Siret, Rumania. La supervivencia ha sido una constante para el mexicano Omar Aveña. Hace dos años, él y su prometida ucrania, huyeron de China, para salvarse de los mortales inicios de la pandemia de Covid-19. Hoy, se enfrentan a una prueba más: este miércoles escaparon de la guerra en Ucrania.
Hace unas semanas llegó ilusionado a Kiev, pues cumpliría con el ritual de petición de mano. El plan era estar solo mes y medio y después emprender una vida juntos, pero la guerra se interpuso en sus planes.
“Hace dos años tuvimos que evacuar China, pero ahora no se puede comparar. En la madrugada del jueves (26 de febrero) la madre de mi novia los llamó. Ella contestó y a mí se me vino un sentimiento extraño, días antes se hablaba de la guerra, pero nosotros estábamos exceptivos, teníamos una vida normal. Ella me dijo: ‘baby the war has begun’. Hasta ahora no lo asimilo, parece una película”.
Omar, originario de Jacinta, Michoacán, recuerda que a partir de ese momento “comenzó el terror”.
Ante los bombardeos se refugiaron en las estaciones del Metro, que tienen una profundidad de más de 50 metros, por lo que desde la Segunda Guerra Mundial funcionan como refugios.
Omar es uno de los 17 mexicanos que escaparon de Kiev ayer en la mañana en un autobús coordinado por la embajada de México en Ucrania, y que esta madrugada, a las 5.02 en la hora local (10.02 de la noche tiempo de la Ciudad de México) cruzaron la frontera de Rumania, justo el puente fronterizo de Serit.
Él y su prometida irán a México en el avión de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) dispuesto por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y que ya espera a un grupo de, se calcula, 50 connacionales que huyeron de la zona de conflicto y serán repatriados. Esto como parte de la llamada “Misión Rescate” coordinada por la FAM y la cancillería.
Por el momento, se estima que aún están en Ucrania alrededor de 50 o 60 mexicanos, que por diversas razones no han salido del país y a quienes las autoridades diplomáticas recomendaron no exponerse ni intentar, por ahora, abandonar territorio ucraniano.
De acuerdo con los integrantes de la delegación mexicana que participan en la misión, este jueves por la mañana (tiempo local) la aeronave despegaría rumbo a México, con tres escalas y más de 20 horas de vuelo.
La embajadora de México en Ucrania, Olga García Guillén, detalló las dificultades que enfrentó este grupo para trasladarse desde la capital ucrania hasta la frontera con Rumania.
Tuvieron que pasar retenes, desviarse en las carreteras debido al cierre o saturación de caminos, pasos sinuosos y oscuros y, “lo más complejo”, circular pese al toque de queda.
La diplomática indicó que ahora “no hay las condiciones” para salir de Ucrania, debido a que se han intensificado los ataques militares y que las ciudades tienen adversidades para la movilidad por la falta de combustibles, autos, trenes, otros medios de transporte. Al menos Kiev es “una ciudad fantasma”, apuntó al cruzar la garita junto a los 17 connacionales, algunos de ellos junto a sus parejas de ciudadanía ucrania, y tres alemanes que se subieron al autobús mexicano.
Detalló que por ahora permanecerá en la frontera ucranio-rumana debido a que no hay garantía de seguridad, por lo que exhortó a los mexicanos que aún permanecen en puntos de Ucrania a refugiarse y no intentar, por ahora, salir del país.
Propuso que ante el incremento de las hostilidades militares, se efectúe un corredor humanitario, para tratar de sacar a nacionales mexicanos y de otros países del área de conflicto.
En medio de la desesperación ante la inminencia del conflicto, la semana pasada Guillermo Padilla, mexicano originario de la ciudad de México, posteó un tuit pidiendo auxilio para salir de Ucrania.
Él y su novia ucrania habían emprendido un proyecto de vida juntos en esta nación y hoy se ve roto por la guerra. Cuando trata de explicar sus sentimientos, en medio del inclemente frío que azotaba la mañana en la frontera, soltó algunas lágrimas, muestra de su tristeza.
Por ahora regresarán a México, con la esperanza de algún día volver, pues dejan mucho… todo, atrás, enterrado por el conflicto.
“Es difícil estar escuchando las bombas, los disparos en la ciudad, ver a la gente que conocíamos tratando de defenderse de este ataque que les está quitando las vidas que ellos tenían. Quiero que sepan que el mundo entero está con ellos y los apoya y nadie quiere que les esté pasando esto”, aseveró.
En torno a esta área limítrofe se observa a decenas de voluntarios que participan en organizaciones, civiles y religiosas, que brindan apoyo humanitario a los refugiados que llegan a Rumania.
No importaban las condiciones climáticas ni que el frío arreciara o la nevada que cayó por la mañana, los voluntarios trabajan estoicos para dar auxilio a quien así lo necesita.
Pueden ofrecer comida, café, cobertores, abrigos y chamarras, guantes y gorros, medicamentos, entre otros insumos básicos necesarios para quienes huyeron y sólo llevan consigo una maleta.