Permean en las universidades públicas del país las desigualdades socioeconómicas por género, o por pertenecer a un grupo poco representado en los espacios educativos, reflexionaron este jueves especialistas en educación, quienes además hicieron un llamado a las universidades para revertir esta situación, ya que «son las únicas que pueden ayudar a conducir al planeta en otro sentido y hay que asumir esa responsabilidad».

Durante el Coloquio «La Universidad Pública frente a su actual momento histórico» realizado en el Museo de Antropología en el marco del 25 aniversario de la Junta de Gobierno de la Universidad Veracruzana, la doctora Ana Gabriela Buquet Corleto, el doctor Emilio Blanco Bosco y la doctora Sylvia Irene Schmelkes del Valle, compartieron con los asistentes el tipo de desigualdades que existen al interior de las universidades públicas, que son resultado de la misma desigualdad que permea en la sociedad.

Intrusas en la universidad: violencia de género en instituciones de educación

La primera en participar fue la doctora Ana Gabriela Buquet Corleto, Investigadora titular del CIEG-UNAM, quien dedicó su ponencia a destacar la terrible violencia de género que hay en México «que se expresa de muchas maneras y básicamente en todos los espacios sociales».

Por tal, reconoce con pesar la investigadora, las universidades no escapan de replicar estas violencias estructurales contra las mujeres, como lo evidencian cifras que estiman que el 57 por ciento de las estudiantes universitarias han sufrido algún tipo de agresión dentro de su casa de estudios.

En ese tenor Buquet Corleto comentó que las instituciones de educación «son espacios creados por los hombres y para los hombres, por lo que reproducen las desigualdades de género de manera permanente:

«Las universidades fueron creadas bajo la dinámica y lógica de la vida de los hombres, el ingreso de las mujeres ha sido un ingreso paulatino, por eso he titulado esta ponencia «intrusas en la universidad», porque atrás del ingreso de las mujeres hay una lucha para pertenecer al espacio universitario».

El ingreso es tan solo una muestra de las luchas de las mujeres, pues una vez terminada la educación universitaria se topan con pocas oportunidades laborales y menos para alcanzar puestos directivos, como lo indican cifras que demuestran que al interior de la UNAM solo el 30 por ciento de investigadores titulares C son mujeres frente al 70 por ciento de los hombres.

Las dificultades para ingresar a estos puestos directivos, explica la investigadora, se debe a que históricamente se ha asociado a las mujeres con las labores domésticas y de cuidado, por ejemplo, se estima que las mujeres dedican dos terceras partes de su tiempo a tareas de esta naturaleza, contra sólo un tercio que los hombres “hay que acabar con esta idea de que la masculinidad no es apta para las labores domésticas”.

Sumado a esto, la sexualización de las profesiones afecta a la integración de las mujeres en áreas vinculadas con las ciencias y la tecnología y puso el ejemplo de una investigación entre estudiantes de carreras técnicas del Conalep quienes tuvieron que vencer, en primera instancia, los comentarios familiares de que profesiones como los automotores no son para ellas.

La trampa de la expansión del sistema educativo

Por su parte, el doctor Emilio Blanco Bosco,Profesor-Investigador del Colegio de México y la doctora Sylvia Irene Schmelkes del Valle, Socióloga y maestra en Investigación y Desarrollo Educativo por la Universidad Iberoamericana, decidieron abordar las desigualdades desde la perspectiva socioeconómica, cuya brecha entre los diferentes sectores sociales ha aumentado a pesar de la expansión de la cobertura educativa.

Blanco Bosco comentó durante su participación que la solución a las desigualdades en el sistema educativo no es el aumento de la matrícula, puesto que si se revisan las estadísticas podrá observarse que en los últimos 40 años aumentó el número de jóvenes que ingresaron a una universidad, pasando del 45 al 65 por ciento, sin embargo:

“A pesar de que hay más oportunidades, esto no necesariamente significa más cobertura, la clave está en quién está en condiciones de aprovechar estos espacios que se abrieron”, con esto, el investigador se refiere a que estos nuevos espacios no están siendo ocupados por personas de escasos recursos, sino por personas con niveles económicos más altos, lo que se evidencia además en la brecha socioeconómica al interior de las universidades:

“La brecha socioeconómica ha aumentado, si revisamos a la generación de nacidos en la década de los 50 que accedieron a la universidad, veremos diferencias socioeconómicas de 20 puntos porcentuales, sin embargo en la generación actual, los nacidos en los 80, veremos que esta brecha aumentó al 50 por ciento”.

Mientras tanto, Schmelkes del Valle apuntó que en la universidad hay al menos tres aristas de la desigualdad: la primera la selectividad, pues “los candidatos a ingresar son productos de un sistema desigual, las diferencias en la calidad de aprendizaje son enormes y eso se agrava con una menor cobertura en los niveles superiores”.

La segunda, comenta la socióloga se refiere a que las universidades son poco representativas de la diversidad social, dejando fuera a las minorías y agrega un tercer punto: la ubicación geográfica, haciendo alusión a que la mayoría de las instituciones educativas se encuentran en las grandes ciudades o cabeceras municipales, «lo que implica un mayor costo para la gente que no es de ese lugar” pues se incluyen costos de renta, comidas, etc.

Schmelkes también abundó sobre lo que llamó “justicia epistémica” haciendo alusión a cómo en las universidades prepondera la educación de saberes occidentales, dejando fuera otros valores y tradiciones que también son importantes como el trabajo colaborativo, la espiritualidad, entre otros, con lo cual no se invita a los estudiantes a conocer otras realidades, experiencias y formas de comprender el mundo y que podrían ser benéficas para su formación profesional.

¿Qué pueden hacer las universidades para combatir las desigualdades?

Los tres especialistas estuvieron de acuerdo en que se requiere de un cambio estructural en las universidades si verdaderamente se desea abonar a la disminución de las desigualdades, tanto al interior como al exterior de las instituciones educativas, pues es obligación de las instituciones educativas combatirlas por su naturaleza social.

En ese sentido, Buquet Corleto hace un llamado a «armonizar las legislaciones universitarias» con las leyes y estatutos que promueven la defensa de los derechos humanos, específicamente en lo que se refiere a los derechos de las mujeres, por lo que reconoció que la UV tenga un protocolo de atención a víctimas de violencia.

Por su parte, para Schmelkes la solución a estas problemáticas se encuentran «hacia a fuera fortalecer educación a lo largo de toda la vida, realmente llevar educación a los sectores más necesitados, democratiza el conocimiento, involucrarse de forma intensa en la transformación a partir de las hipótesis tecnológicas y científicas generadas en su interior».

Más optimista Blanco Bosco comentó que la pandemia brindó a las universidades una mayor sensibilidad para comprender a sus estudiantes, reconociendo en ello que en el proceso educativo influyen varios factores, a veces ajenos a la institución:

«Creo que ahora las universidades son más sensibles a las condiciones de las que vienen los alumnos, a sus procesos mentales, porque hoy por hoy la educación está pensada para estudiantes que no tienen vida, que no tienen que trabajar, que no tienen problemas con los padres o hacer tareas de cuidados, alumnos perfectos autosuficiente y autónomos, espero que con esto de la pandemia la universidad sea consciente de la obligación de que tiene de acompañarlos».

AVC

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