El 20 de julio de 2020, en este mismo espacio, dije de manera contundente respecto de mi participación como senador de la República en la aprobación de la reforma energética de 2013: ¡Yo voté por la reforma energética… y lo volvería a hacer!
Quienes votamos a favor de esa reforma lo hicimos con responsabilidad, conscientes de la necesidad de incluir a México en una nueva generación de energías limpias y baratas, con una competencia abierta a favor de los consumidores. No tuvimos que recurrir a discursos patrioteros sin fundamentos.
La contra reforma eléctrica que propuso el Presidente López Obrador no es patriótica. Tampoco son patriotas quienes este domingo votaron por ella, por el contrario. Estar en contra de esta reforma es tratar de evitar el “error más grande de todo el sexenio”, como lo advirtió el primer secretario de Hacienda de este gobierno, Carlos Urzúa.
De aprobarse, la reforma eléctrica seguiría inexorablemente la misma ruta de la reforma energética: crear un monopolio estatal que inhibe la inversión en nuevas fuentes de energías eficientes y a favor del medio ambiente. Por su tecnología obsoleta, a la CFE le cuesta hoy el doble de inversión producir apenas el 36% de la energía que se consume en el país.
Producir energía será más caro y obligaría al gobierno a gastar miles de millones de pesos del presupuesto para subsidiar la gasolina y la luz. Y entonces tendrían que echar mano de los programas sociales, como ya lo han hecho. Será Morena, y no la oposición, quien siga cancelando estos programas que atienden a los mexicanos más pobres.
Si se ahorraron dinero en medicinas para niños con cáncer, quitaron las estancias infantiles, cerraron los refugios para mujeres que sufren violencia, cancelaron todos los apoyos a los mexicanos migrantes y redujeron al mínimo los programas al campo, dentro de poco ya no habrá de donde echar mano. El presupuesto se agota.
Ante la falta de argumentos sólidos y la evidencia de los daños económicos que la reforma podría generar al país, el Presidente y Morena redujeron el debate al simplismo de elegir “entre las empresas y el pueblo”; entre “seguir favoreciendo a los ricos y no a los pobres”. Entre los falsos patriotas y aquéllos que sólo “quieren hacer daño al país”.
En realidad, si se pudiera hacer una elección tan simple, diríamos que se trata de volver al pasado -gobierno ineficiente, energías caras y contaminantes- y prepararnos para el futuro -energías limpias, económicas y con libre competencia-. Eso es precisamente lo que se votó ayer.
Ningún patriota, nadie que ame profundamente a México, puede desearle lo que esta reforma implica.
¿Quién que verdaderamente ame a México desearía obstaculizar los proyectos de energías renovables y darle el monopolio de mercado a una CFE corrupta e ineficiente que no tiene ningún contrapeso en el cobro de tarifas? ¿Quién quisiera que se genere electricidad con el combustóleo que Pemex no puede vender en ninguna parte del mundo por su altísimo nivel de contaminación?
Por ello, la gran mayoría de los patriotas están fuera de la 4T, en la sociedad civil organizada que busca detener la contaminación que generará Dos Bocas y el ecocidio del Tren Maya. Los patriotas también están en las calles, en las escuelas, en los hospitales, los comercios, y por supuesto, en las empresas, tratando de sobrevivir a un tsunami que amenaza a las instituciones y la frágil tranquilidad y paz social, hoy agobiadas por inconfesables pactos de impunidad.
Mi reconocimiento a todos los legisladores federales de oposición que ayer demostraron su amor a México, soportando las amenazas y las presiones de un gobierno autoritario. Traición a la patria fue votar por la contra reforma energética propuesta por el Presidente.
Recurrir al sentimiento nacionalista y asumirse como franquiciatarios del amor a la patria es uno de los síntomas de los gobiernos autoritarios y tiránicos. No lo digo yo, lo dice la historia.
Sería una tragedia estar condenados a repetirla…
La puntita
Le llegó la Semana Santa al AIFA. Resultó ser un verdadero paraíso, una especie de playa escondida, sin turistas ni aglomeraciones; tampoco bancos, restaurantes ni tlayudas. Un día de campo para los trabajadores que sólo despacharon 4 vuelos nacionales en ¡Viernes Santo! ¡Para que aprendan los conservadores!
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