En diversas ocasiones, desde este artículo semanal se han abordado temas relacionados con la equidad y la no discriminación, como un esfuerzo por visibilizar las brechas de género que prevalecen en nuestro país y en el resto del mundo, pues si bien en las últimas décadas se han logrado importantes avances legales en favor de la igualdad formal y material, aún existen deudas históricas y retos pendientes para el feminismo a nivel mundial, por ello es importante participar constantemente en la construcción de espacios que reflejen la situación actual y contribuyan a derribar las desigualdades existentes.
Para entender el feminismo es necesario desprenderlo de prejuicios, Naciones Unidas lo define como un movimiento que defiende la igualdad de derechos sociales, políticos, legales y económicos de la mujer respecto del hombre, por otro lado, el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín, señala que, el movimiento feminista surge como consecuencia de la conciencia de las mujeres respecto de su estatus de subordinación frente al hombre.
Lo anterior como resultado de construcciones sociales patriarcales regidas por la dominación y el liderazgo masculino, reflejado principalmente en las relaciones de poder y en el control de la propiedad, en este sentido, tomar conciencia de esta opresión se considera uno de los principales logros del feminismo del siglo XX, sin embargo, las huellas ideológicas de este inequitativo sistema aún persisten y se resisten a desaparecer.
La historia del feminismo puede describirse a través de la metáfora de las olas del mar, pues a pesar de que van y vienen, son irrepetibles y algunas impactan con mayor fuerza que otras, esta alegoría fue empleada por primera vez por la periodista Martha Weinman Lear en 1968, en la actualidad algunas autoras identifican tres olas, mientras que otras señalan la existencia de cuatro, sin embargo las clasificaciones varían de acuerdo a las características económicas, sociales y políticas de las regiones y naciones.
Por cuanto hace a nuestro país, la historiadora Gabriela Cano señala que, la primera ola del feminismo inició con el Congreso Feminista de 1916 que tuvo lugar en Yucatán, el cual visibilizó la deuda histórica de México hacia las mujeres, durante este periodo se logró el reconocimiento de derechos como el sufragio activo y pasivo, el cual a la vez fue conductor de otros como la igualdad jurídica reconocida en el artículo cuarto constitucional a partir de la Reforma realizada 1974.
El comienzo de la segunda ola se relaciona con el ascenso del multiculturalismo y la diversidad sexual, sin embargo es hasta la tercera ola, que tiene lugar durante la transición del siglo XX al XXI cuando la lucha se enfoca en romper los estereotipos y roles de género, construyendo un feminismo inclusivo e incluyente; finalmente la cuarta ola se asocia al ciberfeminismo, es decir a la lucha por la igualdad de género a través del activismo digital.
Resulta complejo estructurar al feminismo por etapas, toda vez que, es un movimiento intergeneracional, sin embargo interpretarlo de esta manera nos ayuda a comprender las luchas y conquistas de las generaciones que nos antecedieron, visibilizando lo que nos falta por hacer, pues aún tenemos muchos retos pendientes en este camino hacia la igualdad y la no discriminación.
Continuar con el legado de lucha y transformación no es una tarea exclusiva de las mujeres, también es deber de los hombres y de las personas con identidades de género distintas; la participación y aportación de todas y todos nos ayudará a construir sociedades más libres y seguras para las generaciones presentes y futuras.