Cuando Rigoberto Palma Muñoz, de 56 años, empieza a contar su odisea particular con el huracán Otis, lo hace con gallardía. Levanta el pecho, eleva la voz, gesticula con las manos. Pero de pronto, se desmorona y suelta el llanto como un bebé de brazos.

Él vive para contarlo, pero Felipe, uno de sus compañeros de trabajo de la embarcación La Reyna María, no corrió con esa suerte. Está desaparecido.

Rigoberto Palma era el capitán del Dinka ll, embarcación que sucumbió en las olas de seis metros y vientos sostenidos de 270 kilómetros por hora. Su embarcación prestaba el servicio de recorridos turísticos por la bahía en el Parque de la Reyna, en la zona conocida como Acapulco tradicional.

“Primero comenzó a llover. El viento fue incrementándose. Estábamos preparados para una noche larga. Sabíamos que el huracán tocaría tierra como a las seis de la mañana, pero ocurrió mucho antes”.

Este hombre nació, creció y se hizo viejo en el mar. Aún así, el huracán Otis le vino a enseñar a él y a todos sus hermanos de la vida marina lo que es enfrentar una tempestad.

Vio esas olas enormes precipitándose encima de las embarcaciones. Vio como El Dinka l voló por el aire, con todo y ancla y un pedazo grande del concreto al que estaba sujeto.

Cuando sintió que todo estaba perdido trató de tranquilizarse. Si iba a morir no iba a ser lleno de miedo en medio de la vida que escogió. Todavía se dio tiempo para infundir valor a su compañero de embarcación. También se dijo que, si no moría en ésta, de todos modos lo haría a consecuencia de la azúcar que se le dispararía.

“Eres diabético, tienes que tranquilizarte”, se dijo él mismo. Entonces pudo pensar con claridad y hallar salida a lo que parecía imposible de lograr. Él y su compañero comenzaron a caminar por la embarcación para hacer contrapeso mientras ésta bailaba encima de las aguas turbulentas. En lugar de sucumbir, El Dinka ll se acercó a un muelle y Rigoberto vio en ese momento la oportunidad de salir vivo. Fueron unos segundos de lucidez. El tiempo suficiente para hacer la diferencia. Cuando la embarcación estuvo cerca del muelle saltaron y ésta, después, se perdió entre las olas.

Rigoberto también pensó que si se quedaban en el muelle serían arrastrados o elevados por los aires, así que tenían que moverse rápido.

“Del muelle saltamos a la terraza de un condominio y ahí nos guarecimos. Serían como unas seis horas que estuvimos allí, nos caía la lluvia, pero gracias a Dios ya no corríamos peligro”.

El lunes 31 de octubre, casi una semana después del impacto de Otis en Acapulco, Rigoberto fue a Capitanía de Puerto, una oficina dependiente de la Secretaría de Marina, a reportar su embarcación como perdida y a solicitar los apoyos para las personas en situación de emergencia.

Él no es el dueño del Dinka ll. Es uno de los varios trabajadores que tiene el que era propietario de las tres embarcaciones para recorridos turísticos en la Playa de la Reyna. Las tres se hundieron.

Rigoberto se quedó en la embarcación, comparte, porque es parte de su responsabilidad como capitán del barco. Es un compromiso que adquieren cuando se hacen capitanes. Eso no está escrito en ningún lado. Es consustancial a la misma actividad. El barco es como su familia, además, en su fuente de empleo.

“Uno tiene que cuidarlo porque es nuestra forma de vivir, si la embarcación se pierde, perdemos nuestro empleo”, resume.

Sin censo de embarcaciones y marinos afectados por Otis

La mañana del 31 de octubre, en la Capitanía de Puerto se instala una mesa de trámites de la Secretaría del Bienestar para recibir la información acerca de los daños en este sector, a siete días del huracán.

Rigoberto se acerca. Va solo en chanclas y una bermuda. Pregunta que cuánto tiempo va a estar la mesa instalada ahí porque no va a haber forma de que la gente se entere.

“Estaremos hoy y mañana, corra la voz, para que vengan”, le dicen en la mesa de trámites.

El capitán de El Dinka ll sabe que eso es imposible. No hay señal de telefonía móvil ni en los domicilios para avisar.

Capitanía de Puertos aún desconoce la cantidad de personas desaparecidas y muertas y cuántas embarcaciones se perdieron.

El titular de la Capitanía, Gamaliel Reyes Ramírez, no está en las instalaciones. De acuerdo con lo que informó su secretaria, sale y regresa a cada rato para atender situaciones relacionadas con los efectos del huracán en el puerto.

Se cuenta únicamente con los testimonios de las familias y conocidos de las víctimas. El Club de Yates de Acapulco es un espacio privado y no hay acceso en el muelle. Los daños pueden verse desde la costera Miguel Alemán. Hay embarcaciones encalladas en salientes rocosas, de otras solo sale la proa, otras están hundidas por la mitad, otras las botó el mar y las depositó en la playa.

Varias embarcaciones encallaron en un pedazo de lote baldío entre el Club de Yates y el área de Condominios Los Cocos, en la zona tradicional de Acapulco. En este espacio hay dos veleros de 3.5 pies y tres yates de 4.5 pies. Aldo Enzo, quien rescata algunos materiales que volaron de los yates y veleros, comparte que siete embarcaciones del Club de Yates, donde él trabaja, están desaparecidas. Tampoco hay pistas del paradero de la tripulación, por lo menos un capitán y dos ayudantes.

“Entre todos esos desaparecidos yo tengo siete amigos”, asegura.

Evelyn Salgado, la gobernadora de Guerrero, señaló este miércoles 1 de noviembre que la Fiscalía de Guerrero sigue buscando al personal desaparecido del Club de Yates.

José Rafael Ojeda, secretario de Marina, dijo que hasta ahora se cuentan entre 40 y 45 embarcaciones que sufrieron daños por el huracán Otis.

Más allá del condominio Los Cocos están las instalaciones de la Secretaría de Marina en Acapulco. El edificio de la institución está destruido. En el muelle hay una lancha rápida a punto de salir a altamar. Dos personas de esa lancha se colocan sus trajes de neopreno y prueban los reguladores de oxígeno.

Un vigilante de la Secretaría de Marina revela que ese equipo va a buscar a elementos de la Marina que desaparecieron junto con 12 embarcaciones. Entre las víctimas estarían los capitanes de los navíos y por lo menos dos oficiales por cada uno.

 

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