A tiempo le advirtieron a Javier Duarte que era ya visible en la opinión pública lo que se estaban robando en su gobierno, pero no hizo caso.
Un modesto contralor de una secretaría —modesto en cuanto a los recursos humanos de los que disponía, pero muy vivo para la política y con acceso al entonces gobernador— fue quien le hizo la advertencia.
—Gobernador, mira, mi modesto personal ha detectado esto, creo debe hacerse algo para cubrirlo, porque una auditoría mayor detectará esto y más, le dijo el subalterno.
Duarte —un exmagistrado lo definió como un joven al que le falla el termostato para evitar el peligro— habría dado las gracias y sonreído, sin hacer nada más.
¿Alguien más le habría hecho algún comentario en ese sentido?; no creo, pues la mayoría estaban preocupados en resolver el resto de sus días y otros no tenían la cercanía y confianza para expresarle lo que se decía de su gobierno.
Bueno, en honor a la verdad se sabe que sí hubo otra advertencia, pero ya demasiado tarde. Esa vez sí habría hecho caso, pero lo torcido era ya imposible enderezarlo.
Fuentes cercanas a ese caso cuentan que sentado frente al entonces auditor superior de la Federación, Juan Manuel Portal, el exgobernador no tuvo un argumento válido para justificar lo que las auditorías señalaban como dinero desaparecido.
Afirman que «justificó» en parte con una verdad: el dinero se había invertido en política, pero lógicamente para el titular de la ASF eso no fue una justificación legal y no aceptó tapar el escándalo.
Dicho sea de paso, hay quienes calculan que alrededor de un 30% de los recursos desaparecidos efectivamente fueron a dar a campañas políticas, no solo de Veracruz, sino las realizadas en otros estados e incluso a una de nivel nacional.
El desenlace de esta historia es conocido y sabemos cómo han tenido que pagar algunos de los protagonistas, en tanto otros negociaron y salvaron el pellejo.
Para muchos resulta muy difícil vencer la tentación de tomar dinero o hacer negocios ilícitos al amparo de un cargo gubernamental.
Por eso la frase del presidente Ruiz Cortines, cuando le recomendaban a alguien ponderando su supuesta honestidad y con una pregunta el viejo zorro de la política mexicana desarmaba al interlocutor: ¿ha estado donde hay?
En fin, ahora que está de boca en boca el caso de una señorita Rodríguez, empleada menor de la Secretaría de Educación, a quien en diversas dependencias le han dado contratos por alrededor de cien millones de pesos sin cumplir los requisitos, es momento de actuar y limpiar lo que haya que limpiar.
Cuando hay casos así, fuertes, el librito de la función pública aconseja que deben rodar cabezas para evitar que el escándalo escale.
Lo realizado para dar los contratos a Rodríguez fue burdo y dejó huellas por todos lados, tantas que no hubo forma de ocultarlas.
Cuando ocurrió el primer escándalo en este gobierno, por las compras caras de unas camionetas para Seguridad Pública (la SSP no ha dejado de estar en el ojo del huracán), no se actuó correctamente. Al responsable directo de las adquisiciones simplemente lo cambiaron de área y asunto concluido.
¿Ahora qué se hará?…