Una verdadera “caja de pandora” se abrió a consecuencia de abordar el tema de los créditos milagro, pues propició la denuncia de usuarios asiduos a la descarga de aplicaciones en su celular para acceder a pequeños préstamos que al menor atraso se han vuelto un thriller de suspenso que acabó con su privacidad, amistades y hasta empleos, pues la app se apropió de sus contactos.

Lo que Lorena me contó superó cualquiera otro antecedente o caso parecido de abuso de cobranza que haya visto jamás; su caso para mí marca un verdadero reto en búsqueda nuevamente de las causas por las que ocurre aquel fenómeno social y desde luego de las formas en que habrá de conseguirse la sanción para esos creadores digitales de un negocio redondo de préstamo de dinero que lucran con la necesidad de las personas haciendo uso abusivo de la tecnología.

Lorena narra que hace apenas un par de meses vivía un momento terrible debido a la falta de trabajo que le impedía cubrir su renta y comprar comestibles; curiosamente para esos días, apareció en su dispositivo un anunció con la oferta de acceder a un pequeño préstamo de mil pesos, para ello debía descargar por play store una aplicación gratuita del sitio ofertante, activar los permisos y autorizaciones para que la app pudiera descargarle un formulario que habría de llenar con sus datos personales y previo el envío de dicho cuestionario acompañado de sus identificaciones y fotografías que debía tomarse a modo de selfies con la cámara de su celular, debía enviarlo por what´s app. Así lo hizo. Todo al pie de la letra.

Al cabo de unos segundos de concluido el trámite siempre en línea y sin mediar interacción física ni verbal con absolutamente nadie, escuchó el “click” de su celular avisándole que había recibido en su cuenta de débito el dinero pedido. Pudo con ello cubrir el apuro económico y pagar las primeras cuotas semanales que acordó con el sitio de préstamos, pero al cabo de otros días y aun sin empleo fijo volvió a tener necesidad de mas liquidez. Entonces le dieron mas préstamos, todos pequeños y el mas alto según recuerda apenas si alcanzaba los 3 mil quinientos pesos.

Aceptaba de buen modo el compromiso de pagar más de 5 mil, por esos 3 mil quinientos pesos prestados, después de todo, -decía para sí misma-, la “sacaron del apuro”. Lo malo del caso comenzó cuando ya no pudo pagar la cuota semanal.

Pues entonces la aplicación comenzó a llamarle y enviarle mensajes para cobrar y recordar el considerable aumento de intereses por mora que ya había generado su falta de pago. Después de eso se pusieron en contacto con ella vía llamadas ahora sí hechas, ya no por la inteligencia artificial si no por un empleado de la empresa que le daba 2 horas para conseguir el dinero, o comenzaría a llamar al azar a cada uno de sus contactos para cobrar a éstos la deuda de Lorena.

¡Pero eso no se puede hacer!, respondió Lorena al cobrador, ¡no pueden llamar a mis contactos porque no les daré sus números! Y entonces el ejecutivo le precisó que no era necesario, pues al descargar la aplicación de préstamos, había autorizado la instalación de un software que les permitía acceder a su directorio de contactos, (y seguramente a toda la demás información que contenía su dispositivo móvil), y para probarlo le mandó por lo menos 5 capturas de pantalla de lo dicho, como si el celular estuviera en manos del cobrador y no de Lorena.

Aún no se reponía del frio que recorría su cuerpo cuando sus contactos asustados le buscaron para reclamar porque estaban recibiendo mensajes de números desconocidos con la fotografía de Lorena mediante los cuales se les pedía ayuda para ubicar a la “defraudadora” que había pedido dinero prestado y se negaba a pagarlo.

Su arrendadora le pidió el pequeño departamento rentado, sus probables empleadores le negaron en definitiva el empleo, sus amigos le recriminaron el abuso de darlos como referencias…

Continuará…

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