Parte de la fama que el Barzón ha ganado en la solución de casos es por lo difícil y desesperados que se presentan de inicio, ya sea en etapa de remate, adjudicados a favor del banco, o con una orden de desalojo en la mano, juicios prácticamente desahuciados; sin duda lo emotivo de los mismos es cuando se logra revertir el proceso en la última oportunidad para hacerlo, dándole la vuelta al marcador final haciendo posible lo que se veía imposible.
Quizá la clave aparte de la experiencia, la práctica y el constante estudio de la ley, sea la sensibilidad de ponerse en el lugar del afectado, alguien que durante muchos años carecía de una defensa efectiva que verdaderamente hiciera valer sus derechos. Es decir tenían la razón, mas no la representación legal adecuada para decirlo en los tribunales.
Hoy quiero platicarles el caso de “Josefa” quien padeció la mala experiencia de haber caído en manos de un agiotista, pero no cualquier agiotista, uno especializado en mujeres jóvenes, trabajadoras, solas y con un negocio, en el caso de ella una cocina económica.
Josefa se levanta todos los días cuando aún no dan las cinco de la mañana para comenzar sus actividades de compra y preparación de alimentos en su pequeña fonda, en donde depende del paso peatonal y de los asistentes a la oficina pública que tiene enfrente para tener mejores ventas, actividad que con la pandemia ha sido de las principales afectadas, de sobra estaría explicar los motivos.
Sin embargo, antes de este gris episodio de la historia, su fonda estaba muy bien aclientada y todos los días acudían los comensales a degustar sus ricos platillos. El hecho fue sigilosamente observado por Pedro, el agiotista, quien le convenció de aceptar un préstamo de dinero, una pequeña cantidad para que ella pudiera introducir algunas mejoras al local y así tener mas ingresos. Ello lo hizo acudiendo todos los días disfrazado de comensal, desde donde se percató de lo trabajadora y querida que era por sus clientes y empleados, pero sobre todo de su vitalidad y energía para trabajar y producir.
Con ese esfuerzo diario fue que ella logró comprar una pequeña casa para dejar de pagar renta, y sufragar los estudios de su hija, no obstante, sus sueños de tener una vejez estable la motivaban para seguir trabajando.
Después del préstamo le hizo firmar, quien sabe cuántos pagarés para respaldar el crédito y a su vez los intereses que se iban generando de manera diaria; y de los abonos no daba recibo pues le decía que había “confianza” y cuando algo hizo a Josefa desconfiar del hombre aquel, lo mas que logró fue que le anotara en una libreta los primeros casi quinientos mil pesos que recibió como pago de la deuda e intereses.
Sin embargo, posterior a ello recibió una demanda en la que, debido a una mala defensa firmó convenios de pago en el juzgado con intereses altísimos y que no le consideraban los pagos abonados, casi al término del asunto, cuando la deuda superaba los 2 millones de pesos, llegó al Barzón.
Seis meses después hemos ganado para Josefa un amparo de la justicia federal en donde un Tribunal Unitario ha ordenado revisar la tasa de interés que se le aplicó a Josefa en los convenios aun cuando ella los haya firmado (mal asesorada) en su contra, por considerar que tiene derecho a ser protegida de la usura, así también ordenó revisar los pagos que exhibió al contestar la demanda y los que estuvo haciendo como abono a la deuda, un verdadero revés para el agiotista que ya se sentía ganador, como tantas veces lo fue en el caso de otras víctimas, como estaba acostumbrado a hacerlo.
Lo que se creía impensable hasta por los propios jueces federales que con anterioridad conocieron del caso, ha sido enmendado por un Juez de Garantías. En breve les daré más detalles. Por ahora, ¡celebremos este triunfo de la justicia, del pago justo!
¡Sí se puede!
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