La verdad compadezco a los compañeros que tienen la obligación de cubrir las conferencias del gobernador Cuitláhuac García. Y es que en una conferencia normal uno transcribe lo que dice el entrevistado y ya. Pero con el gobernador hay que fregarse porque aparte de trascribir, el reportero tiene que traducir el español mordido, deshilvanado y confuso que pronuncia.

Este jueves dijo que es respetuoso del criterio editorial de cada medio, aunque haya quienes destaquen mentiras en sus portadas.

Hasta ahí iba bien, pero desatinó segundos después: “La sociedad va viendo qué medios son congruentes y qué medios desvarían”. Y como me dijo un colega “aquí es donde te tienes que ir al diccionario para saber si la palabra ‘desvarían’ empata con el resto de su discurso, lo que generalmente no es así, porque desvariar es, ‘decir o hacer cosas incoherentes y sufrir alucinaciones, generalmente como consecuencia de una enfermedad mental o de un estado pasional’”.

Es decir, quien desvaría verbalmente es él.

El gobernador pidió a los reporteros que denuncien irregularidades y actos de corrupción porque él las va a atender, lo que se interpretó como una intromisión en el Poder Judicial, pero nadie se sorprendió.

Quizá cansada de tanto traducir, una reportera transcribió textual parte de su perorata y resultó esto: “Ayúdennos para que nosotros podamos, porque nosotros vamos tras eso, ayúdennos …no nos quedemos a decir las verdades a medias, digámoslo… yo como gobernante no debo extralimitarme y decir: ah, el PRI ta ta ta, Porque al rato hacen otra comisión y me van a estar diciendo. Pero ustedes no, ustedes sí pueden decir: ‘¡ah!, David Velasco, que era del PRI, traía su negocio y tras tras tras’”.

Clarito y conciso.

Un columnista aventuró la hipótesis de que con esta medida lo que pretende Cuitláhuac es controlar a los medios, pero difiero porque casi todos están controlados. Como tiene bajo su control al Congreso Local, al Poder Judicial, al Instituto Veracruzano de Acceso a la Información, a la Fiscalía General del Estado, al Tribunal Electoral Estatal, a la Comisión Estatal de Derechos Humanos y eso sí debe preocupar y mucho.

Si Cuitláhuac ha sido acusado de inoperante, incapaz, incompetente y represor que lo es, también hay que decir que es un autoritario que no se ha tocado el corazón para pasar por encima de las instituciones autónomas y manejarlas a su conveniencia.

A espaldas de los veracruzanos, modificó la Constitución para quitarle el 2 por ciento del presupuesto al Tribunal Superior de Justicia y el 1.5 por ciento a la Fiscalía General del Estado. Con esto, ambas dependencias tienen que recurrir a él si quieren sobrevivir económicamente.

Ahora va por el OPLE.

Hasta antes de las elecciones del 6 de junio el Organismo Público Local Electoral se había mantenido al margen de las grillas palaciegas, pero apenas se cerraron las casillas se destaparon las cloacas a favor (principalmente), de los candidatos de Morena. Y en eso tuvieron que ver y mucho los propios morenos.

A diferencia de la escandalosa cruzada que Andrés Manuel ha emprendido contra el INE, Cuitláhuac ha sido más cauto; está infiltrando al OPLE en todas sus áreas, desde el Consejo General, las Unidades Técnicas e incluso en el Órgano de Control Interno. “En los Consejos Electorales Distritales y Municipales la gente de Morena se ha metido como la humedad”, me dijeron.

Todos en conjunto estarían velando armas para armarle una revolución al Presidente Consejero Alejandro Bonilla, que lo puede dejar sin chamba o en calidad de títere del gobernador.

La idea es obvia; controlar por completo las elecciones del 2024 y ganar el Congreso local y la gubernatura como se ganó en 2018; por aplastante mayoría.

Si el OPLE cae en sus manos, Cuitláhuac habrá logrado más de lo que Andrés Manuel espera de él, porque Veracruz será en su totalidad territorio de Morena.

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