Investigadores de la Universidad de Edimburgo (Escocia) han logrado convertir botellas de plástico en saborizante de vainilla mediante la utilización de bacterias modificadas genéticamente. Este proceso puede parecer chocante para el consumidor o, incluso, anecdótico, pero no es baladí: se trata de la primera vez que se elabora una sustancia química valiosa para la industria alimentaria a partir de este tipo de residuos.
Los científicos ya sabían cómo crear enzimas capaces de descomponer el tereftalato de polietileno —más conocido por sus siglas en inglés, PET—, que se utiliza para la mayoría de botellas de plásticos en ácido tereftálico (TA). Lo que han hecho ahora es convertir el TA en vainillina, un compuesto orgánico que se emplea para dar sabor o aroma a productos alimenticios, farmacéuticos y cosméticos.
Para lograrlo, utilizaron bacterias E.coli modificadas genéticamente y las mantuvieron a 37 grados durante un día (las mismas condiciones que para elaborar cerveza), según se detalla en el estudio que corrobora la validez del experimento, publicado en la revista ‘Green Chemistry’ el pasado 10 de junio. Un porcentaje aproximado del 79% del ácido tereftálico se convirtió en vainillina.
Los científicos mantuvieron bacterias E.coli modificadas genéticamente a 37º durante un día
“Este es el primer ejemplo de uso de un sistema biológico para reciclar los desechos plásticos en un químico industrial valioso y tiene implicaciones muy interesantes para la economía circular”, destaca en declaraciones recogidas por ‘The Guardian’ Joanna Sadler, una de las autoras del trabajo. “Nuestro trabajo desafía la percepción de que el plástico es un desperdicio problemático y, por el contrario, demuestra su uso como un nuevo recurso de carbono a partir del cual se pueden fabricar productos de alto valor”, coincide otro de los artífices, Stephen Wallace.
Exceso de plástico, falta de vainilla
El tratamiento de los residuos plásticos es uno de los problemas ambientales más acuciantes a los que se enfrenta la humanidad. De acuerdo con un estudio publicado en la revista ‘Science’, cada año se producen 311 millones de toneladas de plástico en el mundo y cada minuto se vende un millón de botellas, de las cuales solo el 14% se reciclan. El uso de las que se reciclan es muy limitado, pues lo habitual es que el plástico acabe convertido en fibras para tejidos sintéticos.
Por otra parte, la demanda mundial de vainillina está creciendo a un ritmo difícil de sostener. La producción de vainillina natural es muy limitada, pero se requieren más de 37.000 toneladas para satisfacer las necesidades del mercado. Ello hace que el 85% de este compuesto se sintetice ya a partir de productos químicos, normalmente derivados de combustibles fósiles, según ‘The Guardian’.
Tales desequilibrios dan más importancia del hallazgo de los científicos de Edimburgo. “Han hecho un uso muy interesante de la ciencia microbiana para mejorar la sostenibilidad”, resalta Ellis Crawford, editora de la Royal Society of Chemistry de Reino Unido. El siguiente paso es modificar (de nuevo) las bacterias para aumentar la tasa de conversión a vainillina. “Creemos que podemos lograrlo con bastante rapidez. Contamos con una increíble instalación de ensamblaje de ADN robotizada”, asegura Wallace. También trabajarán en extrapolar su método a grandes plásticos y en obtener otras moléculas valiosas para la industria a partir del TA.
elconfidencial.com
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