En los últimos días se ha visto llorar con un profundo sentimiento a muchos mexicanos. ¿Lloran por las dos mil 963 personas que, de acuerdo al número de las autoridades, desaparecieron solo de enero a marzo de este año? No.
Las imágenes en Facebook de esa gente llorando aturden, desconciertan y hasta molestan.
Lloran porque su equipo de futbol perdió, fue eliminado y no pudo ser campeón y lloran también porque el conjunto que echó a sus amados jugadores finalmente perdió y eso les genera una catarsis en la que gritan que hubo justicia divina.
No todos los aficionados al futbol son así, pero la verdad sí hay una gran cantidad en esas condiciones.
No ven o no les interesa saber que, para empezar, el futbol mexicano es un gran negocio…para unos cuantos a los que no les importa el deporte ni la verdadera competencia, sino solo el dinero y en ese afán lo de menos es el aficionado.
Así, en tanto hay fanáticos que defienden a sus equipos como si por lo menos cada quincena recibieran una paga, los dueños hacen negocio con las contrataciones chafas de cada arranque de temporada, en complicidad con los llamados promotores que inflan la imagen de jugadores mediocres.
Los reglamentos los tienen de adorno. Se tolera la multipropiedad, es decir, que un grupo empresarial sea propietario de varios equipos, como Irarragorri de Atlas y Santos, los Martínez de Pachuca y León y los Hank de Xolos y Querétaro.
No es secreto que a los presidentes de la Federación Mexicana de Futbol los pone Televisa, igual que a los de la Comisión de Arbitraje.
¿En qué otro país se verá que una empresa de apuestas (Grupo Caliente) sea dueña de un equipo profesional de futbol?
¿Y el aficionado?, pues por lo que se ve, los dueños de equipos han llegado al punto de que creen hacerle un favor a millones por darles un futbol mediocre y transmisiones con merolicos.
¿Y los desaparecidos, los asesinados, la inseguridad, las extorsiones, los asaltos, la falta de trabajo o la carestía? Por eso no se protesta ni se llora…hasta que nos llegan en lo particular.