La esquistosomiasis –responsable de alrededor de 200.000 muertes cada año en el mundo, fundamentalmente en África subsahariana– es una grave enfermedad tropical desatendida (NTD, por sus siglas en inglés) que afecta a más de 240 millones de personas. Se trata de una de las dolencias parasitarias más comunes en los países tropicales y subtropicales, regiones en las que grandes sectores de la población no tienen acceso a agua potable. Y ahí es donde surge el problema: la infección se produce cuando las minúsculas formas larvarias del parásito, liberadas por caracoles de agua dulce, penetran en la piel durante el contacto con aguas infestadas (al asearse, nadar, pescar o lavar la ropa), entran en los vasos sanguíneos y atacan los órganos internos.
Sabemos que, a largo plazo, la esquistosomiasis puede provocar daños en el hígado, infertilidad, insuficiencia renal, cáncer de vejiga o incluso la muerte, además de una mayor vulnerabilidad a enfermedades de transmisión sexual como el VIH. Con un sistema inmunitario menos desarrollado, los bebés y los niños son especialmente vulnerables a la infección: pueden sufrir, entre otros, problemas de crecimiento, dificultades de aprendizaje y enfermedades crónicas. En la actualidad no existe vacuna contra la esquistosomiasis, pero afortunadamente sí existe terapia. De hecho, el control de esta enfermedad se basa en tratamientos a gran escala de los grupos de población de riesgo, el acceso a agua salubre, la mejora del saneamiento, la educación sobre la higiene y el control de los caracoles.
Es en el control de la enfermedad en el punto en el que estamos trabajando desde Merck. Con el objetivo de erradicar la esquistosomiasis, colaboramos con la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 2007. Durante este tiempo hemos donado más de 1.500 millones de comprimidos del tratamiento, lo que ha permitido sanar a más de 600 millones de niños en edad escolar en 47 países del África subsahariana y otras regiones. Prueba del importante impacto de este programa de donaciones son las conclusiones del estudio publicado en la revista The Lancet Infectious Diseases, que muestran que la prevalencia de la esquistosomiasis en el África subsahariana entre los menores en edad escolar se ha reducido casi un 60% en los últimos 20 años.
Con un sistema inmunitario menos desarrollado, los bebés y los niños son especialmente vulnerables a la infección. Pueden sufrir problemas de crecimiento, dificultades de aprendizaje y enfermedades crónicas
Junto a ello, y a través de nuestro Programa de Eliminación de la Esquistosomiasis, hemos diseñado una estrategia integradora en colaboración con socios y entidades de todo el mundo, centrándonos en investigación y desarrollo, tratamiento, agua, saneamiento e higiene y educación sanitaria.
Por medio de este programa también hemos ampliado nuestro compromiso con Ruanda, país al que proporcionaremos ocho millones de comprimidos adicionales al año del único fármaco que existe para tratar la esquistosomiasis. No solo a los niños en edad escolar, sino también a los adultos afectados. Con una primera entrega ya realizada, el tratamiento es una parte clave del plan estratégico de Ruanda, cuyo objetivo es eliminar esta enfermedad, que representará un problema de salud pública en 2024.
En Merck sabemos muy bien que uniendo fuerzas conseguimos avanzar más rápido y llegar más lejos. Por eso, nuestra compañía inició la Alianza Mundial contra la Esquistosomiasis, una coalición constituida por organizaciones e instituciones muy diversas que colaboran juntas como una única comunidad, para controlar y eliminar la patología. Esta alianza también impulsa programas de I+D para tratamientos innovadores, incluida la medicación pediátrica para niños en edad preescolar, diagnósticos más sensibles, e iniciativas para mejorar la capacidad de investigación y educación sanitaria en África.
La prevalencia de la esquistosomiasis en el África subsahariana entre los niños en edad escolar se ha reducido casi un 60% en los últimos 20 años
La emergencia sanitaria que ha envuelto al mundo estos últimos años nos ha puesto a prueba y ha dejado patente el enorme valor de la colaboración, al tiempo que nos ha demostrado lo mucho que somos capaces de conseguir cuando quienes trabajamos en el campo de la salud decidimos hacerlo en equipo, compartiendo y no compitiendo. Una lección que no solo es válida para hacer frente a una pandemia, sino también para luchar, por ejemplo, contra muchas enfermedades desatendidas que, como la esquistosomiasis, asolan a una parte importante de la población mundial, sobre todo en los países más desfavorecidos.
Estamos convencidos de que las alianzas nos ayudan a ser más eficientes, a alcanzar metas más elevadas en nuestro empeño como compañía que quiere contribuir al progreso humano a través de la innovación, y a mejorar la calidad de vida de todos a través de la ciencia, la tecnología y la sostenibilidad en un mundo en constante movimiento y cambio. Así trabajamos cada día en la lucha contra la esquistosomiasis y así lo seguiremos haciendo sin descanso hasta lograr erradicarla.
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