Esta semana me tocó llevar a un familiar de la tercera edad a un hospital de Xalapa donde lo atendieron muy bien. A pesar de que sólo iba a surtirse de los medicamentos que lo han ayudado a sobrellevar sus males, le checaron los pulmones, el corazón, la presión arterial, su peso y estatura y su doctora lo atendió de maravilla.
El problema fueron las medicinas.
La doctora llenó un par de recetas con los medicamentos de siempre. Uno para controlar la diabetes que cuesta 2 mil 734 pesos en una farmacia de patente. Otro para controlar la presión arterial (2 mil 169 pesos); uno más para proteger al estómago de ardores (320 pesos). Un adelgazador de la sangre cuya caja con 28 comprimidos tiene un costo de 2 mil 476 pesos y uno para el corazón cuyo precio es de infarto: 3 mil 819 pesos en una farmacia.
Mientras nos formábamos en la kilométrica cola para surtir las recetas, hice cuentas y mi familiar se estaba ahorrando la friolera de 11 mil 518 pesos. Un muy buen billete.
Y en efecto, se hubiera ahorrado todo ese dinero de no ser porque sólo le surtieron el medicamento para controlar sus ardores estomacales.
“¿Cuándo puedo pasar por la medicina que falta?”, preguntó.
La chica que lo atendió lo miró compasiva y contestó: “La tiene que comprar por su cuenta”.
Mi familiar protestó, dijo que antes no era así. “Antes nos decían ‘vuelva tal día y ya estará su medicina’ lo que en efecto ocurría. ¿Por qué tengo que pagarla ahora? ¿De dónde voy a sacar tanto dinero si es mucho más de lo que me dan de pensión?”.
La chica, que conoce la letanía porque la escucha a diario, se encogió de hombros y contestó. “Lo siento señor, pero no nos han surtido la farmacia y yo nada puedo hacer”.
“¿Por qué tengo que comprar unos medicamentos que el Estado tiene la obligación de proporcionarme? Soy jubilado estatal”, reviró mi familiar. La chica lo miró con más compasión y dijo: “Porque van a tardar mucho tiempo en llegar”.
Delante de nosotros había como quince pacientes a la espera de surtir sus recetas y a ninguno se las surtieron completas. Bastante atrás estaba formada una mujer de condición humilde que llevó a su hija de seis años a que le sacaran una muela y la dentista le recetó Paracetamol.
Tanto la madre como la hija hicieron una cola de más de una hora sólo para que les dijeran que no había la medicina. Para entonces, el efecto de la anestesia había pasado y partía el alma escuchar el llanto de la menor.
“Si bien nunca hemos tenido un abasto de medicamentos al 100 por ciento, jamás habíamos sufrido una crisis tan grave como la actual. La última vez que tuvimos un abasto aceptable, fue en junio del 2019 en que terminó el contrato que el gobierno de Peña Nieto tenía con las farmacéuticas y este gobierno no renovó. En junio del 2017 el gobierno de Peña pidió y pagó los medicamentos hasta junio del 2019, es decir, por dos años. Pero ahora ya no es así y tu acabas de ser testigo de las consecuencias”, me dijo el director de ese hospital.
El facultativo agregó que todas las clínicas, hospitales y centros de especialidades del Sector Salud del país sufren de desabasto. “Todos absolutamente todos tienen ese problema, aunque unos en mayor medida que otros. En el caso de este hospital el desabasto es del 87 por ciento. Es decir, no tenemos casi nada. Y si alguien te dice que eso es mentira que venga aquí a surtir su receta”.
Alguien conmovido por el llanto de la nena fue a comprar el Paracetamol (33 pesos) y mientras se le pasaba el dolor, su madre dijo que la menor había nacido en una clínica del Seguro Popular “donde no pagamos nada. Pero ahora ya no hay y hay que comprarlo todo”.
Y recordé no sin nostalgia, que el Seguro Popular, vilipendiado por años por Andrés Manuel y sus esbirros con la cantaleta de que ni era seguro y menos popular, atendió a 50 millones de mexicanos que ahora deambulan por la vida sin seguridad social y sin medicinas.
Porque el desabasto existe lector. Y es un crimen de Estado.
Y pensar que todavía hay quienes le creen a López Obrador cuando asegura que ahora sí, “palabra de honor o me dejo de llamar Andrés Manuel”, este septiembre tendremos al fin un Sistema de Salud como el de Dinamarca.
Futa…
MC se mueve en Tuxpan
Mientras en el PRI y el PAN se siguen lamiendo las heridas por la paliza que recibieron el 2 de junio y están “a la espera de los tiempos” para designar a sus candidatos a las 212 alcaldías, sin ponerse a pensar que las campañas municipales para el 2025 comenzaron el pasado 3 de junio, es decir, al día siguiente. En Tuxpan, el partido Movimiento Ciudadano está trabajando en serio con miras a obtener la alcaldía de ese puerto.
No pierdas de vista lector a Luciano Folgueras Pioli, regidor de la actual comuna que se perfila para ser el candidato que postule el partido naranja gracias a la excelente labor que ha realizado como encargado de las comisiones de Turismo y Desarrollo Económico, entre otras.
Pero al margen de lo anterior, Luciano lleva más de dos años recorriendo las comunidades tuxpeñas donde ofrece sus servicios de gestión y apoyo (gratuitos, por supuesto), a los comuneros locales que ya lo conocen y están agradecidos con su apoyo.
Te reitero lector, no hay que perder de vista a este joven político que dará de qué hablar en ese puerto, conforme se acerquen los comicios para elegir presidente municipal.
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