Evidencias demuestran que Cristóbal Colón fue el último de los “descubridores” de América, pues los vikingos y navegantes genoveses habrían llegado al continente 500 y 152 años, respectivamente, antes.
En 1960, una pareja noruega conformada por la arqueóloga Anne Stine y el aventurero Helge Ingstad, navegaron hasta Canadá para llegar a un remoto pueblo de pescadores en Terranova, L’Anse aux Meadows, o La ensenada de las medusas.
Al llegar preguntaron a las personas del sitio en dónde podían encontrar ruinas, por lo que George Decker, un poblador del sitio, los llevó hasta un lugar donde había un arroyo con salmones y una terraza marina, que es una playa elevada, cubierta de yerba en la que hay restos de edificaciones.
A este sitio, durante años, le llamaron “el campo indio” pues la gente asumían que había sido un asentamiento de los pueblos indígenas originarios.
Stine e Ingstad mencionaron que aquello les recordaba a lo que vieron en Groenlandia, desde donde creían, los vikingos habían partido a América hacía mil años atrás, lo que significaría que habrían sido los primeros europeos en el continente, al menos, 500 años antes de Cristóbal Colón.
Colón, un navegante genovés que zarpó buscando la India, descubrió América en 1492.
Las historias acerca del supuesto cruce del Atlántico por parte de los vikingos, son muy antiguas.
En las Sagas nórdicas, una antigua colección escandinava de mitos y leyendas, hay relatos de la conquista y exploración vikinga hace mil años.
De acuerdo con estas Sagas, un vikingo llamado Leif Ericson lideró una expedición desde la nueva colonia nórdica en Groenlandia, navegando hacia el oeste, a un nuevo mundo.
Ericson buscaba tierras y recursos para suplir las carencias de la colonia de Groenlandia.
Según las Sagas, el vikingo tuvo éxito, pues halló una tierra de bosques y prados, con arroyos llenos de salmón, y vides de uvas silvestres, lo que llamó al nuevo territorio, Vinlandia.
Los exploradores nórdicos hallaron otras evidencias del paso de los vikingos por América, como un alfiler de bronce, madera que había sido labrada con herramientas de hierro, pino europeo, además de la forma en la que las viviendas fueron construidas y dispuestas.
También había evidencia de producción y forja de hierro, algo que los nativos, cuya cultura era de la Edad de Piedra, nunca hicieron.
Reproducción de los asentamientos vikingos en Terranova
Por otra parte, evidencias en papel podrían demostrar que un monje italiano observó América, por lo menos, 152 años antes de Cristóbal Colón.
Galvano Fiamma, quien vivió durante algunos años en Génova y mantuvo contacto con marineros, conocía la existencia de América de acuerdo con una investigación de la Universidad de Milán.
Esta casa de estudios indagó acerca de un texto de Fiamma, en el que el religioso habría descrito el continente al que denominó ‘Marckalada’, una tierra más allá del océano Atlántico.
Fiamma escribió en 1340 el documento “Crónica universalis”, donde hace una mención a América, 152 años de la fecha oficial del descubrimiento del continente.
El manuscrito, subastado en Christie’s en 1996 por 14 mil 950 dólares, fue adquirido por un coleccionista estadounidense, que permitió que fuera fotografiado por la Universidad de Milán para su estudio y posterior publicación.
“Los marineros que surcan los mares desde Dinamarca y Noruega dicen que más allá de Noruega, hacia el norte, se encuentra Islandia. Más allá hay una isla llamada Groenlandia. Y todavía más allá, hacia el oeste, hay una tierra llamada Marckalada. Los habitantes del lugar son gigantes: hay edificios de piedras tan grandes que ningún hombre podría colocarlas, salvo que fueran gigantes muy grandes. Allí crecen árboles verdes y viven muchos animales y una gran cantidad de aves. Pero nunca ha habido ningún marinero que haya podido conocer con certeza noticias sobre esta tierra y sus características”, dice el manuscrito de Fiamma.
De acuerdo con esta descripción, se deduce que el sitio del que habla el fraile, Marckalada, es América.
Reporte Indigo