El exalcalde agarró la urna para robársela y salió corriendo cargando el valioso contenido.

Lo anterior no es ficción sino un hecho real sucedido en Veracruz en el siglo pasado, pero no creas lector que en 1910 en la última reelección de Porfirio Díaz o en 1952 cuando las protestas por la elección presidencial terminaron en una matanza.

Lo del exalcalde corriendo con la urna y los votos ahí adentro -sabía que su candidato perdería- sucedió en la primera mitad de la década de los ochenta.

Una parte del pueblo vio lo del robo y la otra se enteró de inmediato como sucede en toda comunidad chica y ahí quedó el hecho, para el anecdotario.

Fue en un municipio del sur del Estado y ese exalcalde, que finalmente no pudo robarse los votos pues lo alcanzaron y tras darle unas cachetadas y nalgadas le quitaron la urna, con los años volvió a ser presidente municipal y también fue electo como diputado. Así es esto de la democracia en México, de la mala memoria de muchos mexicanos y del barato perdón que otorgamos.

Contamos esta historia a propósito de la marcada división que existe entre amplios sectores de la población y que a ver qué consecuencias trae el día de las votaciones y cuando conozcamos los resultados.

¿El próximo domingo veremos a políticos, funcionarios o a desconocidos corriendo y llevando en sus manos urnas para tratar de ganar a la mala?

No lo creo, esa «técnica» ya está en desuso y a quien la intente le iría peor que al exedil de la anécdota.

El sueño para poder robar elecciones, hecho realidad por algunos gobiernos, es muy diferente al descarado y rústico robo de urnas. Eso sí, representa un largo camino, pero si los que lo ejecutan son desvergonzados no hay tanto problema en recorrerlo y llegar a la meta.

Entre otras cosas se requiere controlar al INE y a un buen número de los Oples, imponiendo a los presidentes y a la mayoría de los consejeros electorales.

De ahí se trabaja para copar a las mesas directivas de las casillas y como eso no es suficiente el siguiente paso es comprar a los representantes (en las casillas) de los partidos opositores.

Luego viene la clave del robo. A la hora de llenar las actas se ponen los números que quieren, solo cuidando no excederse tanto para que no haya más votos que votantes, de esa forma se logran victorias apabullantes.

No se puede hacerlo en todas, pero sí en muchas, para eso fueron colocados un buen número de presidentes de casillas y comprados cuantos representantes partidistas pudieron. Si surgen problemas, los casos son resueltos en los consejos distritales y estatales del INE y de los Oples.

¿Apoco no le han sorprendido algunos candidatos que ni campaña hacen y llegan a ganar con miles de votos de diferencia?

La cuestión es que esos métodos (más allá del acarreo de ciudadanos, la exigencia de fotografiar el voto y espantar a los opositores) ya están detectados, fueron empleados profusamente en Veracruz en las elecciones de 2021, haciendo ganar a numerosos alcaldes y diputados, y seguramente ahora hay antídoto.

Ya veremos qué provoca ese antídoto. Si el triunfo de la oposición o unos zipizapes marca diablo como nunca los hemos visto.