Fue la propia Claudia Sheinbaum quien le dijo a Cuitláhuac García (por orden del presidente López Obrador), que “era hora de actuar como defensores de la 4T más que como mandatarios estatales”. Por eso el gobernador tomó la estafeta de Layda Sansores y se convirtió, de un día para otro, en uno de los paladines morenistas más notorios.
Como lo revelé hace un par de meses, AMLO decidió repartir el trabajo sucio o de golpeteo entre sus más radicales compañeros y se desarrolla, en este momento, “el tiempo de Cuitláhuac García”; más adelante, vendrá el turno de algún otro.
Uno de los asuntos que valoró el presidente para lanzar al ruedo a Cuitláhuac García fue que, tomando en cuenta su impopularidad en Veracruz y el resto de la República, el mandatario tenía “poco que perder” poniéndose al frente (por un tiempo), en la lucha contra los jueces federales.
De ahí que en el plan de AMLO se encuentre la opción de moverlo hacia un cargo federal, para que, desde ahí y sin la vorágine que significa estar en Veracruz, pueda operar “movimientos en defensa de los embates de la oposición”.
Por eso, García aprovechó su estancia en CDMX para robustecer la tarea que le encomendaron durante unos meses. La carga mediática que en su momento reunió Layda Sansores pasó a Cuitláhuac y después se turnará a un morenista más.
La realidad es que AMLO y Sheinbaum tienen posiciones federales para Cuitláhuac García, en lo que resta de este sexenio y el siguiente, pero bajo la condición de empeñar el poco capital político que le queda. Veremos qué ocurre y si les funciona.