En su dicho sobre seguir protegiendo a los integrantes de la delincuencia organizada bajo el argumento de que se trata de seres humanos, el Presidente de la República ha dejado varias respuestas al aire. ¿De quién los va a proteger? ¿De ellos mismos que se disputan territorios para delinquir libremente? ¿De la sociedad que intente defenderse ante la ausencia de una estrategia de seguridad? ¿De las fuerzas armadas que cumplen con sus tareas de proteger a la población? ¿De quién?
La expresión es una bofetada más a las fuerzas armadas, en medio de una cruenta guerra criminal que no termina y que ha dejado la mayor cantidad de muertos en la historia reciente del país, ¡más de 120 mil en lo que va de su sexenio!
“No fue desliz, también hay que proteger la vida de los integrantes de las bandas” acuñó apenas el viernes. En su desvarío de defender a los delincuentes de los delincuentes, el Presidente López Obrador actúa contra el Estado de Derecho -sus protegidos tendrían que ser llevados a la justicia-, y deja en estado de indefensión a la sociedad. Es la construcción de un verdadero Narcoestado.
El propósito de proteger a integrantes de la delincuencia organizada explicaría la escalada de violencia que ha registrado capítulos abominables. Durante los primeros 3 años de gobierno de AMLO, se han registrado hasta 45 masacres a lo largo del país. Las víctimas han sido delincuentes y miembros de las fuerzas armadas, pero también cientos de mujeres, niñas, niños y personas inocentes, quienes no gozaron de la protección ni de la justicia que hoy el Presidente ofrece a sus victimarios.
Al mismo tiempo, las fuerzas armadas han sido sometidas y agraviadas. Por redes sociales circulan decenas de video en los que elementos de los elementos del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional son perseguidos, agredidos, e incluso ejecutados, ante la complaciente política de “abrazos y no balazos”. El Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas ha traicionado a su tropa.
Los criminales han quedado impunes y siguen demostrando que los cárteles mexicanos siguen siendo los principales generadores de violencia. Pero hoy es tarea del Presidente protegerlos.
El compromiso presidencial de velar por su seguridad sólo confirma lo que ya se ha documentado: fue la delincuencia organizada la que por muchos años financió el movimiento del eterno candidato y quienes, mediante la amenaza y la violencia, son ahora sus principales operadores electorales.
Así quedó demostrado en la elección del año pasado, cuando con absoluto cinismo, el mandatario reconoció su “buen comportamiento” en los estados en los que Morena se llevó el carro completo. El Presidente está convencido de que debe proteger a quienes financian a su partido y quienes serán sus “operadores electorales” de cara a la sucesión presidencial de 2024.
Lo mismo pasa con los médicos mexicanos, quienes también han recibido otra bofetada con el anuncio de que se contratarán galenos cubanos, ante “la falta de especialistas”, cuando ha sido el propio gobierno de la 4T quien ha reducido las plazas y cancelado las becas para que los médicos mexicanos realicen su especialidad en otros países. Curiosamente, en único país extranjero en el que pueden hacerlo es Cuba.
El gobierno de México, en efecto, ha mostrado un malinchismo insultante contra nuestros médicos mexicanos, fortaleciendo el mito de que los doctores cubanos son mejores que los de otros países, una propaganda reiterada en países con gobiernos de izquierda que han formalizado acuerdos de ayuda médica con La Habana.
Hace dos años, la “ayuda humanitaria” del gobierno cubano costó al país, en números redondos, $140 millones de pesos, a razón de 234 mil pesos por médico, equivalente a un ingreso mensual de 115 mil pesos. Algo absolutamente inimaginable para cualquier especialista mexicano.
En Veracruz, la experiencia de contratar médicos cubanos durante la pandemia fue un desastre. Un grupo de aproximadamente 200 médicos y enfermeros cubanos llegó a nuestro estado para reforzar la atención en medio de la pandemia. Ninguno de ellos tuvo contacto directo con los pacientes infectados. Fue turismo médico.
Y mientras que los médicos cubanos eran transportados en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana, recibieron una paga muy por encima del personal médico local, gozaron de servicios de seguridad, hospedaje y alimentación de primer nivel, los médicos veracruzanos se las tuvieron que arreglar para que siquiera les pagarán porque la mayoría de ellos eran eventuales.
El problema no queda ahí. En México y el extranjero hay evidencia de que muchos de esos médicos no cuentan con el conocimiento necesario porque en realidad son activistas políticos que serán utilizados para la creación de grupos de choque como ya sucedió en Venezuela y otros países afines al régimen cubano.
El Presidente no está pensando ni en la seguridad ni en la salud de los mexicanos. Está ocupado en mantener el poder a cualquier precio.
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