El gobernador Cuitláhuac García, en su último año, ya sabe lo que es perder poder, pues ahora tiene la pesada presencia de su candidata Rocío Nahle.
¿Qué sentimientos anidarán en el Gobernador por esa pérdida de poder? Una cosa es segura en ese sentido, lo que sienta es menos fuerte de lo que padece en estos días Patrocinio Cisneros, quien fue su secretario de Gobierno.
A principios de agosto escribí en esta columna una frase que trascendió luego de la reunión de Nahle con Zenyazen, Cazarín, Lima y Eleazar, quienes se habían entusiasmado de más con la idea de que podían ser los candidatos a la gubernatura por parte de Morena.
De mi cuenta corre que no se le vuelva a ver en Veracruz, es lo que se afirma soltó la en ese entonces aún secretaria de Energía en referencia a Patrocinio, y ahora lo está cumpliendo.
Tras su malograda incursión en búsqueda de la candidatura -que culminó en un deshonroso tercer lugar con todo y que festinó un supuesto triunfo que solo estuvo en su cabeza- al exsecretario de Gobierno no le ha quedado de otra que desaparecer del mapa político jarocho.
Cuitláhuac tenía el plan de reincorporarlo si no conseguía ser el candidato, pero las semanas pasan y eso no se concreta.
Hace unos días, cuando empezó a trascender lo del veto a Cisneros, el Gobernador expresó ante periodistas que es su facultad decidir si regresa.
Sí, es su facultad, pero resulta que en su quinto año de gobierno y con factores políticos inesperados para él, ahora se ve que no ha podido ejercer esa facultad.
La razón es sencilla: la candidata de su partido tiene un gran peso y está la promesa de desaparecer a Patrocinio de la política jarocha.
Al respecto se hace una pregunta no malintencionada sino realista:
¿Cuántos funcionarios del gobierno de García ya le reportan a Rocío Nahle? ¿o cuántos han recibido alguna amable petición por parte de la gente de la candidata y han respondido sin avisarle a su jefe?
Así es esto de la política y de la naturaleza humana.
Pero decíamos que lo que sienta Cuitláhuac no se compara con los sentimientos atribulados que debe tener su exsecretario de Gobierno.
Patrocinio hoy sabe con toda crudeza lo que es la ingratitud debido a la pérdida de poder, que por cierto lo tuvo a manos llenas y lo ejerció más que el Gobernador.
Un ejemplo de eso está en el comportamiento de los alcaldes, sobre los que el defenestrado exfuncionario ejercía un férreo control. Se sabe que varios de los que apoyó relativamente, en los primeros días tras su desgracia lo buscaron y medio lo apapacharon.
Sin embargo, los que más recibieron el respaldo desde la Secretaría de Gobierno y decían que darían todo por el proyecto del sucesor de Yanga, fueron los primeros en olvidarse de la lealtad jurada. Pasaron a su lado con gran indiferencia, sus ojos ni siquiera voltearon hacia él (recordaron a Rubén Fuentes) y se fueron a entregar con la candidata.
Tarde aprendió la lección. Nunca debió buscar ser candidato o cuando menos debió haber metido freno a tiempo. Le afectó tener tanto poder y ser nuevo en las grandes ligas.