Víctor A. Arredondo
• La baja rentabilidad de Dos Bocas se debe a su corta vigencia productiva y a la irrupción de las energías renovables.
• Además, borrará los beneficios de “Sembrando Vida” y obstruirá las metas para abatir el cambio climático.
• AMLO y Rocío Nahle no entendieron que la soberanía está en los hidrocarburos y no en los combustibles contaminantes.
El gobierno actual pareciera padecer un «trastorno de personalidades múltiples” porque unas dependencias dicen una cosa y otras hacen lo contrario. Esto refleja el dicho popular que el poder ejecutivo “como dice una cosa, dice otra”; lo que podría tener su origen en el discrepante mensaje diario que se ofrece desde la máxima tribuna nacional. Esto viene a cuento, porque la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) ha ejercido un papel vanguardista para fijar no sólo la agenda ambiental de México ante el mundo, sino un compromiso ineludible: cero emisión de carbono para el año 2050. Eso significa erradicar de manera progresiva, pero firme, la producción-consumo de combustibles fósiles y una formidable promoción de fuentes de energía renovable. En ello, el hidrógeno y los combustibles verdes tienen una importancia estratégica mayúscula. Entonces, ¿cómo es posible que la SENER, la dependencia federal encargada de “conducir la política energética en México” no se haya sintonizado con instancias del mismo gobierno para lograr una estrategia integral, unificada, a favor de las energías renovables? Peor aún, ¿cómo es posible que no se hayan puesto a estudiar lo que se está haciendo en otras partes del “mundo desarrollado y “emergente”?
Desde hace años, el gobierno federal le debe a los mexicanos una política energética “disruptiva”, y por tanto, ni mediocre ni gradualista, para que actuemos de manera contundente a favor de la salud de la gente y la naturaleza. Se ha comentado antes que PEMEX y CFE necesitan establecer alianzas con corporaciones líderes en el desarrollo de fuentes de energía renovable y de hidrógeno y combustibles verdes. Para hacer factible esa reingeniería y cumplir su compromiso internacional a favor del medio ambiente, el gobierno mexicano debió haber reorientado inversiones sustanciales hacia ese propósito; y eso es exactamente lo que no hizo la SENER de Rocío Nahle. ¿Qué importa si en la veintena de años que nos llevaría transitar agresivamente hacia los energéticos limpios, nuestro país compra en el extranjero combustibles fósiles mejor refinados para venderlos, a un precio mucho menor que los actuales, a los consumidores mexicanos que aún no hayan transitado hacia “vehículos y combustibles verdes”? Y, más aún, si el balance económico de la compra-venta de combustibles importados tendría una mejor relación costo-beneficio que la de haber invertido más de 18 mil millones de dólares en la refinería de Dos Bocas, ante el frágil mercado que enfrentará en el futuro cercano.
¿Realmente importa la soberanía nacional en combustibles que estarán bajo un estricto escrutinio y en creciente desuso en el 2050? Lo que AMLO y Rocío Nahle no entendieron es que la soberanía está en el control nacional de los hidrocarburos y no en el de los combustibles que emiten gases invernadero. Existe un enorme potencial de los hidrocarburos en la producción limpia de materiales avanzados que estarán en gran demanda ante un mercado mundial más verde, como las fibras de carbono, los nuevos adherentes de cemento, el carbón activado, el grafeno sintético (que es 200 veces más resistente que el acero, cuya producción es altamente contaminante), nanotubos de carbono y carburos metálicos, entre otros. Aunque parezca irrisorio, la soberanía nacional en combustibles contaminantes es equivalente a que seamos soberanos en la producción de carruajes de caballos.
Las proyecciones sobre el uso de energéticos renovables versus combustibles fósiles para el 2050 son discrepantes; dependiendo de quién las hace. La Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés) anticipa que los combustibles fósiles representarán sólo el 20% del total de las fuentes de energía para ese año. Lo que significará un declive de casi un 75% de la demanda de combustibles fósiles entre 2020 y 2050. En cambio, las grandes petroleras ofrecen pronósticos menos optimistas en cuanto a la reducción real del consumo de dichos combustibles. La razón es obvia, desean mantener sus altos márgenes de ganancias, a pesar de la afectación que están produciendo en nuestro planeta. Más allá de tales divergencias, todas las proyecciones coinciden en el declive de la energía contaminante ante el surgimiento exponencial de la energía renovable. Además, hay total coincidencia en que la industria del petróleo, en particular las refinerías, serán objeto de mayor escrutinio y consecuencias adversas sobre sus “huellas de carbono” (emisiones contaminantes), tanto en sus fuentes de suministro (insumos) como en sus procesos y desechos.
