Ahora que el gobierno de Cuitláhuac García comenzó a aplicar la ley del garrote contra algunos manifestantes y adversarios políticos que fueron a parar a la cárcel por el delito de moda de “ultrajes a la autoridad”, no son pocos los que se preguntan si el mandatario estatal de Morena ya se olvidó tan pronto de sus orígenes como luchador social, lo que le valió vencer de manera contundente en la elección de 2018 al primogénito del gobernador saliente Miguel Ángel Yunes Linares, del PAN.
Y es que si bien es cierto que el triunfo de García Jiménez se le adjudicó al llamado “efecto López Obrador”, hay quienes hacen la observación de que en buena parte contribuyó también el voto útil de miles de priistas que de última hora decidieron sufragar por el abanderado de Morena al percatarse que el candidato del tricolor, Pepe Yunes Zorrilla, estaba muy rezagado en las preferencias electorales y que la elección se decidiría solamente entre Cuitláhuac y Miguel Ángel Yunes Márquez, a quien políticos y ex funcionarios fidelistas y duartistas más temían porque aseguraban que como gobernador sería igual o más autoritario, arrogante y represor que su papá.
Eso parece explicar por qué Cuitláhuac, tan sólo en dos años, logró duplicar su votación en este mismo tipo de elección. En 2016, cuando contendió por primera vez por la gubernatura, obtuvo 809 mil 626 votos. Quedó en tercer lugar, superado por Yunes Linares y el priista Héctor Yunes Landa, quienes le sacaron una ventaja de más de 200 mil y 100 mil sufragios, respectivamente.
Pero en 2018 sorprendió al sumar un millón 667 mil 239 votos, contra un millón 453 mil 938 de Yunes Márquez. Muy atrás quedó el priista Yunes Zorrilla, quien solamente obtuvo 528 mil 663 sufragios, casi 400 mil menos de los que había recibido su correligionario Héctor Yunes dos años antes.
Por su oficio político y trayectoria pública, Pepe Yunes era el candidato más completo y experimentado de los tres, ya que había sido alcalde de Perote, diputado local y federal, y senador de la República. Sin embargo, además de cargar con el descrédito del PRI, el peroteño debió enfrentarse a la apabullante popularidad de Andrés Manuel López Obrador que como candidato presidencial catapultó a Cuitláhuac, así como al aparato y los recursos del gobierno del estado que Yunes Linares operó sin recato para favorecer la candidatura de su junior.
Al polarizarse la elección entre el candidato de la alianza “Juntos Haremos Historia” (Morena-PT-PES) y el de la coalición “Por Veracruz al Frente” (PAN-PRD-MC), buena parte del voto antiyunista, tanto de militantes del tricolor como inclusive de simpatizantes y miembros activos de Acción Nacional, se inclinó a favor de García Jiménez ya que después de Pepe Yunes era el que inspiraba mayor confianza –por su perfil de catedrático universitario, antecedentes de activista social y militancia de izquierda– para ejercer el poder con tolerancia, totalmente contrario al estilo de Yunes Linares.
Pero, ahora, hay quienes desconocen a aquél Cuitláhuac que en 2013 participó aguerridamente en la lucha del movimiento magisterial contra la reforma educativa del ex presidente Enrique Peña Nieto.
XALAPA: ALIANZA A LA VISTA
“¡Este arroz ya se coció!” Esa fue la frase que circuló ayer, de red en red, de boca en boca, de whats en whats, cuando se filtró la fotografía de una cena que sostuvieron la noche del pasado martes Cuauhtémoc Velázquez Martínez, Sergio Hernández Hernández y David Velasco Chedraui. Los tres, aspirantes a la presidencia municipal de Xalapa, conversaron sobre la necesidad de cerrar filas para concretar la coalición PAN-PRI-PRD, la cual sigue pendiente del cierre de oro.
Aunque el miércoles, muy temprano, el dirigente municipal de PAN en la capital veracruzana, Martín Espinoza Roldán, padre de Sergio Hernández, salió a negar un posible acuerdo para signar la coalición, la fotografía dice más que mil palabras, como reza la frase común. En la imagen se ve a los tres políticos sonrientes, convencidos quizá de que juntos son más fuertes.
Ya se sabrá qué conversaron, pero de lo que sí estamos seguros es de que ninguno quiere perder y todos quieren ganar, y la única manera de lograrlo es uniéndose. Así que no hay que ser adivino para pensar que la Alianza por Xalapa de estas tres fuerzas políticas sí va.