría y menos para la de Gobierno.
Que ha sido lea como lo exige el presidente López Obrador, sí. Pero al parecer en el próximo sexenio se volverá a privilegiar la eficiencia. Y en ese sentido y al menos como legislador, Juan Javier ha dejado mucho que desear.
De ahí que lo manden al exilio en Bucareli.
Paciente y obediente como es, sabrá esperar y quizá regrese a Veracruz a un cargo de cierta relevancia. Pero ahora no.
Por lo pronto, está vendiendo a los incautos como un triunfo, un nombramiento que es su más sonado fracaso.
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