Al respecto, y con el fin de cumplir con los mandatos de París sobre Cambio Climático, algunas petroleras socialmente responsables están aplicando procesos de reconfiguración “verde” en sus refinerías y plantas para asegurar la emisión cero de carbono. Ejemplos de lo anterior son: la utilización de una proporción considerable de materias primas renovables en sus procesos, manejos limpios en su cadena de suministros, mejores tecnologías de pre y post combustión, fuentes de electricidad renovables (sol, viento, hidrógeno), procesos de captura-almacenamiento-reutilización de CO2, así como procesos logísticos mucho más limpios. Es evidente que la refinería de Dos Bocas no pasaría tales estándares de control ambiental, a menos de que demuestre lo contrario ante organismos acreditados de certificación externa. Y si algún día llegara a su producción meta de 340 mil barriles de crudo diario (no anuales como mencioné erróneamente en el artículo anterior de esta serie), según el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) estaría emitiendo a la atmósfera 2.16 millones de toneladas de dióxido de “carbono equivalente” al año, lo que significaría un total de 43.2 millones de toneladas en veinte años de operación. Ese volumen de contaminación equivale a borrar del mapa iniciativas a favor del medio ambiente y el aporte de oxigenación prometido en el programa “Sembrando vida” que está muy lejos de alcanzar, a 7 meses de la conclusión de este gobierno, las metas anunciadas al inicio de este sexenio.
Otro asunto que refleja la preocupante dependencia de la coordinación ejecutiva de Dos Bocas a las “instrucciones del señor presidente” es el que no se tomara en cuenta la opinión técnica del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP). Desde 2008, ese organismo especializado determinó que las tierras de Paraíso, Tabasco, donde se encuentra Dos Bocas, eran las menos recomendables para construir una refinería, de entre 7 opciones disponibles. Las principales razones de dicho dictamen fueron: el rico ecosistema de humedales, lagunas, manglares y especies en peligro de extinción; así como la fragilidad de esa región ante huracanes e inundaciones. Sin embargo, y como de costumbre, se impuso la instrucción presidencial, desforestando 220 hectáreas; lo que implicó poner en peligro al cangrejo azul, someter a la laguna de Mecoacán y al Río Seco al riesgo de derrames y afectaciones irreversibles en su vida natural y pesca; así como someter a la refinería a futuros desastres naturales. La amenazante fatalidad de ese escenario es que las propias emisiones contaminantes de Dos Bocas acrecentarán la probabilidad de ocurrencia, porque la región del golfo de México ya es, de por sí, una zona contaminada en sus aguas y atmósfera. Sus niveles crecientes de gases invernadero en la atmósfera y la consecuente temperatura más alta de sus aguas, la convierten en fuente generadora de huracanes y desastres naturales.
A los impactos ambientales negativos de Dos Bocas, se añaden los de carácter financiero y no sólo por sus incontrolables costos de construcción, sino por su cuestionable rentabilidad económica; cuya proyección se oscurece con los discrepantes pronósticos presentados por Pemex y por Rocío Nahle. Según Héctor Ruiz Monjaraz, director de proyectos para procesos de gas, petroquímicos y refinación de Pemex, la refinería será rentable “hasta dentro de 20 años”. En cambio, Rocío Nahle aseguró que la tasa interna de retorno será de 13.46%, sin presentar criterios y bases de cálculo que sostengan tal afirmación. Y la incertidumbre se magnifica por lo expresado en la manifestación de impacto ambiental (MIA) de Dos Bocas, elaborada por otra oficina de PEMEX, donde se establece que su vida productiva “será de 20 años”, dado que deberá ser objeto de remodelación ante los futuros criterios ambientales y avances tecnológicos.
¿Dónde ha estado la coordinación ejecutiva de ese oneroso megaproyecto que debe armonizar criterios, estrategias, líneamientos de obras e informes? Que quede claro, los trabajadores mexicanos contratados en Dos Bocas cumplieron cabalmente su encomienda al seguir instrucciones con entrega, esfuerzo y resultados. La enorme responsabilidad y fallas estuvieron en su concepción inicial, ubicación, cambios de diseño, sobrecostos y en su deficiente control ejecutivo. En cuanto al rubro laboral, llamó la atención que contrataran a cientos de jóvenes coreanos en sistemas digitales, quienes fueron hospedados y alimentados por separado en un inmenso campamento. Eso es consecuencia de tener un presidente que estigmatiza como “aspiracionistas” a los becarios interesados en preparase en los mejores centros de estudio en México y el extranjero; y que prefiere ofrecer empleo técnico y profesional a quienes vienen de afuera.
En síntesis, la refinería de Dos Bocas es un pésimo ejemplo de lo que ocurre cuando la política pública se practica a partir de ocurrencias unipersonales, sin controles ni susceptibilidad a la opinión experta; y cuando los encargos de responsabilidad pública se otorgan con base en criterios de lealtad personal y no en la experiencia profesional ni el talento requerido. Las fallas de Rocío Nahle se hicieron notorias porque no sólo no supo conducir una política energética moderna; sino concebir, coordinar, informar y entregar resultados sobre un proyecto energético acorde con la transparencia y el uso ordenado de los recursos públcos, así como con la salud de los mexicanos y del planeta.
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